El navío de mujeres científicas que busca concienciar sobre la intolerable contaminación de los mares

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Las mujeres están infrarrepresentadas en las profesiones científicas (las conocidas como STEM), y también son amplia minoría en el mundo de la navegación. Emily Penn, capitana marítima con más de una década de experiencia náutica, y Lucy Gilliam, doctora en microbiología molecular, no estaban nada conformes con el deficiente estado de la presencia femenina en estos dos campos, así que aunaron sus conocimientos para crear la eXXpedition, una expedición marítima y performance reivindicativa que está llegando muy lejos, física y metafóricamente.

Mujeres contra el plástico: desde el 16 de noviembre de 2014 este barco propulsado por medios de bajo impacto medioambiental y ocupado por una tripulación permanentemente femenina, de 14 miembros, está surcando el Océano Atlántico recabando todo tipo de información científica y ambiental para conocer el impacto de la basura en nuestros cuerpos. 

¿Qué necesidad hay de un proyecto segregado? El primero, la visibilidad de las mujeres en estos campos copados por hombres. El segundo, las específicas consecuencias que tiene la visión integralmente masculina del impacto de los plásticos. 

Como denuncian en su web, históricamente los estudios sobre de efectos de productos químicos en la salud se han centrado en los efectos específicos en los hombres porque se creía que ellos formaban la mayoría de profesionales en riesgo de exposición química, algo que podrían rebatir las limpiadoras. Y además, como se ha ido viendo con los años, los químicos ya forman parte de nuestras vidas, tanto trabajes en empleos de fabricación de productos químicos como si no.

La transmisión madre-feto: también es importante resaltar la necesidad de investigar los efectos en las mujeres porque los estudios sobre sistemas reproductivos se hacían mayormente en cuerpos de varones, ya que sus sistemas son más sencillos de analizar y no están sujetos a tantos e incómodos cambios hormonales. Sin embargo esta deficiencia causa un agujero de seguridad en lo tocante a la transmisión biológica.

¿Y qué están investigando? La eXXpedition lleva años recogiendo muestras en suelo marino, superficie y aire de los océanos (sí, los microplásticos también están en el aire). Han navegado por la Isla de Basura del Pacífico, esa mancha de plástico del tamaño de cuatro Españas, han surcado el Ártico y el Caribe y planean llegar prácticamente a todas las grandes rutas de basura del mundo.

Los disruptores endocrinos: las investigaciones aún están en fases demasiado tempranas como para sacar grandes conclusiones, pero cada vez se disparan más alarmas entre la comunidad científica de que puedan existir químicos en nuestros plásticos cotidianos que logren imitar a nuestras hormonas. El riesgo está en que estos químicos “disruptores” alteren nuestros ciclos naturales y se alojen en nuestros cuerpos, sobre todo durante la pubertad y el embarazo, con efectos indeseados (deficiencias neurológicas, infertilidad, obesidad, subdesarrollo genital y más). Nos suenan, por ejemplo, el Bisfenol A, el éter difenil polibromado o los ftalatos, pero podría haber miles de ellos.

Bajo la superficie: lo preocupante no es que esto se haya detectado en un caso o dos, sino que hay muchísimos otros compuestos que no se han investigado en profundidad. Porque lo que advierten las científicas del eXXpedition es que durante décadas no se ha obligado a investigar los efectos de los microplásticos y los nanoplásticos en el ser humano antes de comercializarlos. 

La negligencia, consciente o involuntaria, ha sido brutal: antes tal vez no sospechaban que andaríamos tirando toneladas de plásticos que acabarían pulverizados y esparcidos por el océano. Se pensaba que no habría manera de que nos “comiésemos” esos materiales. Nuestro sistema altamente contaminante ha hecho que ahora la presencia de estos compuestos esté en el agua que nos vuelve en forma de lluvia o en los peces que nos comemos.

El Armagedón oceánico: Según Erik Solheim, jefe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, nos enfrentaremos a este escenario irremediablemente. Producimos 320 millones de toneladas de plásticos de todo tipo cada año, y de él no reciclamos ni el 90%. Para 2050 el plástico oceánico superará en masa a los peces, y entonces habremos llegado a un punto de no retorno.

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