¿Es el escritor a tiempo completo una especie en vías de extinción?

¿Es el escritor a tiempo completo una especie en vías de extinción?

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¿Es el escritor a tiempo completo una especie en vías de extinción?

Stephenie Meyer, a la que su profesor de literatura recordaba como "inteligente, pero tampoco demasiado", publicó en 2003 el primer ejemplar de la saga Crepúsculo y con él el inicio de una fructuosa carrera como escritora y productora de cine. George R. R. Martin hace de rabiar a sus fans posponiendo durante años la publicación de sus novelas de fantasía que baten récords cada vez que salen a la luz. En seis meses de tiempo E.L. James, profesora de primaria, debutó en el mundo de las letras escribiendo un fanfic (relato de ficción derivada de una obra anterior, en este caso de la misma Crepúsculo) que ha vendido hasta el momento más de 5 millones de copias en todo el mundo.

Una persona normal, con algo de vocación hacia la escritura, que ame las letras y tenga ahora poca prospección de futuro podría pensarlo. "Cualquiera podría ser el próximo o la próxima E.L. James", diría, y tiene razón. "Es cuestión de probar y dar con la fórmula. Además, si publico varias novelas en, pongamos, los siguientes cuatro o cinco años, podría no perder mis recursos en un master o una nueva carrera, con también pocas garantías de éxito laboral, y dedicarme plenamente a lo que yo quiero hacer. Igual con el tiempo hasta acabo sacando rédito de mis anteriores publicaciones. ¿Por qué no probar suerte?".

Los problemas empiezan cuando quieres dedicarte sólo a la escritura

Muchos nóveles escritores o aspirantes a esto mismo podrían acudir a la red en busca de consejos de otros prestigiosos veteranos para adaptar mejor sus ritmos de trabajo. ¿Cuántas horas debería escribir un autor para tener una fructuosa rutina? Gracias a ciertos artículos divulgativos podemos saber, por ejemplo, que Murakami ha declarado dedicarse a la escritura durante 5-6 horas al día o que Isaac Asimov consideraba que su jornada con las letras empezaba a las 6 de la mañana y terminaba a la 1 de la mañana del día siguiente.

Sin embargo no deberían dejarse arrastrar por la euforia de esta lista de escritores a tiempo completo y pensar, más bien, en adaptar su tiempo de escritura entre los huecos de la jornada laboral de ese otro trabajo, el que de verdad van a tener finalmente y que no irá necesariamente vinculado a sus novelas. Optar por una agenda como la de Matías Candeira, Premio INJUVE de Narrativa, que estuvo durante un tiempo empleado como pescadero y se empeñaba en la escritura en el tiempo libre que le dejaba al final del día. Desde hace años trabaja como profesor de creación literaria en diferentes centros e instituciones, y sigue escribiendo.

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Algo similar le ocurre a Rebeca Rus, autora con seis novelas publicadas con Planeta, dos de ellas best-seller en el 2008 y en el 2009, y que a pesar de ello nos explica que el grueso de sus ingresos no le viene de las ganancias de los libros, sino de su trabajo habitual, coordinadora de Trendencias, otro de los medios de esta casa.

No son estos dos casos aislados, sino la realidad de la mayoría de escritores. Aunque tampoco hay que olvidar que siempre han existido casos de estos agentes dobles (Franz Kafka, que trabajó para diversas agencias de seguros y escribía sólo de noche, Fernando Pessoa o Wallace Stevens, Thomas Mann y José Saramago compartían similar suerte), cabe preguntarse si hay una tendencia al alza en esto de desvincularse de la relación intensa con la tarea de la escritura.

Los escritores a tiempo completo, profesión en declive según los ingleses

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Y eso es lo que denuncian desde la Británica Sociedad de Autores, encabezada ahora por el escritor Philip Pullman. El colectivo, apoyado por otras instituciones literarias del país, ha hecho brotar una nueva campaña por la defensa del autor que, según sus informes, se encuentra en una situación más amenazada que nunca. En su carta abierta exponían su descubrimiento, que los ingresos medios del autor profesional han pasado a traducirse en 11.000 libras, y sólo un 11.5% de los escritores de Gran Bretaña pueden vivir meramente de su escritura.

“Los autores siguen siendo la única parte esencial de la creación de un libro y está en interés de todos asegurar que puedan ganarse la vida”, reclamaba, mientras le ponían en aviso a los editores: “las cláusulas contractuales abusivas, incluidas las tasas de regalías reducidas, son una parte importante del problema actual”.

