¿Cuánto debo dormir según la ciencia y qué le pasa a mi cuerpo si no lo hago?

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"Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto". Alguien tiene que decirlo: la realidad ha jubilado a Kafka. A día de hoy, es más verosímil que una persona se transforme en un insecto que que un agente comercial de veintitrés años como Gregor Samsa duerma por las noches. Y eso sí que es kafkiano.

Como los años nuevos, los septiembres son especialmente fértiles para las listas de propósitos, ideas y buenas intenciones. Por eso, desde Magnet, queremos aportarte el 'buen propósito' que debería estar en todas y cada una de esas listas: dormir. A pierna suelta, si es posible.

Muchos estaréis pensando que ya "dormiremos cuando estemos muertos". Algo que, además de una canción de Blessthefall, parece el lema oficioso de toda una generación de usuarios matutinos de transporte público. Dormir está sobrevalorado porque, total, ¿Qué podría pasar por descansar un par de horitas menos? Veámoslo.

Prácticamente nada [Modo Ironía: ON]

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Abróchense los cinturones: La falta de sueño está relacionada con la pérdida de hasta un 10% de la nuestra precisión motora y un deterioro importante de nuestra capacidad de percepción; con el debilitamiento del control emocional (nos hace más irascibles y menos empáticos); y con serios problemas en nuestra capacidad para pensar, aprender y tomar decisiones. Como veremos más tarde, esto tiene implicaciones importantes para la productividad personal y el rendimiento escolar.

Además, nos volvemos más propensos a tener problemas metabólicos y endocrinos (con efectos similares a los del envejecimiento), inmunológicos (al impedir el correcto funcionamiento de sistema inmune), oncológicos (con especial incidencia en el cáncer de mama) o cognitivos; aumenta nuestra probabilidad de tener diabetes, obesidad, demencia o enfermedades cardiovasculares. Hay pocas cosas tan comunes como no dormir que tengan tantos efectos potenciales en nuestra salud.

Ya sabéis que yo soy muy fan de morfeo (tanto del Dios como del Capitán), pero es que 'no dormir' es, para entendernos, como ir a Saber y Ganar con un lóbulo cerebral atado a la espalda; apuntarse a la UFC siendo cinturón blanco de judo; o, mejor aún, exactamente igual a hacer tareas borracho como una cuba.

Dos copas de más = dos horas de menos.

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Sí, sí, habéis leído bien. Las consecuencias físicas, motoras y psicológicas de no dormir durante 28 horas seguidas son equivalentes a llevar una tasa de alcohol en sangre superior a la permitida para conducir (Williamson y Feyer, 2000).

La privación del sueño nos emborracha.

La idea que está detrás de los tests de alcoholemia (una idea además por la que son bastante criticados) es que el alcohol en sangre afecta a nuestra coordinación, atención, rapidez y otras muchas cosas. La privación del sueño nos emborracha.

Éste es un dato curioso, pero que no parece preocupar a la gente. Al fin y al cabo, normalmente no pasamos más de 24 horas sin dormir. La sorpresa viene cuando descubrimos que no es necesario: según Josna Adusumilli, neuróloga de la universidad de Harvard, el estado físico y psicológico de dormir seis horas al día durante doce días es muy parecido al que se tendría de haber estado un día entero sin dormir.

Educados para el inmsomnio

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En términos generales, un adulto necesita ocho horas diarias de sueño; un bebé, unas trece y un adolescente, unas nueve horas y media. Precisamente en la adolescencia es cuando empiezan a educarnos para el insomnio.

"No es solo la pérdida de sueño. Es la ruptura de los ritmos circadianos" dice Judith Owens, directora del Center for Pediatric Sleep Disorders del Hospital Infantil de Boston. "Ellos tienen que despertarse con sus cerebros les dicen que deberían estar profundamente dormidos. Despertar a un adolescente a las 6 de la mañana es como despertar a un adulto a las tres de la noche".

Desde la adolescencia, empiezan a educarnos para el insomnio.

Por una mezcla de razones fisiológicas, hormonales y sociales, durante esta fase del desarrollo los adolescentes se convierten en 'aves nocturnas': sus horarios de dormir y despertar tienden a retrasarse. Romper esos ciclos afecta a las funciones cognitivas y emocionales alterando la toma de decisiones, las reacciones emocionales y otro buen número de actividades básicas. Hay quien incluso, ve en los patrones anómalos de sueño una de las explicaciones del TDAH, pero ahí habría muchas cosas que decir. Lo que parece claro es que hasta un retraso de media hora los resultados son asombrosos.

Cómo entrenar a nuestro dormilón interior

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Dormir mal hace que la 'inercia del sueño' (el aturdimiento que nos acompaña cuando nos levantamos) nos pueda acompañar durante todo el día. Un jet lag permanente que hace que disminuya nuestra productividad, nuestra capacidad de relacionarnos con los demás y, como consecuencia, nuestra felicidad, que dirían los psicólogos positivos.

Hay algunas "reglas" sencillas que nos ayudan a reeducar y entrenar a nuestro dormilón interior.

  • Crear y mantener una rutina de sueño. Tratar de ser consistente con las horas de dormir y despertar de tal forma que los ritmos circadianos acaben por regularse de forma natural.
  • Integrar las siestas de una forma inteligente en esa rutina.
  • No realizar tareas muy estresantes (o ejercicios intensos) durante las dos horas previas a ir a dormir.
  • Crear un ambiente oscuro, tranquilo y confortable en el dormitorio.
  • Si es necesario, practicar técnicas de relajación que nos ayuden a conciliar el sueño.

Pero lo más importante es, sin lugar a dudas, es empezar a tomarnos en serio la importancia de dormir.

Hacia una cultura del sueño

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Las mañanas de cualquier ciudad del mundo son un monumento a lo poco que le importa el sueño a esta civilización global y conectada. Hemos creado una cultura de neón, ritalín y cafeína; una sociedad 'que nunca duerme'; un mundo sin sueño(s).

Un minuto dormido no es un minuto perdido, es un minuto recuperado.

Entra dentro del guión. Ya hemos defendido que dormir es un acto profundamente cultural. Y por eso, gran parte de los problemas solo pueden resolverse si iniciamos una reflexión social seria sobre cómo respetar los horarios de sueño y descanso. Tanto en el colegio (donde tenemos evidencia que apunta a que mejores horarios son mejores resultados y mejores experiencias) como en la vida adulta.

No es que en los sueños encontremos un mundo enteramente nuestro, es que sin el sueño sencillamente no hay mundo.
Imagen | peasap, danhollisterduck

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