Yo soy berlinés: historias de la ciudad dividida

Yo soy berlinés: historias de la ciudad dividida

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Yo soy berlinés: historias de la ciudad dividida

Para todos los que vivimos la noche de la caída del Muro de Berlín fue algo tan sorprendente como si el cielo cayera sobre nuestras cabezas. Una de las certezas con la que siempre habíamos vivido se desvanecía ante nuestros ojos.

Más tarde asistiríamos a otros acontecimientos tan históricos como trágicos que también han marcado nuestra generación, pero aquel día aún recuerdo la sorpresa, la alegría, la emoción, el miedo y la incertidumbre que imagino todos los que teníamos ya algún conocimiento pasamos frente a la tele. Y, por encima de todo, marcó el final de la intrahistoria más importante de Berlín: la historia que la dividió.

Check Point

El Muro de protección antifascista nació el 4 de Agosto de 1961 durante una cumbre de los partidos comunistas del Comecon en Moscú. Hasta entonces, 500.000 personas cruzaban diariamente la frontera entre las dos Alemanias, los berlineses orientales iban al cine o al teatro en el Berlín Occidental, trabajaban allí y cobraban su salario en marcos de la RFA donde también hacían sus compras, compras de artículos que eran impensables en el Este: medias de mujer, frutas tropicales, etc. Nació menos de un mes después de que Walter Ulbritch, líder de la RDA, declarara al mundo que nadie tenía la intención de construir un muro.

El asunto de Berlín siempre fue un quebradero de cabeza para los dirigentes comunistas, la comparación entre el modo de vida en uno y otro sector era demasiado obvia y demasiado dolorosa como para poder tolerarla abiertamente. En 1948 la URSS forzó el primer intento de hacer que ese grano desapareciese decretando el bloqueo de Berlín : no se permitiría el acceso terrestre de ninguna mercancía a Berlín Occidental, ni comida, ni medicamentos, ni combustible para las calefacciones.

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El muro comienza a construirse

El objetivo era hacer imposible la vida allí sin unirse a la Alemania Oriental. El detonante fue la creación del nuevo Marco alemán en el Oeste fruto de la incipiente y acelerada recuperación económica que de la mano del Plan Marshall estaba experimentado el sector de Alemania bajo ocupación Aliada.

El bloqueo se salvó con el mayor puente aéreo de la Historia en el que la USAF, la RAF y las Fuerzas Aéreas de otros países de la Commonwealth hicieron 200.000 salidas para llevar las 13.000 toneladas de comida y demás suministros diarios a los habitantes de Berlín Occidental.

El asunto de Berlín siempre fue un quebradero de cabeza para los dirigentes comunistas, la comparación entre el modo de vida en uno y otro sector era demasiado obvia y demasiado dolorosa

Desde 1952 se había establecido una zona especial de 5 km a la que solo se podía acceder con un permiso especial para residentes, pero la frontera permanecía abierta y eso supuso que nada menos de 3.000.000 de personas escaparan de la RDA por Berlín Oeste. Así las cosas la decisión tomada en Moscú se hizo realidad el domingo 13 de Agosto de 1961, cuando los guardias fronterizos de la RDA cerraron la frontera.

Se cortaron todas las calles, se cortó el tranvía, el metro, todas las comunicaciones entre uno y otro sector, se llenaron de alambradas. Hasta los cementerios que se encontraban entre ambos sectores, que más tarde serían complementadas con hormigón bajo la supervisión de tropas de la RDA y de los KdA, grupos de combate de la clase trabajadora, con orden de disparar a matar a quien intentase huir.

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Conrad Schumann: el vopo el primero en saltar el muro durante su construcción

De esa manera su gobierno arrebató a los alemanes orientales la libertad de movimiento durante 28 años. En un principio absolutamente nadie podía cruzar el Muro, con los años se hicieron algunas excepciones. A partir de 1964 los ancianos pensionistas podrían cruzarlo, y más tarde vendrían los que podrían hacerlo por razones profesionales como artistas o camioneros y quienes tuvieran que ver a sus familiares por un asunto de la máxima gravedad.

