¿El calentamiento global está haciendo enfermar la vida marina?

¿El calentamiento global está haciendo enfermar la vida marina?
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El calentamiento global está alterando los océanos de muchas formas distintas. Algunos de los efectos han sido cubiertos por los medios de comunicación, como el deshielo de los polos, el aumento del nivel del mar o el calentamiento de los océanos. Sin embargo, al calentarse los océanos, los científicos marinos han descubierto otros tipos de daños.

Mi investigación se centra en las enfermedades de los ecosistemas marinos. Los humanos, los animales y las plantas están sujetos a padecer enfermedades producidas por bacterias, virus, parásitos y hongos. Si bien las enfermedades marinas son un campo emergente.

Los agentes infecciosos tienen el potencial de alterar la vida en los océanos de muchas maneras: algunos amenazan la seguridad alimentaria atacando algunas especies comerciales importantes, como es el caso del salmón. Otros, como las bacterias en las ostras, pueden ser directamente dañinos para la salud. Si bien los hay que dañan valiosos ecosistemas marinos: sobre todo las barreras de coral.

Para prever y reaccionar ante estos problemas, necesitamos entender mejor estas enfermedades marinas y de qué manera afecta el cambio climático a su formación y distribución.

El calentamiento de las aguas promueve las enfermedades marinas

Estudios recientes demuestran que en algunas especies marinas cada vez hay más enfermedades. El cambio climático también puede fomentar la propagación de agentes infecciosos en los océanos. En particular, el calentamiento de la temperatura del agua puede expandir el rango de estos agentes e introducir enfermedades en áreas donde hasta ahora eran desconocidos.

Muchas de las enfermedades en las especies marinas son infecciones oportunistas secundarias que se aprovechan cuando un organismo está estresado por otros factores, como pueden ser los cambios en el pH, la salinidad o la temperatura. Una bacteria que está inactiva (y por lo tanto no infecciosa) a una determinada temperatura puede activarse con un pequeño cambio de temperatura.

Un ejemplo bien documentado es la aparición de la epizootia en el caparazón de las langostas en Estados Unidos. Esta enfermedad, que se cree está causada por bacterias, se caracteriza por lesiones que penetran desde la superficie del caparazón de una langosta hasta su carne, haciendo que las langostas no sean aptas para la venta. Esta enfermedad también puede matar a la langosta haciendo que sea difícil mudar el caparazón para poder crecer.

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Una langosta estadounidense con epizootia en el caparazón, para_sight/flickr

En los 90, tras una década de temperaturas superiores a la media durante el verano, la enfermedad afectó a tantas langostas que la Comisión de Pescadores de los Estados Unidos declaró que la pesca en la región de Nueva Inglaterra se había derrumbado y recomendaba cerrarla. Los modelos de pesca con la enfermedad del caparazón eran una prueba convincente de que la enfermedad era un factor importante en el declive de la oferta. Este episodio subraya la importancia de tener en cuenta las enfermedades marinas en las regulaciones sobre la pesca.

El sector está preocupado de que la enfermedad se siga expandiendo hacia el norte hasta la región de Maine, donde la pesca es una actividad económica importante. En 2015 el Golfo de Maine registró niveles récord de cantidad de langostas, convirtiéndolo en una de las zonas más productivas del mundo.

Sin embargo, la temperatura de la superficie del océano en el Golfo de Maine ha aumentado más rápido que el resto del 99 por ciento del océano durante la última década, con un calentamiento tres veces superior a la media global. Puesto que la temperatura es un factor primario en la propagación de esta enfermedad, los observadores temen que pudiera tener efectos devastadores en la pesca de la langosta de Maine.

Una bacteria que está inactiva (y por lo tanto no infecciosa) a una determinada temperatura puede activarse con un pequeño cambio de temperatura

También existe el riesgo de que la enfermedad se extienda de las langostas estadounidenses a otras regiones de pesca. Los mayoristas de la pesca llevan años exportando langostas vivas a Europa, algo que podría resultar en que alguna se escape. El verano pasado, la Organización de Gestión Marina del Reino Unido ponía en sobreaviso al sector de la pesca del Reino Unido de que la enfermedad se podría propagar entre las especies europeas, puesto que comparten hábitats y alimentación similares a las americanas.

Como estudiante de doctorado en la Universidad de Swansea, Reino Unido, he colaborado con el acuario de Boston para investigar dicha posibilidad. Si bien descubrimos que las langostas europeas tienen más probabilidades de desarrollar la enfermedad del caparazón si son criadas con la presencia de langostas americanas, parece que adquieren una enfermedad diferente.

Esto significa que las langostas europeas podrían estar mejor preparadas para enfrentarse a la enfermedad. Aunque teniendo en cuenta que la temperatura de la superficie del mar de la costa del Reino Unido ha estado subiendo desde los 80 aproximadamente 0,2-0,9 grados por década, es importante controlar la enfermedad en las aguas británicas.

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Langostas europeas con enfermedad del caparazón media, inexistente y severa. Andrew Rowley/Swansea University

Enfermedad tropical

Ahora estoy estudiando el virus Panuliris argus_1 (PaV1) en la langosta del Caribe, donde la situación es más grave. Descubierto aproximadamente en el 2000, el virus está presente desde las costas de Florida hasta Venezuela. Puede llegar a infectar a un 60 por ciento de langostas en algunas zonas. Los estudios de laboratorio indican que las langostas en aguas calientes expuestas al virus PaV1 desarrollan infecciones activas y más intensas mucho más rápido que aquellas en aguas con temperaturas inferiores.

Los estudios de 1982 a 2012 demuestran el calentamientos de las aguas en el Caribe, con el aumento más importante durante los últimos 15 años: aproximadamente el periodo en el que surge el virus. De seguir propagándose, el PaV1 podría tener efectos importantes en la salud de los arrecifes caribeños como conjunto, así como en la valiosa pesca del Caribe.

Controlando más enfermedades

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Coral afectado por la enfermedad de la banda negra, Bahamas

Son muchas las especies que también están mostrado un aumento de los efectos de las enfermedades marinas. La frecuencia de enfermedades corales ha aumentado de forma significativa durante los últimos 10 años, causando mortalidad generalizada en el coral que forma el arrecife, hogar de más del 25 por ciento de todas las especies marinas.

En el Pacífico, más de 20 especies de estrellas marinas han sido devastadas por una enfermedad degenerativa que iba desde México hasta Alaska en 2013 y 2014. Las investigaciones sugieren que acabó con un 90 por ciento de algunas poblaciones y que algunas poblaciones adultas se han visto reducidas a un cuarto de su número.

Los científicos creen que la causa es un virus que está más activo en condiciones más calurosas. Tanto en los estudios de campo como en los experimentos en el laboratorio, las estrellas de mas reaccionaban más rápido a la enfermedad en aguas más calientes que en aguas más frías.

La frecuencia de enfermedades corales ha aumentado de forma significativa durante los últimos 10 años, causando mortalidad generalizada en el coral que forma el arrecife

A medida que los océanos se siguen calentando, es crucial entender cómo afectan nuestras acciones a la vida marina. Algunas especies no sobrevivirán al ascenso de la temperatura. El último informe estadounidense sobre el cambio climático prevé que la aparición de enfermedades marinas probablemente vaya a ser más frecuente y severa a medida que el agua se calienta debido al cambio climático. Los investigadores están trabajando por todo el mundo para determinar si las especies sobrevivirán y de qué manera a los océanos cada vez más alterados.

Charlotte Eve Davies, Investigadora Postdoctoral en el Instituto de Ciencias del Mar y Limnología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Foto | iStock, James St. John

The Conversation

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