Una lucha trascendental: cómo detener a Jair Bolsonaro en su intento por destruir el Amazonas

Una lucha trascendental: cómo detener a Jair Bolsonaro en su intento por destruir el Amazonas
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Con la toma de posesión del nuevo presidente de Brasil, [Jair Bolsonaro][1], son muchos los que están preocupados por el ritmo de deforestación en la Amazonia. De hecho, existen [buenos motivos para preocuparse][2] sobre el gobierno de Bolsonaro. Pero existen varios factores, tanto nacionales como internacionales, que podrían limitar su capacidad para causar daños medioambientales.

Primero las malas noticias: Parece que para Bolsonaro y su gabinete las preocupaciones medioambientales son un obstáculo para el desarrollo del país. Por ejemplo, el nuevo ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, afirmaba que el cambio climático era un "asunto secundario" y recientemente ha sido condenado en los tribunales por [trato de favor fraudulento a empresas mineras][3] cuando era Secretario de Estado de Medio Ambiente en Sao Paulo.

Bajo el liderazgo de Salles, el ministerio probablemente sufrirá recortes presupuestarios y ya se han eliminado varios [departamentos clave][4].

No solo eso, sino que Bolsonaro ha dicho que quiere limitar la capacidad de IBAMA (la agencia de protección forestal) para que no pueda multar a individuos y empresas que [talen árboles y contaminen ilegalmente][5]. Aunque la tasa de deforestación en la Amazonia brasileña se ha visto reducida en términos generales ([aproximadamente un 75%][6] entre 2004 y 2017), ha vuelto a subir incluso antes de que Bolsonaro asumiera el poder.

Entre agosto de 2017 y julio de 2018, se estima que la deforestación sufrió un aumento del [13,7%][7].

Bolsonaro Amazonas 2 (Neil Palmer/CIAT)

Bolsonaro también publicaba un [tweet][11] recientemente en el que decía que quería liberar a la agricultura brasileña de su dependencia sobre la importación de fertilizantes (un 75% procede del extranjero). Sin embargo, la minería necesaria para la producción de fertilizantes en el país supondría más daños para el medio ambiente. Por ejemplo, se ha descubierto hace poco un gran [depósito de potasio][12] (material utilizado en la fabricación de fertilizantes) en la cuenca del río Madeira en la Amazonia.

Parece que el nuevo presidente también está a favor de construir de nuevas presas (hay propuestas para la construcción de [334 presas][13] en la Amazonia) e incluso se ha distanciado del compromiso de Brasil hasta ahora para acoger la próxima conferencia de la ONU sobre el clima este año.

Además, en su primer día en el cargo, Bolsonaro firmó una medida provisional con la que transferir poderes para delimitar las tierras indígenas del ministerio de justicia [al ministerio de agricultura][14], haciendo que sea poco probable (tal y como prometió en su campaña electoral) la creación de nuevas reservas indígenas durante su mandato.

El movimiento ecologista de Brasil

Pero Bolsonaro se enfrenta a algunas limitaciones.

El nuevo presidente habla como si la agroindustria y la protección del medio ambiente fueran incompatibles y parece querer sacrificar el medio ambiente por el bien de la agricultura, la minería y la explotación forestal. Sin embargo, no es el único con voz y voto y habrá quien tenga en cuenta la visión de que una agricultura sostenible que respeta la biodiversidad es mejor tanto para las perspectivas de desarrollo de Brasil como para el clima global.

Bolsonaro Amazonas 3 (Eraldo Peres/AP)

Antes de su toma de posesión, Bolsonaro quería subordinar el ministerio del medio ambiente al ministerio de agricultura, pero fue persuadido a abandonar esta idea, debido en parte a las críticas de [las ONG ecologistas][15] y [de los funcionarios públicos federales][16]. Alguna partes del sector agrícola incluso se manifestaron en contra porque temen que su imagen internacional y su acceso a los mercados, especialmente a la Unión Europea, puedan verse perjudicados por el hecho de estar [vinculados a la deforestación][17].