Durante esos años 5.000 personas lograron evadirse burlando de las más pintorescas maneras el Muro que supuestamente les protegía, entre 100 y 200 no tuvieron tanta suerte y murieron en el intento.

El amigo americano

En 1963, Jack Kennedy visitó Berlín y frente al Muro tuvo probablemente uno de sus mejores momentos, si no el mejor, al dar el discurso al que se aferrarían con orgullo los berlineses occidentales durante décadas.

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Momento del célebre discurso "Ich bin ein Berliner"

Dos mil años hace que se hiciera alarde de que se era “Civis Romanus sum”. Hoy en el mundo de la libertad se hace alarde de que “Ich bin ein Berliner”.

Hay mucha gente en el mundo que realmente no comprende o dice que no lo comprende cuál es la gran diferencia entre el mundo libre y el mundo comunista. Decidles que vengan a Berlín.

Hay algunos que dicen que el comunismo es el movimiento del futuro. Decidles que vengan a Berlín.

Hay algunos que dicen en Europa y en otras partes “nosotros podemos trabajar con los comunistas”. Decidles que vengan a Berlín.

Y hay algunos pocos que dicen que es verdad que el comunismo es un sistema diabólico pero que permite un progreso económico. Decidles que vengan a Berlín.

La libertad tiene muchas dificultades y la democracia no es perfecta. Pero nosotros no tenernos que poner un muro para mantener a nuestro pueblo, para prevenir que ellos nos dejen.

Quiero decir en nombre de mis ciudadanos que viven a muchas millas de distancia en el otro lado del Atlántico, que a pesar de esta distancia de vosotros, ellos están orgullosos de lo que han hecho por vosotros, desde una distancia en la historia en los últimos 18 años.

No conozco una ciudad, ningún pueblo que haya sido asediado por dieciocho años y que vive con la vitalidad y la fuerza y la esperanza y la determinación de la ciudad de Berlín Occidental.

Mientras el muro es la más obvia y viva demostración del fracaso del sistema comunista, todo el mundo puede ver que no tenemos ninguna satisfacción en ello, para nosotros, como ha dicho el Alcalde, es una ofensa no solo contra la historia, sino también una ofensa contra la humanidad, separando familias, dividiendo maridos y esposas y hermanos y hermanas y dividiendo a la gente que quiere vivir unida.

¿Cuál es la verdad de esta ciudad de Alemania? La paz real en Europa nunca puede estar asegurada mientras a un alemán de cada cuatro se le niega el elemental derecho de ser un hombre libre, y que pueda elegir un camino libre.

En dieciocho años de paz y buena confianza esta generación de alemanes ha percibido el derecho a ser libre, incluyendo el derecho a la unión de sus familias, a la unión de su nación en paz y buena voluntad con todos los pueblos.

Vosotros vivís en una defendida isla de libertad, pero vuestra vida es parte de lo más importante. Permitirme preguntaros a vosotros como yo concluyo, elevando vuestros ojos por encima de los peligros de hoy y las esperanzas de mañana, más allá de la libertad meramente de esta ciudad de Berlín y todos los pueblos de Alemania avanzan hacia la libertad, más allá del muro al día de la paz con justicia, más allá de vosotros o nosotros de toda la humanidad.

La libertad es indivisible y cuando un hombre es esclavizado ¿quién está libre? Cuando todos son libres, ellos pueden mirar a ese día, cuando esta ciudad está reunida y este país y este gran continente de Europa esté en paz y esperanza.

Cuando ese día finalmente llegue y la gente del Berlín Occidental pueda tener una moderada satisfacción en el hecho de que ellos están en la línea del frente casi dos décadas.

Todos los hombres libres, dondequiera que ellos vivan, son ciudadanos de Berlín. Y por lo tanto, como hombres libres, yo con orgullo digo estas palabras “Ich bin ein Berliner

Jack Kennedy : berlinés.