Y esta situación, que parece equipararse a la de España, donde “la inmensa mayoría de los escritores que cotizaron por autónomos perciben una pensión que oscila entre los 400 y 800 euros”, según testimoniaba Manuel Rico, presidente de la Asociación Colegial de Escritores de España, para Nueva Tribuna, aunque no hemos podido encontrar otras cifras económicas más exhaustivas que corroboren este dato.

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Lo que sí hemos encontrado en un artículo de El Cultural de 2009 (un momento menos precario, si cabe, que el actual) es lo siguiente: de diez importantes autores entrevistados (Rafael Chirbes, Ignacio Martínez de Pisón, Antonio Orejudo, Isaac Rosa, Agustín Fernández Mallo, Ricardo Menéndez Salmón, Alberto Olmos, Juana Salabert, Rafael Reig y Juan Marsé), sólo uno de ellos admitía poder vivir íntegramente de los beneficios generados por sus libros, y eso teniendo entre sus nombres a ganadores del Premio Cervantes o del Premio Nacional de la Crítica. “De los libros sólo pueden vivir unos pocos, igual que pasa en el billar, el ajedrez o la natación sincronizada”, recordaba Rafael Reig.

Porque no, en España no se vive de escribir

Da igual a quién preguntes, si a escritores de perfil bajo o de medio-alto, a gestores de editoriales o a gerentes de organizaciones relacionadas con la publicación de libros. Nadie vive directamente del libro, “ni Rosa Montero”, como nos indicaba Paula Izquierdo, escritora y coordinadora actualmente de la ACE, quien matiza que un premio Nobel puede que sí, aunque “Vargas Llosa también hace sus colaboraciones con la prensa”.

Parece ser que esa es la rutina del escritor, dedicarse a otras tareas, normalmente periféricas de la literatura (periodismo, educación, traducción y corrección de textos, charlas, talleres y un largo etcétera) o directamente que nada tengan que ver y buscar los huecos en los que poder crear lo propio. Como nos cuenta Alex Morellón, finalista del Premio Nadal en 2015 y autor de La noche en que caemos,”digamos que escribir se mide en función del tiempo y el tiempo se mide en función del dinero que tengas para no tener que utilizar ese tiempo en ganar dinero". Alex nos escribió una fórmula que hemos decidido convertir en imagen. Es esta:

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Sin que la situación haya sido nunca especialmente buena, diversos factores como el decrecimiento de la tirada media, la crisis económica y el impacto de la piratería, hace que se sienta como cada vez más difícil la opción del creador literario como profesional a tiempo completo. Cada día menos autores pueden dedicarse sólo a esto, pero es que además los que ya están de retirada, los autores jubilados, también se encuentran con palos en las ruedas.

E igual tampoco te sale rentable escribir cuando te jubiles

El infame (dentro del gremio) Real Decreto Ley 5/2013 propulsado por el Ministerio de Empleo, gobernado por Fátima Báñe z, se vio en el panorama como la muerte de la escritura en la jubilación. Propulsaba este decreto una serie de “medidas para favorecer la continuidad de la vida laboral de los trabajadores de mayor edad y promover el envejecimiento activo”, que se traducía en la posibilidad de compaginar el trabajo con la jubilación (antes ya podía hacerse) siempre que se renunciase a cobrar la mitad de la pensión, se diesen de alta en la Seguridad Social cotizando un 8% como “cuota de solidaridad” y un 1,35% para cubrir la contingencia de accidente laboral so pena de perder la pensión completa en caso de ingresase anualmente más de 9.172,80 euros, el SMI.

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¿Y qué ha producido todo esto? Que de repente una serie de escritores que en vida habían cotizado la mayor parte de su vida laboral por otras vías (como hemos visto, la gran mayoría de ellos) perdían el derecho a su pensión si lo que ganaban con la publicación de sus libros u otras actividades relacionadas con la cultura ascendían a un valor superior a 9.172,80 euros anuales. Una serie de organizaciones se unieron contra esta injusta ley (de la que partidos como PSOE o Ciudadanos ya han dado cuenta modificarán cuando lleguen al gobierno) bajo la plataforma Seguir Creando.

