El 50% de los brotes se dan en reuniones sociales o familiares. En parte porque los trazamos mejor

Terrazas
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La segunda ola del coronavirus amenaza con paralizar de nuevo a Europa. El repunte de contagios, especialmente grave en España, ha llevado a las autoridades a aplicar medidas restrictivas. Casi todas ellas se dirigen al ámbito privado. Cataluña ha cerrado el sector de la restauración; Madrid y otras comunidades han reducido las reuniones privadas a un máximo de seis personas; Aragón ha cerrado las discotecas y salas de baile.

A priori, lógico. Los datos lo avalan. Pero tiene truco.

Las estadísticas. Desde marzo, el Ministerio de Sanidad ha contabilizado 8.488 brotes para un total de 80.924 contagios (PDF). Un "brote" queda definido cuando tres o más personas se han infectado en un mismo contexto. Si nos fijamos en los porcentajes, el carácter social de la epidemia es innegable. El "ámbito social", un paragüas que abarca desde los locales de ocio hasta las reuniones entre amigos, pasando por el deporte o los "eventos organizados", acapara un 31,4% de los brotes.

Uno de cada tres.

Más orígenes. No sólo eso. El "ámbito familiar", es decir, los contagios relacionados con las reuniones entre personas de un mismo núcleo familiar pero no conviventes en el mismo domicilio (tíos, abuelos, primos, etcétera), aglutina el 18,8% de los brotes. La suma de ambos ofrece un panorama desalentador par a cualquier tipo de cita entre amigos o familiares, en espacios públicos o en domicilios privados. Un 50,2% de los brotes se deben, en apariencia, a que nos estamos viendo demasiado.

Matices. Desde ese punto de vista, tiene sentido cerrar los bares o limitar los encuentros a no más de seis personas. También permitir que los trabajadores acudan a sus oficinas (sólo un 13% de los brotes se han registrado en entornos laborales), a las residencias o centros para discapacitados (8,3%) o a los colegios y universidades (6,1%). Sólo un 15% tiene un componente mixto (nos contagiamos cuando visitamos a un amigo, contagiamos a nuestros compañeros de trabajo).

Limitaciones. ¿Qué sucede? Que los datos sólo cuentan una parte muy pequeña de la historia. Como se explica en este artículo de El País, Sanidad sólo identificó 1.032 brotes para un total de 7.822 casos. Sólo un 12,4% de los contagios notificados a nivel nacional. Es decir, seguimos caminando parcialmente a ciegas. Los brotes en entornos sociales o familiares son más numerosos, en buena medida, porque son fáciles de trazar. No porque en otros espacios no se estén produciendo.

En palabras de Pedro Gullón, investigador de la Sociedad Española de Epidemiología:

Estas categorías tan grandes tienen dificultad para detectar brotes entre personas desconocidas, mientras que sobredimensiona los que se producen entre conocidos o familiares, ya que son más fáciles de identificar.

Otros lugares. ¿Sabemos algo del metro, de mercados, de tiendas? Sí, aunque tengamos más dudas que certezas. Sabemos que el volumen de "brotes" asociados al transporte público es muy bajo en todos los países. Pero también que su trazabilidad es dificilísima (miles de personas al día), cuando no imposible. Algún estudio centrado en China y en sus trenes de alta velocidad (entre diciembre y marzo) ofrece más pistas: sí se dieron contagios (muchos), aunque el riesgo variaba enormemente en función de dónde nos sentáramos o de la ventilación.

Trazabilidad. Hay un sesgo de selección a la hora de detectar brotes. Esto no implica que las reuniones privadas supongan un riesgo (o que sean el primer vector de contagio). Sólo que tenemos una información incompleta. Los bajos porcentajes de brotes sobre el total de contagio no implican, eso sí, que España no esté trazando: sabemos que el 63% (PDF) de los casos ha tenido contacto previo con otro positivo (no necesariamente en un "brote"). La mala noticia: del 30% desconocemos por completo su origen.

Es ahí donde España (y Europa) se juegan los próximos meses. Un reto que ya conocíamos desde marzo y al que llegamos en la segunda ola con mejores pero aún insuficientes herramientas. Lo que, de momento, lleva a algunos palos de ciego y a cerrar al mínimo nuestra esfera social.

Imagen: Albert Gea/Reuters

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