La explicación psicológica por la que (casi todos) los conductores odian a los ciclistas

Ciclistas
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Una versión anterior de este artículo fue publicada en 2016.

Hace algunos años el estado de Nueva Gales del Sur, Australia, agravó las multas de tráfico para los ciclistas. Tras la reforma, conducir una bicicleta de forma "feroz, imprudente o negligente" se penaba con hasta $425 (frente a los $70 anteriores). Para hacerse una idea, muchas de estas multas acarreaban las mismas consecuencias que conducir un coche a 80 km/hora por una zona limitada a 60 km/h ($446, aproximadamente).

El uso de la bici se ha vuelto a poner de moda en muchas ciudades durante los últimos años. En el camino, una parte de la población urbana los interpreta como un problema o como una amenaza, percibiendo un aumento de los incidentes en los que hay ciclistas involucrados. Echar un vistazo a cualquier artículo en prensa sobre carriles bici, reformas del reglamento o pacificación de calles antaño dedicadas al coche permite ver hasta qué punto los puntos de vista sobre el asunto están polarizados.

Como consecuencia, los gobiernos estatales han incrementado las multas para los ciclistas que incumplan las normas, poniéndolos a la alturas de los conductores. La mayor parte de los debates sobre las leyes gira en torno al argumento de la seguridad. La suposición implícita de que hasta ahora el comportamiento de los ciclistas no ha sido seguro: un reclamo que se puede considerar falso. Lo que nos lleva a una pregunta pertinente:  ¿por qué odian los conductores a los ciclistas?

Los estudios han demostrado que la percepción de los viandantes sobre el peligro de los ciclistas es mucho mayor que el riesgo actual. De hecho, el riesgo es tan mínimo que las regulaciones a nivel ciclista-viandante no se han incluido en los nuevos reglamentos. En la mayor parte de los accidentes en los que se ven involucrados coches y ciclistas, la culpa es del conductor. Aunque algunos ciclistas no cumplen las normas, la mayoría no son una amenaza. Si bien en el debate sobre las nuevas políticas está claro que existe un porcentaje importante de la población que tiene importantes recelos sobre el aumento del número de ciclistas.

(Febiyan/Unsplash)

Con el fin de identificar exactamente cuáles son las fuentes de frustración para los conductores, llevamos a cabo un estudio en 2015 para examinar un rango de veintiséis comportamientos a los que los conductores se tienen que enfrentar a diario, estableciendo una escala de los más frustrantes a los menos frustrantes. Los ciclistas aparecieron en el top cinco de situaciones molestas gracias a "circular dos a la vez por un mismo carril", una práctica habitual entre los cicloturistas periurbano. Esta práctica es legal en muchos países, pero genera una imagen poco positiva del colectivo.

En términos generales, otros comportamientos de los ciclistas (por carreteras generales y autovías, adentrarse por la fila de coches ante un semáforo, cruzar en rojo) no suponen una gran frustración para los conductores. Teniendo en cuenta que los ciclistas apenas representan una amenaza para los viandantes y que no suelen ser la causa de los accidentes con vehículos, ¿puede que los problemas relacionados con los ciclistas sean exagerados?

Los sesgos contra los ciclistas

La mayor parte del debate sobre las normativas se centra en la percepción de que los ciclistas son unos oportunistas (gente que se beneficia de algo por lo que no paga), pero no es el caso de los ciclistas: si tuvieran vehículos a motor tendrían que pagar los mismos impuestos que los conductores. El desgaste que hacen los ciclistas en las infraestructuras es insignificante (algo que hemos visto en ocasiones anteriores a cuenta del inexistente "Impuesto de Circulación" en España).

De hecho, los ciclistas pueden mejorar la situación de los conductores al transportar el mismo número de personas que algunos coches usando mucho menos espacio. La realidad es que todos los usuarios de las carreteras son unos oportunistas. Por poner un ejemplo: Australia se gastó un total de $20.000 millones en el mantenimiento de carreteras. El déficit relacionado con esto en España asciende a los €8.000 millones. En ninguno de los casos la recaudación exclusiva del vehículo a motor lo cubre. Esto significa que una parte importante del mantenimiento lo sufragan ciudadanos que no utilizan las carreteras (y de ahí el debate sobre los peajes).

¿Podría ser porque los ciclistas ralentizan el tráfico? No hay suficientes estudios como para sacar conclusiones definitivas pero de forma anecdótica podemos decir que pese a que un coche tenga que decelerar es raro que alguno de estos incidentes aislados signifique importantes retrasos para el conductor, sobre todo si tenemos en cuenta que siempre se van a encontrar con semáforos u otras retenciones momentos más tarde, por lo menos en las zonas urbanas (hay experimentos que ilustran cómo moverse por ciudad es más rápido en bicicleta que en coche, de hecho).

(Clem Onojeghuo/Unsplash)

Muchas veces los conductores tienen una noción distorsionada del tiempo, pensando erróneamente que el resto de carriles van más rápido que el suyo. En términos generales, la gente es demasiado sensible al tiempo que pasa esperando o haciendo cola y muchas veces exageran sobre la duración de un retraso. Ir en bicicleta resulta muchas veces más rápido para moverse entre dos puntos y si tenemos en cuenta todo el tiempo invertido con cada método de transporte. Muchas veces los vehículos a motor son inferiores a las bicicletas o a otros medios de transporte.

Otra explicación psicológica para la aparente aversión a los ciclistas es que, para la mayoría de los conductores, los encuentros con los ciclistas son diferentes de lo esperado. Los conductores están acostumbrados a preocuparse por lo que hacen el resto de vehículos y muchas veces no ven o no reaccionan a los ciclistas. Cuando ocurren incidentes negativos, esto significa que el conductor le echará la culpa al ciclista por estar donde "no debería" en vez asumir la culpa de sus acciones como conductor.

Esto se suma a otro error humano fundamental conocido como prejuicio situacional: el hecho de tener un enfrentamiento con una bicicleta es menos probable, de ahí que sea más memorable. Esto hace que los conductores sobrestimen la probabilidad de otro incidente en el futuro.

En general, el debate ciclista versus conductor es un ejemplo clásico de un debate la mayoría contra la minoría. Los conductores son los usuarios dominantes de las carreteras y son mayoría: aceptan a aquellos que también son parte del grupo y están más dispuestos a perdonarles. Por otra parte, los ciclistas son la minoría y están considerados como una amenaza. Están sujetos a ser deshumanizados y a la atribución del grupo equivocado, donde el fallo de un ciclista es visto como algo representativo de todo el grupo ("ese ciclista se ha saltado un semáforo en rojo" pasa a ser "los ciclistas se saltan los semáforos en rojo").

Al percibir al resto de usuarios de la carretera como rivales, estamos generalizando sobre cómo tratarlos, pese a que nuestras suposiciones no podrían ser menos ciertas. En el debate sobre las nuevas normativas la mayor parte de las opiniones negativas sobre los ciclistas no están basadas en hechos, sino en sesgos inherentes que tenemos como humanos. Como muestra nuestra encuesta, al ser preguntados, muchos conductores admiten que les molesta más el comportamiento de otros conductores que el de los ciclistas. Aunque se quejen más de los primeros.

Imagen: Nomadic Julien

Autor: Matthew Beck, Catedrático en Gestión de Infraestructuras, Universidad de Sydney.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

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