Un hamster "maltratado", una obra de teatro censurada y una enorme rajada del director

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"Que quede claro ya desde la primera línea: sois rematadamente tontos". Tan cálido mensaje de bienvenida recibe a cualquier usuario al entrar por primera vez en la página web de Rodrigo García, director de teatro hispano-argentino. El motivo de su franca exposición es simple: su obra, al menos una obra suya, ha sido, según él, terriblemente malinterpretada. La consecuencia más directa la hemos visto hoy: Arrojad mis cenizas sobre Mickey, que así se llama, ha sido censurada en Madrid.

Situémonos para entender por qué un señor del que seguramente no habías oído hablar te está llamando tonto. Rodrigo García es un polémico director de teatro que se sale con notoria frecuencia de lo convencional. Desde sus inicios en el teatro, parte de ellos radicados en Madrid, García ha apostado por puestas de escena provocadoras, performances fuera de lo común, escenas desagradables e impactantes para el público y un ánimo provocativo, voluntario o involuntario.

En sus obras, García experimenta con animales. A algunos los mata. El episodio más polémico (y el único en el que desgaja la vida a un bicho) se remonta a 2006, cuando en 'Accidens' un actor cocina y se come a un bogavante

En sus obras, García experimenta con animales. A algunos los mata. El episodio más polémico (y el único en el que desgaja la vida a un bicho) se remonta a 2006, cuando en Accidens. Matar para comer un actor coloca un bogavante vivo sobre la mesa, lo mata, lo limpia, lo cocina y se lo come. Tan espantosa imagen, cotidiana para una mayoría de españoles, contó con un recibimiento amargo. El público se enfadó, pidió su censura y, en efecto, su censura llegó poco después.

Ocho años después, García, en esta ocasión como director del Centro Dramático Nacional de Montpellier, trató de volver a representar la obra. En Francia. La reacción que provocó su anuncio fue semejante a la que causó en su día su puesta en escena en Cataluña: polémica e indignación de algunos sectores que asumían como inconcebible quitar la vida a un animal en directo, por más que dicha acción sea habitual en las cocinas francesas o en las televisiones españolas.

Surgió incluso una recogida de firmas en la que se pedía, de nuevo, su censura. García no aguantó más y estalló, escribiendo esta carta abierta a quien quisiera sentirse aludido.

Hay más de veinte mil firmas para una petición que no dice más que falsedades. Os dejáis manipular por desconocidos: sois rematadamente tontos.

¿Qué tiene la comunicación por las redes sociales que la hace creíble, veraz, per se? Sociólogos de hoy: ¡aquí tenéis un buen tema!

Hay algo de inmediatez, algo irreflexivo, algo que provoca una reacción urgente y torpe, por no estudiada, por no confrontada con otras fuentes.

Ya no queremos descubrir nada, porque descubrir por nosotros mismos cansa, ensucia, agota.

Ahora queremos que nos digan a qué debemos adherirnos y a qué debemos decir no. Y siempre igual: una firmita o un me gusta o no me gusta. Lo dicho: que no nos lleve esfuerzo.

En la carta, García hablaba sobre algunos de los mitos incluidos en la recogida de firmas, todos ellos referentes a un supuesto maltrato continuado de los derechos de los animales.

Y ahora vamos al grano, a la carta de petición de prohibición de mi obra.

¿Qué es eso de un pez en una licuadora en una obra mía? Contado así, se da por supuesto que yo he destrozado un pececito en una licuadora delante del público. Me daría asco y vergüenza de mí mismo algo así (aunque lo toleraría en otros artistas, que considero libres y responsables. Si yo veo eso en una performance, me marcho en silencio porque no quiero verlo y se acabó).

Pues bien: no maté ningún pez en una licuadora. Y resulta que recibo amenazas de gente que me dice: a ti deberíamos hacerte lo mismo. Estas personas extremadamente violentas son, ante todo, insisto, rematadamente tontas. Se creen lo que hay escrito en una carta que circula como loca por la red.

Y con relación a los hamsters en mi pieza Mickey (que también aparecen señalados en la famosa carta de petición): sí, es verdad, hay 4 hamsters que nadan en un acuario.

El actor los coloca en el agua y deja que cada uno nade no más de 10 segundos y los retira del agua dejándolos a la vista del público, que comprueba como los hamsters están exactamente igual que antes solo que mojados, como cuando llueve y se mojan, como cuando van por las alcantarillas de la ciudad y deben nadar si los arrastra el agua.

Los hamsters nadadores a los que se refiere García en su texto son los mismos que, junto a varias ranas chapoteando sobre el barro, han motivado la censura parcial de Arrojad mis cenizas sobre Mickey. El resto de la obra continúa adelante. Se representa en el Teatro Valle Inclán de Madrid y estará en escena hasta el domingo. Tanto el Centro Dramático Nacional como el propio García han decidido seguir adelante a pesar de la mutilación de parte de la obra.

La otra opción era peor: continuar con las piezas ahora cercenadas, enfrentándose a multas de entre 600 y 100.000 euros. Varias asociaciones protectoras de animales estuvieron involucradas en el asunto. El gobierno de la comunidad, al parecer, tampoco estaba cómo con la idea.

¿Son rematadamente tontos aquellos que critican las obras de García? ¿Existe realmente maltrato animal en su teatro? ¿Se debe censurar, en ese caso? ¿Gana más notoriedad García que de cualquier otro modo con la censura?

La cuestión es, ¿son rematadamente tontos aquellos que critican las obras de García? ¿Existe realmente maltrato animal en su teatro? ¿Se debe censurar, en ese caso? ¿Gana más notoriedad García con esta polémica de la que nunca podría haber obtenido sin ella? Son preguntas tan viejas como la propia historia de las artes escénicas. De lo que no cabe duda es de que, ahora, más de un bogavante volverá a respirar tranquilo al saber que ya no se lo comerán sobre un escenario.

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