Brasil también cuenta con un movimiento ecologista que es tan antiguo como sus equivalentes en Europa y América del Norte. La fuerza de este movimiento fue lo que aseguró que la constitución de 1988 del país tuviera varias [salvaguardas ecológicas][18] en vigor, incluyendo áreas de conservación, reservas indígenas y el sistema de licencias ambientales.

José Lutzenberger, [pionero sobre el medio ambiente][19] y ex ministro de medio ambiente, ayudó a organizar la conferencia Eco 92 en Río y a delimitar la gran reserva indígena yanomami.

Bolsonaro Amazonas 4 (NASA)

La conferencia de Río fue parte de un proceso que finalmente tuvo como resultado el Acuerdo de París de 2015, donde la participación brasileña fue importante. Durante sus últimos días en el cargo, el presidente saliente Michel Temer entregó un informe a su sucesor donde recomendaba que Brasil permaneciera en el Acuerdo de París y persiguiera el objetivo de lograr una [economía con cero emisiones de carbono][20] para 2060.

Presiones desde el extranjero

Los actores externos también pueden meter presión al gobierno de Bolsonaro. Por ejemplo, el gobierno de Noruega ha aportado el 93% del dinero desembolsado por el Fondo Amazonia para 102 proyectos diferentes, algo que supone [cientos de millones de dólares][6]. Dichos fondos proporcionan incentivos para aplicar leyes medioambientales y crear formas de vida sostenibles en la selva tropical.

Las contribuciones noruegas tienen como cláusula mantener el ritmo de deforestación bajo unos límites, un hecho que fue [recordado a Temer por sus anfitriones][2] durante una visita a Oslo en junio de 2017.

Es probable que el gobierno de Bolsonaro actúe discretamente para lograr algunos de sus objetivos. Además de quitarle peso al Ministerio de Medio Ambiente también podría indicar extraoficialmente a los gobernadores estatales y a las delegaciones del congreso que las leyes relativas a la deforestación ya no serán aplicadas de forma tan rigurosa.

Bolsonaro Amazonas 5 (Neil Palmer/CIAT)

De ahí que lo importante para los observadores sea observar lo que pasa sobre el terreno y las organizaciones civiles y los periodistas de la Amazonia que trabajan para publicaciones como [InfoAmazonia][22] y [O Eco][23] sean las mejores fuentes de información, puesto que cuentan con apoyo desde el extranjero. Por ejemplo, el Centro Pulitzer está ayudando a la causa con un [Fondo de Periodismo de la Selva Tropical][24], financiado por el gobierno noruego, que ofrece subvenciones a aquellos periodistas que informen sobre la deforestación.

El ministro de Asuntos Exteriores de Brasil, Ernesto Araújo, [afirma][25] que las iniciativas como el Acuerdo de París de 2015 son liberales, "globalistas" y forman parte de una gigantesca máquina propagandística "marxista cultural". Según esta perspectiva, las ONG internacionales y los gobiernos extranjeros están violando la soberanía brasileña al interferir en la Amazonía.

Sin embargo, se trata de una cortina de humo, puesto que en el Acuerdo de París el gobierno brasileño se comprometió voluntariamente a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 37% para 2025 y en un 43% para 2030, con 2005 como año de referencia. El [Foro Brasileño de Cambio Climático][26] donse se creó dicho compromiso contó con el aporte de 340 organismos gubernamentales, empresas, ONGs y personas del mundo académico.

Bolsonaro Amazonas 6 (Sam Beebe/Flickr)

Además, el país ya cuenta con varias ventajas a la hora de transitar hacia una economía de baja emisión de carbono, incluyendo energía relativamente limpia y 60 millones de hectáreas de pastizales degradados que [podrían ser reforestadas][20].

La preservación de la selva amazónica es de importancia vital para el planeta y son muchas las personas en Brasil que así lo desean, rechazando la noción de que el desarrollo y la protección del medio ambiente sean mutuamente excluyentes y apoyando la reorientación de la economía amazónica hacia formas de vida sostenibles. Queda por ver si su visión prevalecerá en los próximos años.

The Conversation

Imagen: Andre Borges/AP

Autor: Anthony Pereira, King's College.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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