¿Por qué se nos ocurren grandes ideas en la ducha (y otras cosas sobre la creatividad)?

¿Por qué se nos ocurren grandes ideas en la ducha (y otras cosas sobre la creatividad)?
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Estás en la ducha, levantas la cara hacia arriba, cierras los ojos. Notas como se desliza el agua por todo tu cuerpo y ¡BAM! Se lió la gozadera… quiero decir, se te ocurre una idea, LA IDEA: eso que te tenía dándole vueltas en el trabajo, la fórmula de la Coca-Cola o, quién sabe, descubres el sentido de la vida en un bote de champú vacío.

Desde que Arquímedes se paseara desnudo por Siracusa gritando aquello de ‘Eureka’ sabemos que el agua, las sales de baño y el jabón tienen mucho que ver como la creatividad. Pero, en fin, ¿Cómo es eso posible?

Pájaros en la cabeza

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La obsesión actual con la productividad personal nos dice que lo importante es el “focus”: hay que estar concentrado, atento, completamente centrado en la tarea que nos ocupa porque esa es la mejor forma de trabajar.

Nos han enseñado a usar el cerebro como el que va a pasear al perro: con la correa puesta.

En cambio, como nos dice Sawyer (2006), un psicólogo de la Universidad de Carolina del Norte, la investigación apunta a que la creatividad nos suele pillar haciendo algo repetitivo y monótono: fregar los platos, picar cebolla o sexar pollos. Ese tipo de tareas, que no requieren muchos recursos cognitivos, permiten darle una vuelta a ciertas ideas en contextos distintos.

Siempre se ha sido muy crítico con aquello de tener 'pájaros en la cabeza'. No es ninguna tontería: Desde una perspectiva evolucionista, parece totalmente contraproducente e incluso disfuncional porque compromete el rendimiento de las personas.

Sin embargo, hay un trabajo de Baird (2012) que muestra que 'los pájaros en la cabeza' permiten abordar problemas complejos y que esta característica puede haber ayudado a los humanos cuando la supervivencia dependía de soluciones creativas.

"Al contrario de lo que pensamos", nos dice John Kounios, "es posible que la mente errante sea tan común porque la evolución la ha seleccionado para que con el tiempo. Aunque antes de llegar a esa conclusión, tenemos que ver si está determinada genéticamente".

Un ejemplo baloncestístico

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En realidad, tampoco necesitamos una explicación genética o evolucionista para apreciar el valor de pisar el freno y desconectar de vez en cuando. Como decíamos en Xataka es una de esas cosa que mejoran nuestra productividad.

Aunque pueda parecer australiana, la idea de eliminar los pájaros de nuestra cabeza parece tener mucho que ver con las necesidades sociales del mundo industrial. No se trataba de buscar (o de educar) personas altamente creativas, sino de tener buenos y fiables recursos humanos.

Hoy que estamos inmersos en aquello que se llama la 'economía creativa', puede ser que nuestra ornitofobia estuviera injustificada. Cada vez hay más estudios que relacionan la creatividad y la facilidad para despistarse (Carson, 2012; Frank, 2006).

Permitidme hacer un pequeño juego para ilustrar como funciona la creatividad. Mirad el siguiente vídeo y contad el número de veces que los jugadores vestidos de blanco se pasan el balón de baloncesto. Prestad atención para que no se os escape ninguno.

Si habéis contado 15 pases, lo habéis hecho bien. Y además, como también os dice el vídeo, no habréis visto al gorila. Y mira que es grande. ¿Verdad que no?

De la misma forma que en este ejemplo, las situaciones a las que nos enfrentamos tienen reglas aunque éstas sean implícitas. Eso hace que muchas veces, concentrarnos en una situación hace que no veamos el resto de cosas que pasan a nuestro alrededor.

Al distraernos, de repente, aparecen gorilas en medio de la sala. Esa es la clave de la creatividad.

Cansados, relajados y distraídos

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A la distracción y al aburrimiento, la ciencia le suma dos cosas que también ayudan a impulsar la creatividad: la primera es la relajación y la segunda, el cansancio. Hay un curioso estudio de Wieth y Zacks (2011) que habla de los efectos del día (y los ritmos circadianos) sobre la creatividad. Las conclusiones son muy interesantes pues sugiere que cuando estamos cansados somos mejores pensando creativamente. Paradójicamente, las condiciones menos óptimas son lo más óptimo.

¿Cuántas soluciones se habrán encontrado tras un pequeño descanso a las 4 de la mañana? ¿Cuántos equipos de gente cansada, distraída y medio dormida no habrá salvado el mundo? Para que luego digan que la ciencia no nos da buenas noticias: la mejor estrategia para ser creativos es pasar un rato al final del día con aquellos que nos hacen sentir bien. Lo que yo llamo un win-win.

Imágenes | Morgan, Will Folsom

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