Hacer más carriles bici en las ciudades puede ahorrar 10.000 muertes prematuras en Europa

Hacer más carriles bici en las ciudades puede ahorrar 10.000 muertes prematuras en Europa
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La contaminación mata. Es un hecho irrebatible. Diversos estudios se han dedicado a estimar el impacto de las nubes tóxicas sobre las ciudades. En Londres se calcula que alrededor de 9.000 personas pierden la vida por culpa de la polución. A nivel global, estudios como este publicado en The Lancet cifran en 9.000.000 el número de fallecimientos prematuros causados, en gran medida, por el tráfico (hasta el 50% de ellas).

Dado que no hay mes en el que una gran ciudad mundial no amanezca bajo una gigantesca boina de contaminación, ¿qué alternativas tienen los gobiernos locales? Pueden limitar las plazas de aparcamiento, peatonalizar calles e impedir el paso a coches con matrículas impares. Y también pueden hacer algo mucho más simple: construir carriles bici.

El razonamiento, expuesto en un estudio reciente publicado por el Global Health Institute de Barcelona, es simple: la construcción de nuevas vías cicloturistas impulsaría el uso de la bicicleta, lo que reduciría el porcentaje de viajes diarios al volante. En agregado, habría (mucha) menos contaminación y menos accidentes de tráfico, lo que reduciría sustancialmente el volumen de muertes prematuras al año.

En cifras: 10.000 vidas robadas a la Gran Igualadora en todo el continente.

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Funciona. (Paul Krueger/Flickr)

¿Cuántos carriles bicis necesita cada ciudad para reducir el impacto de la contaminación en la salud de sus habitantes? Depende, como es natural. Según los investigadores, tan sólo aumentando la utilización diaria de la bicicleta al 25% Londres se ahorraría más de 1.2000 muertes prematuras, Roma eliminaría 433 y Barcelona limpiaría de las estadísticas otras 248. Dado que en ninguna de las tres ciudades los trayectos ciclistas diarios superan el 5%, se necesitan muchos más carriles bici.

Un 25% de los trayectos: la cifra clave

Porque sí, el estudio hace suyas las conclusiones de otros muchos en los que se explica la evidente correlación entre más carriles bici y un mayor porcentaje de uso en la bicicleta. En casi todas las ciudades estadounidenses, por ejemplo, a la creación de nuevas vías ciclables le ha seguido un crecimiento casi exponencial de ciclistas yendo al trabajo o a hacer la compra. El carril bici (seguro, aislado, tranquilo) es el camino más rápido a una ciudad pegada a la bicicleta.

El impacto en la salud de los habitantes se articular en torno a tres variables: salud pública, calidad del aire y accidentes de tráfico. La primera viene de la mano de la bicicleta: hacer ejercicio a diario contribuye a que nuestro cuerpo sea más fuerte y tenga una perspectiva vital más larga. La segunda y la tercera son efectos laterales de reducir el porcentaje de coches en la calzada: sus emisiones se reducirían y los choques fatales (o graves) causarían menos muertos y heridos.

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Los carriles bici inducen la demanda para un mayor uso de la bicicleta. (Andrés Nieto Porras/Flickr)

El porcentaje elegido por el estudio no es trivial (el 25% de trayectos diarios en bicicleta): de acuerdo a los investigadores, es la cifra que marca el punto de no retorno para la inversión del carril bici. Una vez más de un cuarto de la ciudad se mueve a diario sobre pedales, construir más carriles bici no atrae a nuevos ciclistas, por lo que habría que implementar otras políticas de fomento (lo que no significa que el porcentaje de uso de la bici no pueda aumentar: en ciudades como Copenhague roza el 60%).

Una Europa donde el 25% de los trayectos se hiciera sobre las dos ruedas requeriría unos 315 kilómetros de vía ciclable por cada 100.000 habitantes. Si asumimos un coste medio de 2 millones de euros por cada kilómetro construido (para los carriles construidos, no para aquellos meramente pintados sobre la calzada), el precio a pagar es alto. Ahora bien, advierte el estudio, es un gasto que se revierte si descontamos el ahorro para la sanidad pública. Es una inversión a largo plazo.

Para aquellas ciudades donde la infraestructura ciclista es muy pequeña, como Roma, la elección es sencilla: es ahí donde la construcción de nuevas vías tendrá un efecto arrastre mayor para los nuevos ciclistas. En agregado, todos los habitantes de las ciudades se beneficiarían de los efectos saludables de instalar mayores carriles bici y de fomentar en mayor grado el uso de la bicicleta en entornos urbanos. Especialmente los 10.000 europeos que esquivarían una muerte prematura.

Imaen | David Marcu/Unsplash

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