El círculo se cerraría durante el 750 aniversario de la fundación de Berlín, en 1987, cuando Ronald Reagan, con la Puerta de Brandenburgo de fondo declarase:

Secretario General Gorbachov, si usted busca la paz, si usted busca la prosperidad para la Unión Soviética y el Este de Europa, si usted busca la liberación, venga aquí, a esta puerta señor Gorbachov, abra esta puerta. Señor Gorbachov: ¡eche abajo este muro!

Evidentemente no le hicieron mucho caso y sus palabras fueron calificadas por Tass como una provocación bélica nada menos; pero algo se estaba moviendo ya en el bloque comunista y 29 meses después, el Muro caería.

Sube la marea

El 23 de Agosto del 89, las autoridades húngaras decidieron suprimir las barreras físicas de su frontera con Austria, y durante ese verano 13.000 “turistas” alemanes orientales aprovecharon para hacer un pic-nic que cambió el mundo.

Ante esta situación, los húngaros decidieron que ningún alemán oriental podrían salir de Budapest, a lo que muchos respondieron refugiándose en la embajada de la RFA y rehusando volver a la RDA. Alemania Oriental prohibió entonces los viajes a Hungría. Pero ya estaba en marcha algo muy grande, demasiado grande como para poder pararlo. Checoslovaquia se unió a la fiesta y aunque la RDA no vetó los viajes a Praga suponiendo que los trenes que de ahí iban al Oeste debían pasar inevitablemente por su territorio y ya tendrían tiempo de parar a los “traidores”. Pero la cosa se les iba de las manos por momentos.

En Septiembre las manifestaciones se sucedían por toda Alemania del Este. Eran manifestaciones de gente que pedía pacíficamente poder viajar y moverse a donde se le antojara, las “manifestaciones de los lunes” empezaron en Leipzig el 4 de Septiembre, cuando sintiéndose respaldados por la iglesia luterana los habituales de la Iglesia de San Nicolás se reunieron en la plaza Karl Marx -hoy AugustusPlatz- y a ellos se fueron unieron otros muchos germanorientales al grito de Wir sind das Volk! : ¡nosotros somos el pueblo!. Viendo esto a través de la televisión de la RFA, la idea se propagó por toda la RDA, y pronto en las plazas de todas las ciudades se repetiría la misma escena.

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Para el 9 de Octubre, lo que había comenzado como una reunión de unos pocos asiduos de San Nicolás, se había convertido en una manifestación de 75.000 personas en una ciudad de 500.000 habitantes. Para el 4 de Noviembre, un millón de personas gritaban “Wir wollen raus!” : ¡Queremos salir!, en la AlexanderPlatz de Berlín Este.

En este clima se precipitaban los acontecimientos. Erick Hoenecker, que durante muchos años dirigió con mano de hierro la RDA y en Enero de ese mismo 1989 había declarado que ”el Muro durará cien años más”, demostrando una visión de futuro digna de otro que pronosticó mil años a no sé que cosa, renunció el 18 de Octubre.

Su puesto lo ocupó Egon Krenz, quien por fin autorizó a los refugiados en la embajada de la RFA en Praga que se encontraban en condiciones lamentables, a viajar al Oeste, produciéndose escenas dantescas cuando al detenerse los trenes en Dresde, la policía intentaba evitar que la gente saltase a los vagones.

El desborde

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El último acto se desencadenó definitivamente cuando el 9 de Noviembre, el Politburó de la RDA decidió que los refugiados podrían salir directamente desde Alemania Oriental además de acordar permitir los viajes particulares en un intento a mi juicio poco realista de salvar lo que quedaba de la RDA. O no.

Quizás no estaban tan ciegos y simplemente se suicidaron políticamente, un poco al estilo de los procuradores en cortes franquistas, o tuvieron la capacidad para darse cuenta de que la otra posibilidad era aún peor : la URSS no iba a venir a rescatarles con Gorbachov y su Perestroika en el poder, y vieron algo que no vería Caucescu meses después.