Como comentan desde la ACE, “es posible acumular el cobro de la pensión de jubilación con el ejercicio de una actividad laboral o profesional, sin que exista un límite para los ingresos obtenidos por esta actividad, en la mayoría de países europeos”. Eso sí, como nos recuerda Alberto Olmos, escritor de El Estatus y Ejército enemigo, puede que no sea a todos los escritores a los que afecta esta medida. “Creo que es un problema de ricos, de escritores ricos, que vendieron mucho en una época y cuyos royalties siguen siendo jugosos. Obviamente, creo que debería derogarse ese decreto, pero también señalar que "los escritores" no son exactamente los afectados por él, sino determinados escritores”.

La difícil tarea del editor

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Porque las editoriales también son una parte importante para explicar la situación de los escritores y para todas ellas la supervivencia tampoco está asegurada. Nos cuenta Elisabeth Falomir, ex editora en Gadir y actual integrante de Melusina. “Se suele decir que la mortalidad infantil en el mundo editorial es muy elevada. Son pocas las editoriales que se consolidan y logran hacer viables sus proyectos. El gran reto estriba en entender que una editorial tiene una vertiente empresarial: hay ingresos y gastos y al final del año la cuenta de resultados tiene que ser positiva”.

De las más de 2000 editoriales (un cálculo estimativo que nos han ofrecido desde CEDRO) que hay en España, sólo unas pocas de ellas pueden permitirse una vida holgada. En todos los casos, se funciona vigilando mucho qué es lo que se publica, y en casi cualquiera de ellos, combinando lo que se sabe que son grandes éxitos para sufragar los gastos de las otras publicaciones con un público potencial más minoritario.

Es una relación de arriba a abajo

Así nos lo cuenta Alberto Olmos, que además de escritor es editor en Penguin Random House Grupo Editorial. “La literatura, como mercado, también es una economía de casino. Se lanzan libros a la ruleta y se espera que alguno funcione espectacularmente y cubra las pérdidas de todos los demás. Yo no leo best sellers pero vivo de los best sellers. Si la gente no comprara cientos de miles de ejemplares de Sombras de Grey, no se publicarían muchos otros libros”.

Y así es cómo el sistema es capaz de hacer crecer a los pequeños autores y también razón por la cual la piratería hace daño a todos, no sólo a los grandes autores. Los que se descargan Juego de Tronos o la última novela de Eduardo Mendoza repercuten de forma indirecta a esos autores más pequeños de cada casa editorial, y si no se pueden meter suficientes fichas en este casino de la literatura, nunca se sabrá qué autor puede despegar ni, claro está, apoyar a los escritores de éxito menor, grueso de los integrantes de este colectivo.

Pasar de las editoriales y apostar por el do it yourself

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Aunque siempre quedará la autoedición. Mundo complejo y lleno de matices, un cálculo aproximado que nos ofrecen desde CEDRO, combinando el catálogo que han recibido con los libros registrados en 2015 por la Biblioteca Nacional (todo libro con ISBN está obligado a entregar un ejemplar a esta institución), el número de libros publicados por autores españoles oscilará entre los 17.500 y los 37.000. A la cifra más baja habría que incorporarle no sólo los libros que no hayan pasado por CEDRO, sino también aquellos que tienen más de un autor (que habría que contar por dos) y tener en cuenta que los que tienen más de tres, esos libros que se firman bajo la etiqueta de Varios Autores, tampoco se incluyen en esa parte más baja de la horquilla.

Dentro de esta maraña se incluyen los autores autoeditados, que sólo entre 2014 y 2015 han crecido en volumen hasta un 35% y que han visto en Internet un gran potencial en el que el coste de distribución es exactamente cero y sólo estarían como gasto el empleado por el escritor para dar vida a la obra final y el tiempo de promoción, muy necesaria en el caso de los libros autopublicados. Según cifras del Primer Congreso de Autoedición reunido el año pasado en Sevilla, son el 59% el número de autores autopublicados que presentan sus obras directamente en formato digital.

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La relación coste-alcance de lectores es indudablemente mucho más positiva que la tirada en papel, también menos arriesgada, y casi todo parecen ventajas en un entorno en el que, según datos de Amazon (que prácticamente ostenta el monopolio de la venta de libros digitales. Hay que descontar, eso sí, el problema del IVA, que es del 21% en lugar del 4% que pagan los libros en papel. Todo esto no se traduce necesariamente en más oportunidades de éxito económico, ya que en realidad las cifras de autores autosuficientes son bastante similares a las del mercado tradicional, pero implica sin duda menos obstáculos (tiempo, dinero, oportunidades) para aquellos que crean en su talento.

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