¿Truco o timo? La técnica viral para pelar ajos ha desatado una encarnizada batalla en Internet

Ajos Truco
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Pese a que las leyendas sobre su origen se remontan al inicio de los tiempos, lo cierto es que aún hoy, consumida una quinta parte del siglo XXI, nadie sabe cuándo se originó la guerra de la tortilla de patata. La encarnizada batalla entre el Partido de la Cebolla y el Partido Anticebollista ha consumido a generaciones enteras de internautas, haciendo de una de las recetas más simples de la cocina española cuestión de agravio, honor y trincheras.

Pero todo en esta vida perece, y hoy Internet prefiere desangrarse en otras batallas. La última, de carácter internacional, tiene como protagonista a un escueto vídeo vertical de veintitrés segundos. En él, las manos de Valentina Bachkarova-Lord, una diseñadora de videojuegos canadiense, pelan una cabeza de ajo con envidiable sencillez. Introduce un pequeño cuchillo y extrae los dientes, limpios, uno a uno.

¿Qué clase de magia negra es esta? La pregunta, compartida por miles de cabezas pensantes en la red, ha provocado toda clase de quebraderos de cabeza y, probablemente, numerosos dedos amputados por accidente.

La mecánica se ha convertido en un hito viral (más de 22 millones de reproducciones en un puñado de días, múltiples medios de comunicación testando en sus propias carnes si el truco funcionaba o no). La clave reside en su simpleza. Coges un ajo, le clavas un cuchillo, sacas un diente. Y así hasta que hayas aniquilado la cabeza entera. Miles de años de conocimiento culinario palidecen ante la audacia de un vídeo vertical.

¿Pero funciona de verdad? Las imágenes de Bachkarova-Lord muestran un proceso elemental y muy rápido, sin mayor trampa o cartón. Ante el entusiasmo de tantos, otros, quizá avinagrados, quizá últimos garantes de la verdad frente a fábula, han decidido grabar sus propios vídeos demostrando que el truco es una farsa. Un bulo. Una mentira. El cliffhanger de la cocina contemporánea. El Netflix culinario.

Truco o timo

Pensemos en Lisa Q. Fetterman, otra tuitera que, al igual que Bachkarova-Lord, afirma haber pelado muchos ajos a lo largo de su vida. Agarra un ajo, le clava un cuchillo y no sucede nada. O mejor dicho, el ajo sale entero, con su recubrimiento externo incluido. "Los ajos no se pelan así", expresa frente a cámara con visible indignación. Los ajos no conocen atajos. La ciencia del ajo es ancestral, como demuestra su presencia en multitud de gastronomías, incluida la Mediterránea.

¿Cómo podrían nuestros antepasados, sabios ellos, haber obviado las infinitas ventajas de apuñalar ajos? Ansiosos por responder la misma pregunta, los periodistas del New York Times Cooking han realizado un experimento y lo han colgado en su perfil de Instagram. El resultado ha sido decepcionante: el cocinero ha requerido de cuatro o cinco intentos para extraer un sólo diente sin destrozarlo en el camino.

Más pruebas.

He aquí el problema, al parecer, según narra otra periodista culinaria del New Yorker: el truco tiene su truco. Requiere de cierta maña. Se trata de algo inapreciable en el vídeo original, pero para extraer los ajos se requieren de las siguientes condiciones:

  • Que el ajo no sea fresco, y que la piel exterior se haya secado lo suficiente como para que no sujete a los dientes con firmeza.
  • Que el cuchillo penetre exactamente en el punto donde la superficie curvada de los dientes se vence hacia el interior. Es decir, en el lateral.
  • Que mientras realizamos la tarea, nuestra mano izquierda (o derecha si eres, ejem, zurdo) presione con delicadeza en el lateral del diente.

Sólo así (y de nuevo, tras tres intentos infructuosos) la extracción comienza a ser fluida. Otros vídeos experimentales han demostrado la alta probabilidad de reventar el diente en el camino (haciéndolo inservible) o de no pelarlo por completo (anulando todo el propósito). En BuzzFeed también han optado por el periodismo gonzo, y han añadido un cuarto factor de éxito: que la cabeza de ajo no sea compacta, sino bastante suelta.

Es decir, que funciona a veces, en función de lo depurado de nuestra técnica y con cabezas de ajo en condiciones muy específicas. A priori, parece cualquier cosa menos un truco capaz de revolucionar el proceso de cocina tal y como lo concibieron nuestros antepasados. Muchos investigadores admiten haber perdido más tiempo tratando de afinar el dichoso truco que si hubieran optado por la vía tradicional.

Lo que en el caso español o mediterráneo no guarda misterio: se coje el ajo, se le quita la piel con la mano o con un pequeño cuchillo y se trocea en pequeñas porciones para condimentar un buen sofrito. En el caso anglosajón... Pues la web está repleta de otros trucos que resultan igual de sospechosos. Uno muy popular consiste en escachar el diente con anterioridad. Otro opta por colocar el diente en un bol metalizado, recubrirlo con otro idéntico y agitar.

Los dientes, en teoría, se despedazan uno a uno y aparecen desnudos ante nuestros ojos. La imaginación del ser humano no conoce límites, en especial cuando se trata de legitimar la pereza.

¿Merece la pena tanta disputa? Por supuesto que no. Probablemente ni siquiera el truco sea tan revolucionario. Pelar ajos no es una tarea tan laboriosa ni desesperante (un buen truco para pelar un tomate, ahí nos habrán conquistado de pleno). Pero eso es algo que nuestras abuelas, ladeando la cabeza de lado a lado mientras emiten un suspiro de resignación, ya sabían.

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