El dinero no nos dará la felicidad, pero nos hace vivir una vida más satisfactoria

El dinero no nos dará la felicidad, pero nos hace vivir una vida más satisfactoria
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En 1978, Ronnie Janoff-Bulman y dos investigadores de la Universidad Northwestern se sentaron frente a 22 ganadores de la Lotería de Illinois y les preguntaron si eran felices. Un poco antes, habían hecho la misma pregunta a 29 personas que sufrían paraplejia tras aparatosos accidentes de tráfico.

Trataban de averiguar, de esa forma rara que tienen los científicos de tratar de averiguar las cosas, si la felicidad era relativa. Sus conclusiones (que coincidían con la mayor parte de investigación anterior) fueron que lo era: el dinero no daba la felicidad. En realidad, parecía que los seres humanos teníamos una capacidad brutal para adaptarnos.

Poco importaba, pues, que fuéramos muchimillonarios o que aún tratáramos de recuperarnos de las secuelas de un terrible accidente. Nuestra felicidad no dependía de eso. Como os podéis imaginar el estudio se hizo muy famoso, tanto que conformó buena parte de la visión popular que tenemos sobre la relación entre el dinero y la felicidad.

Es curioso que 40 años después sepamos que estaban completamente en lo cierto ('el dinero no da la felicidad') y, a la vez, que estaban totalmente equivocados porque la felicidad no parece ser un gran indicador de cómo de buena es una vida.

En busca de la felicidad

Larm Rmah 216854 Unsplash

Cinco años antes, Richard Easterlin había argumentado que las naciones ricas no eran más felices que las pobres. "En los Estados Unidos, el nivel promedio de felicidad en 1970 no era muy diferente del de finales de la década de los cuarenta. Y eso que el ingreso promedio, descontando los impuestos y la inflación, era casi un 60% mayor", decía Easterlin.

Y estaba en lo cierto. Los expertos en el tema señalaban (y señalan) que la felicidad se mantiene relativamente estable independientemente de nuestra realidad económica, social o sanitaria. El último informe en confirmar esta idea ha sido un trabajo de Erik Lindqvit, Robert Ostling y David Cesarini que lleva semanas creando revuelo entre los especialistas.

En “Long-Run Effects of Lottery Wealth on Psychological Well-Being”, los tres investigadores examinaron los datos de miles de ganadores de las tres loterías suecas más importantes y los compararon con personas que, pese a haber participado en ellas, nunca habían ganado.

La diferencia entre la felicidad y la satisfacción

Camille Orgel 551599 Unsplash

Que en Suecia se repitiera el mismo esquema que hemos visto en otros lugares, no es sorprendente. Sí lo es, en cambio, el hecho de que el dinero y la satisfacción vital aparezcan tan estrechamente unidos con este diseño observacional y en una muestra tan grande. Me explico.

Según el informe, los ganadores estaban sustancialmente más satisfechos con sus vidas que los que no ganaron. Incluso dos décadas después de hacerlo. Y, aunque la relación entre los ingresos y la satisfacción vital es algo bastante conocido, hasta ahora solo sabíamos que ambas cosas correlacionaban entre sí. Este tipo de trabajos señala (todo lo ligeramente que queramos) que el dinero causa esa satisfacción.

Y eso es interesante. Sobre todo, porque en la distancia que hay entre la pregunta por la felicidad y la pregunta por la satisfacción vital podemos encontrar muchas claves de nuestra psicología. Cuando preguntamos por la felicidad, en realidad estamos preguntando por estados de ánimo y sentimientos actuales. Es decir, por un complejo sistema de adaptación emocional a la realidad que nos indica si debemos seguir el camino en el que estamos.

Una vida llena de sentido

Josh Felise 79105 Unsplash

La satisfacción vital, en la medida en que nos obliga a reevaluar nuestra vida, se parece más a la eudaimonia estoica de la que nos habla Lawrence C. Becker. Fueron precisamente los estoicos los que, por primera vez, se preguntaron de forma sistemática por la relación entre la felicidad, la satisfacción y las circunstancias vitales.

Lamentablemente parece que los sabios estoicos no llevaban razón. Es cierto que la felicidad no tiene mucho que ver con la fortuna, pero la satisfacción vital (que como sostiene Becker es un objetivo psicológicamente más valioso) sí que lo tiene. El dinero, tampoco tiene mucho sentido sorprenderse, hace más sencillo vivir una vida plenamente satisfactoria.

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