El acuerdo por un impuesto mínimo global a empresas prospera. Y a Irlanda no le vendría nada bien

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Tanto la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, como el propio Biden lleva anunciando desde abril: Norteamérica ha decidido cambiar su rumbo económico y promover una revolución fiscal mundial que apueste por una paz tributaria que beneficie a los grandes estados.

Un impuesto de sociedades mínimo global de un 21%, el tipo de medida que la UE llevaba planteando de forma tímida y sin éxito ya casi una década y que ahora, con el acuerdo de EEUU de negociar su implantación en 135 países mediante un marco fiscal internacional confeccionado a través de la OCDE y de establecer mecanismos de penalización para aquellos países que no quieran sumarse, tiene todos los visos de salir adelante. Alemania y Francia acaban de ratificarlo y todas las negociaciones hablan de cerrar los pormenores para verano. Ahora o nunca.

La canción nos la sabemos: el dumping fiscal mundial, esa carrera a la baja por la tributación de las multinacionales que ha llevado a que el impuesto de sociedades de economías más avanzadas del mundo ha pasado del 32% en 2000 al 23% en 2018 y que los estados ingresen, por ejemplo en España, tres veces menos de sociedades que de las declaraciones de la renta cuando hace dos décadas estaba equilibrado. Según la Tax Justice Network, un agujero mundial de 206.000 millones de euros al año y que, de haber un impuesto mínimo mundial del 20% nosotros recibiríamos, por ejemplo, unos 4.300 millones de euros más. ¿Los culpables? Las empresas tecnológicas, pero no sólo, también farmacéuticas, empresas inmobiliarias y hasta empresas textiles como Inditex, sobre todo aquellos que puedan argüir algún tipo de bien intelectual.

Vamos con lo bueno: ¿qué pasaría con Irlanda?

Que es, no lo olvidemos, un miembro de la UE. De salir adelante el plan tal y como está anunciado ahora mismo, el país del trébol podría sufrir mucho. Entre 2013 y 2020 sus ingresos en impuestos de sociedades pasaron de 4.000 millones de euros a 12.000 millones gracias a esa competitividad fiscal por la que ahí se declaran 83.000 millones de euros por parte de cientos de empresas aplicando un tipo mínimo del 12.5%. Allí tributan el 47% de las ganancias declaradas en Europa por multinacionales estadounidenses y un 17% de las de todo el mundo. Algunas empresas no llegan a pagar ni ese 12%: Apple pagó una tasa efectiva de menos del 1% durante muchos años en Irlanda, cayendo hasta un 0,005% en 2014.

En anteriores ocasiones sus representantes se han mostrado favorables a una armonización mundial, aunque su posición siempre ha sido discutir cuál debería ser el suelo, recomendando casualmente un mínimo del 12.5%. También han defendido que gracias a ese atractivo empresarial allí se crean “miles” de puestos de trabajo, de trabajadores que recuerdan que son europeos, y también restan importancia al posible impacto, ya que consideran que ahora sus muy formados empleados y su circuito laboral está mucho mejor preparado para atraer a las grandes firmas al margen de los beneficios fiscales, aunque son más las voces que apuestan a que Irlanda sí sufriría con el planeado impuesto mínimo global.

Por el momento todos los implicados se muestran muy positivos con este escenario impositivo, “pero cuando echen a andar las negociaciones veremos a varios países caminar en la dirección opuesta", opina en declaraciones al Financial Times Tove Maria Ryding, responsable de políticas de Eurorad, una red de organizaciones no gubernamentales que investiga sobre la reducción de la pobreza.

Y hay motivos para pensar que será así. Los europeos no tenemos más que echar la vista atrás, con todas las veces que se ha intentado imponer una armonización fiscal para sociedades en la UE con el “no” de Dublín echando al traste lo que los otros 26 querrían firmar. Igualmente cuando se habló de la Tasa Google en 2018, un parche no del todo bien planteado y pensado para extraer al menos algo de las enormes recaudaciones eludidas por las grandes tecnológicas, no salió adelante en la Comisión Europea por la oposición de Irlanda, Suecia, Finlandia y Dinamarca. Ellos, además de Países Bajos o Luxemburgo, son socios internos que se espera peleen por lograr que no salga adelante ese impuesto del 21%. El liderazgo de Estados Unidos será un ariete esencial.

¿Y qué pasa si no se logra el apoyo de Reino Unido? Hay quien piensa que los británicos post brexit, que parecen pilotar por libre, podrían ser una importante grieta a la viabilidad del plan. Pues para empezar el país está dejando parcialmente atrás el ideario neoliberal y corregirá su gravamen societario al alza, del 19% al 25% para 2023, así como lanzar su propia "tasa Google". Son algunos de los movimientos de muchos países de Europa por respaldar la socialdemocracia y la relevancia del Estado en tiempos post pandémicos.

¿Y podría pasar que Estados Unidos no pueda aprobarlo dentro de su propio Congreso?

Así es. En El Blog Salmón:

La reforma tiene complicado prosperar, ya que el Senado de EEUU en la práctica tiene que aprobar todo con mayoría de 3/5 y actualmente los republicanos no parecen muy partidarios de elevar los impuestos. Aun así puede haber alguna triquiñuela legal para que la votación sea por mayoría simple y entonces ahí Biden podría salirse con la suya.

Por poner en contexto, estas “triquiñuelas” ya se han dado allí en el pasado y son ligeramente parecidas a nuestros decretos ley.

Hay partido.

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