Ámsterdam obligó a AirBnb a regularizarse. Tres cuartas partes de los pisos turísticos han desaparecido

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Sin llegar a los extremos de Venecia, Ámsterdam siempre se ha contado entre las ciudades más turísticas de Europa. Su masificación regular lleva años ocupando los desvelos de las autoridades locales. Desde impuestos especiales a la pernoctación hasta una extravagante limitación del inglés como lengua promocional, el ayuntamiento ha tratado de limitar el flujo de visitantes de distintos modos. Ninguno tan exitoso como el aprobado el 1 de octubre: la regularización de los pisos turísticos.

En cifras. Y más en concreto de AirBnb. En marzo, Ámsterdam exigió a las principales plataformas turísticas datos sobre su volumen de apartamentos ofertados. Brotaron más de 18.000, de los cuales AirBnb controlaba unos 16.000. Por aquel entonces el consistorio ya trabajaba en una ley que obligaría a los propietarios a registrarse y a declarar su actividad. La norma entró en vigor el pasado 1 de octubre. Cuando el ayuntamiento repitió el censo se topó con un decrecimiento drástico: de los 18.000 pisos se había pasado a los 4.000 (2.300 dentro de AirBnb).

Tres cuartas partes se habían esfumado.

La explicación. Según la compañía estadounidense, el 90% de los pisos desaparecidos se encontraban en realidad inactivos. Habían dejado de operar tras la pandemia. Para las autoridades sigue siendo un éxito. Como explican en De Volkskrant, el ayuntamiento lleva una década intentando atar en corto a los pisos turísticos. Sucedía que las plataformas no abrían sus datos, por lo que sólo podían actuar puerta a puerta siempre y cuando los vecinos denunciaran molestias. Ahora no esperan que todos los propietarios se registren, pero será más fácil buscar a los incumplidores.

El fenómeno. El testimonio de un trabajador del consistorio es significativo. La presión de Ámsterdam, explica, se había intensificado hasta tal punto que muchos dueños solicitaban a los turistas no abrir la puerta a la policía en caso de que hubiera problemas. Las multas por operar un piso desregulado ascienden a los 21.000€. A partir de ahora tendrán que solicitar permisos, pagar impuestos, acotar periodos de estancia y limitar el número de pisos operados por una persona o empresa. Salir a la luz, competir con las mismas reglas que otros establecimientos hoteleros.

Demasiados turistas. Como hemos visto en otras ocasiones, Ámsterdam considera que tiene demasiados turistas. Es un fenómeno repetido en otros puntos como Barcelona, Palma o San Francisco. AirBnb lleva años en el centro de la batalla contra la turistificación, aunque los datos sobre su impacto sean dispares (para bien o para mal). Ciudades como Valencia, por ejemplo, han confinado los pisos turísticos a bajos o primeros pisos. Todas experimentan casi siempre a ciegas, sin datos reales.

La tendencia. Algo está cambiando. La pandemia ha mostrado a algunas ciudades muy masificadas cómo quieren ser en el futuro, y no como son. En paralelo, una sentencia del Tribunal Superior de Justicia Europeo confirmaba en septiembre que ayuntamientos como París pueden limitar o prohibir los pisos turísticos. La batalla surgía de una regulación aprobada por las autoridades francesas en 2018, recurrida por caseros y propietarios. Casi todas las ciudades son conscientes del fenómeno y desean acotarlo. Las plataformas han optado por colaborar siempre que puedan.

En Países Bajos. El caso holandés es particular porque Ámsterdam, una ciudad de menos de un millón de habitantes, se había convertido en uno de los puntos calientes del turismo europeo (con graves problemas en el suministro de viviendas). Este mismo año el alcalde de la ciudad, Femke Halsema, ha coqueteado con la posibilidad de prohibir la presencia de extranjeros en los célebres coffee shops. Otros políticos locales han planteado incluso vallar el Distrito Rojo. Desincentivos que, coronavirus y AirBnb mediante, pueden reducir a corto plazo la presión turística.

La lectura es clara. Una vez el poder municipal se activa, las plataformas no tienen más remedio que regularizar sus pisos.

Imagen: Maria Eklind/Flickr

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