Se supone que esto entraría en vigor el 17 de Noviembre, pero aquí entra en escena Gunter Schabowski, secretario de propaganda del partido comunista que pasaría a la Historia por una metedura de pata fastuosa que terminó de amartillar el último clavo del ataúd de la RDA.

Schabowski dio a conocer un breve comunicado que le suministró alguien que no ha sido identificado desde entonces y leyó el texto en una conferencia de prensa en Berlín Oriental, emitida en directo por la televisión. La nota se refería a un proyecto de ley que planeaba autorizar a los ciudadanos de Alemania Oriental a viajar al Oeste sólo con la presentación de su documento de identificación, lo que desencadenó la caída del Muro de Berlín esa misma noche.

La maquinaría se puso en marcha cuando R. Ehrman, corresponsal de ANSA, preguntó a las 7 de la tarde : “Señor Schabowski, ¿no cree usted que ese proyecto de ley de viajes es un gran error?”. El portavoz del gobierno de la RDA rebuscó entre sus papeles y encontró la famosa nota aún hoy anónima.

Los viajes ordinarios hacia la República Federal de Alemania (RFA), es decir a Berlín Occidental, pueden realizarse a través de todos los puestos fronterizos de la República Democrática Alemana (RDA)”, leyó Schabowski.

!¿A partir de cuándo?¡”, rugieron los periodistas, a lo que Schabowski, sin darse cuenta de lo que aquello significaba, respondió: “De inmediato”.

Días antes Gerhard Lauter, del Ministerio del Interior de la RDA, había redactado la propuesta secreta para ser discutida por el Politburó el día 10 de Noviembre y sin saber cómo había acabado saliendo a la luz en la carpeta del portavoz. En realidad se planeaba establecer simplemente nuevas excepciones para permitir el cruce y estas eran las que estaban aún por determinar.

El jefe del control de pasaportes Harald Jäger se encontró de repente ante miles de hombres y mujeres exigiendo su derecho a acceder a Berlín Occidental y no tenía más que dos alternativas : abrir fuego contra ellos o levantar las barreras. Decidió hacer lo segundo.

Los periodistas estupefactos preguntaban: “¿Qué significa? ¿Se abre el muro?”. El redactor jefe de la prestigiosa revista alemana Der Spiegel, Georg Mascolo, comentaría más tarde : “En esos momentos, los periodistas que estaban en la rueda de prensa no se dieron cuenta del significado de la noticia, si no, hubieran acudido en masa al muro” .

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Los berlineses de ambos lados si fueron conscientes de lo que acaban de escuchar y acudieron en tropel a los pasos de la línea divisoria. El primero en abrir fue el de Bornholmer Strasse, situado entre los barrios de Prenzlauer Berg (Este) y Wedding (Oeste).

El jefe del control de pasaportes Harald Jäger se encontró de repente ante miles de hombres y mujeres exigiendo su derecho a acceder a Berlín Occidental y no tenía más que dos alternativas : abrir fuego contra ellos o levantar las barreras. Decidió hacer lo segundo. El error de Schabowski ya había calado en el espíritu de los ciudadanos y toda la ciudad se congregaba nerviosa en los check points que durante años habían sido mirados con justo temor.

Mientras llegaban las nuevas órdenes que, a toda prisa, las circunstancias dictaban a los jerarcas de la RDA, los vopos mantuvieron a la multitud como pudieron hasta que, finalmente, a las 23:00 del 9 de noviembre de 1989, el Muro era derribado, primero en la práctica y luego literalmente, en medio de unas escenas que jamás olvidaremos los que las vivimos. La gente aparecía con mazos, perforadoras, ¡gruas! y hasta el modesto punzón iba arañando piedra ante la impotencia y quiero pensar que la secreta alegría de los hombres que habían sido los encargados de mantener aquello en pie.

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El resto es Historia.

Durante años corrió la leyenda urbana de que por un error de traducción JFK en realidad se definiese como un bollito para pasmo de los alemanes, lo cual parece inexacto.

Fotos | Cordon Press, Xizdos

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