73 años después del fascismo, Italia volverá a tener un gobierno populista y de extrema derecha

73 años después del fascismo, Italia volverá a tener un gobierno populista y de extrema derecha
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Y cuando Italia parecía precipitarse sobre el abismo de la repetición electoral, el Movimiento 5 Estrellas y la Lega alcanzaron un pacto de gobierno. Lo más probable es que se anuncie a lo largo de la tarde de hoy en el Palacio del Quirinales, en sendas comparecencias de Luigi di Maio y Matteo Salvini. Un acuerdo que di Mario, muy acertadamente, describe como "histórico". Porque lo es: siete décadas después del fascismo, Italia volverá a tener un gobierno populista y de extrema derecha.

Una rara alianza. Pese a la volatilidad de sus coaliciones de gobierno y a la multiplicidad de ejecutivos, Italia siempre había contado con dos certezas desde la Segunda Guerra Mundial: al mando se situaba la Democracia Cristiana, con puntuales excepciones; y cuando el partido se hundió en el sumidero de la historia, al mando se situaba o bien la coalición de centro-derecha o bien la coalición de centro-izquierda. Siempre había sido así. El M5S y la Lega lo van a cambiar.

Es una alianza rara por excepcional, no por contra natura.

El regreso de la ultraderecha. Tras el escándalo de mani pulite que puso fin al tradicional sistema de partidos en Italia, la derecha siempre había necesidad de muletas para gobernar. Una de ellas siempre fue la Lega Norte, el partido de extrema derecha enconado en la independencia de las provincias del valle del Po. Sin embargo, su presencia fue residual, resumida a dos o tres ministros. El peso de la gobernabilidad y del gobierno recaía en Berlusconi (hasta en tres ocasiones).

Lo que cambia. Lo excepcional del pacto entre Di Maio y Salvini es que, por primera vez desde la gráfica muerte de Mussolini, será un partido populista y otro de ultraderecha quienes controlen el ejecutivo italiano. Habla de dos procesos paralelos: primero, la toma del sur por parte del M5S, un granero de votos descontento con la economía y harto de la clase política italiana; segundo, la posición predominante de la Lega en las provincias del norte. Es la nueva realidad de la derecha.

Cómo hemos llegado aquí. Las negativas de Di Maio a negociar con la coalición derechista, una amalgama de partidos diversos que acuden a las elecciones bajo un mismo paraguas, implicaba que o bien la Lega rompía con Berlusconi o bien el PD se abría a la negociación. Finalmente sucedió lo primero: Berlusconi, quizá consciente de que no podía permitirse una repetición electoral que desangrara aún más a su electorado hacia la Lega, le dio libertad de movimientos.

La peculiar buena sintonía entre el M5S y la Lega hizo el resto.

Qué esperar. Primero, muchísimo euroescepticismo: ambos partidos gradúan entre la abierta fobia a la Unión y el parcial rechazo a muchos baluartes del proyecto comunitario. Segundo, un giro probablemente anti-migratorio (aún más) en las políticas italianas (la Lega es abiertamente xenófoba, sur de Italia incluido; el M5S ha sido ambiguo). En materia económica, quizá una menor restricción presupuestaria combinado con etéreas propuestas de modernización digital de la economía.

Para Bruselas son horrendas noticias. Para Italia, el fin a 73 años de política tradicional. Han llegado los outsiders. Otra vez.

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