Así es el Comicsgate, el fenómeno que tiene en pie de guerra a la industria y los fans del cómic de superhéroes

Así es el Comicsgate, el fenómeno que tiene en pie de guerra a la industria y los fans del cómic de superhéroes
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En Estados Unidos, una parte de lectores de cómics de superhéroes se ha organizado para detener lo que consideran un imperdonable ataque a las esencias mismas de su afición, y que no es otra cosa que la puesta al día de los universos Marvel y DC, en los que habitan personajes con hasta 75 años de historia y aventuras a sus espaldas, para que resulten más acordes con una realidad diversa y, a la vez, más inclusivos para un público internacional y cada vez más globalizado.

Estos lectores (y autores) descontentos con lo que entienden como una agresión a "lo que se ha hecho toda la vida" y alarmados por lo que consideran una invasión de feministas, radicales y Social Justice Warriors, se han congregado alrededor de un movimiento que han denominado Comicsgate, replicando el Gamergate de los videojuegos. El impacto en la cultura popular del cómic de superhéroes y las posibles ramificaciones de este fenómeno en España hacen que valga la pena asomarse al Comicgate y analizar datos, situaciones y razones.

Radiografía del lector de superhéroes

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El arquetipo de lector tradicional de cómic de superhéroes en Estados Unidos es el de un hombre blanco de clase media, una concepción que va más allá del tópico y se sustenta en cifras concretas. El portal especializado en análisis e información del sector geek ICV2 recogía datos de un estudio cone estadísticas sobre los compradores y compradoras de cómics y novelas gráficas, entendiendo esta separación como el tradicional formato mensual de 24 páginas con lomo grapado y los volúmenes recopilatorios u obras en formato tomo, a partir de una encuesta realizada entre 72.000 personas. 

Las cifras que arroja es que el 63% de compradores de cómic son hombres y el 37% por ciento mujeres. En lo referente a edades, el 57% de compradores tiene, según el estudio, entre 13 y 29 años. El 69% son blancos, el 12% latinos, el 10% afroamericanos, y el 8% asiáticos.

Dentro del género de superhéroes, la cifra de compradores masculinos sube hasta el 78%. Según el estudio, el 50% tiene una edad de entre 13 y 29 años, mientras que la otra mitad tendría entre 30 y 54. El porcentaje de lectoras es ligeramente más joven. Comparativamente, hay un mayor equilibrio de género en los lectores de manga en EE.UU (56% hombres y 44% mujeres), que también son más jóvenes (el 76% tiene menos de 30 años).

Otras cifras que aportan luz sobre el ecosistema comiquero estadounidense se refieren al de las librerías especializadas en cómic. Desde los años setenta del siglo pasado, en los que el sistema de distribución de mercado directo fuese un importante catalizador del trasvase de los cómics de los kioscos, farmacias y supermercados a las tiendas de cómic especializadas, estas se han convertido durante décadas en parada obligada y segundo hogar para un nuevo tipo lector.

En los Estados Unidos del boom del cómic popular y de superhéroes los cómics formaban (de manera no muy diferente a la edad de oro del tebeo popular en España) una parte prácticamente inseparable de la educación sentimental de los norteamericanos durante su infancia que, habitualmente, se aparcaba con la llegada de la adolescencia, en la que los intereses y afinidades cambian. A partir de finales de los sesenta, empieza a convertirse en más habitual que el lector de cómics de superhéroes, en vez de abandonar sus viejos tebeos en el garaje en pos de fiestas, romance y demás experiencias asociadas a la llegada de la vida adulta, siga siendo no solo lector, sino también fan y coleccionista de aventuras protagonizadas por los personajes de Marvel y DC. 

La librería especializada permite acceder a todos los cómics que se publican mensualmente, conseguir números atrasados de las colecciones y generar una comunidad en la que coincidir con otros aficionados y departir con ellos o con los propios dependientes. Estos, a su vez, son fans con acceso a una cantidad ilimitada de lectura y, por ello, apreciados prescriptores. Hasta la popularización de los cómics dentro de la cultura popular y su llegada a un público más amplio a través, por ejemplo, de las películas y series de televisión protagonizadas por superhéroes, las tiendas de cómics eran el refugio y principal recurso del fan del género. 

Causa-efecto de esta popularización es que tanto librerías y grandes superficies como gigantes de la venta online, han ido añadiendo cómics a sus estanterías, incorporando a su oferta tomos recopilatorios y obras en formato deluxe que dejasen un mayor margen de beneficio que las "grapas" y "cuadrasen" al lado de libros, creando un nuevo espacio para lectores ocasionales y recién llegados. Golpeadas por el estallido de la burbuja especulativa de los años 90, las librerías especializadas estadounidenses han visto cómo aumentaba exponencialmente su competencia mientras se consolidaba como refugio de los lectores y coleccionistas "de toda la vida".

Así, los datos del estudio antes mencionado muestran cómo el 72% del público comprador en tiendas de cómics estadounidenses, último reducto del cómic-book, el de 24 páginas y grapa, es masculino, blanco (69%) con estudios superiores (85%) y mayoritariamente, de entre 30 y 50 años. 

En todo caso, el que cada vez se sumen más lectoras debería ser considerado, más que una novedad, la regeneración de algo que también era "de toda la vida". Y es que, durante los años 40 o 50, los cómics eran considerados algo tanto para chicos como para chicas. El enraizado argumento de que "a las chicas no les interesan los cómics" en Estados Unidos respondería más bien a una interesada construcción que arranca en los años setenta, coincidiendo con el boom de las librerías especializadas y con una generación de creadores que habían empezado a centrar sus esfuerzos en una narrativa dirigida a lectores en los que los personajes femeninos eran fantasías románticas o eróticas con diverso grado de hipersexualización u ocupaban papeles de corte maternal.

Un supernegocio de hombres para hombres

Con más de un 40% de cuota de mercado, diez años de éxitos continuados en su universo cinematográfico e integrada dentro de la todopoderosa Disney, la editoria Marvel sigue siendo líder indiscutible de un sector que, solo en 2016, movió más de 1.000 millones de dólares. DC Comics, propiedad del grupo Time Warner, le sigue de cerca en segundo puesto, rondando el 30%. 

Los empresarios que crearon las que hoy son grandes editoriales del cómic en EE.UU, así como la inmensa mayoría de creadores de los personajes históricos más populares de Marvel y DC tienen, abrumadoramente, algo en común: fueron y son hombres blancos.

Por supuesto, eso no quiere decir que, a lo largo de las décadas de vida del cómic de superhéroes no haya habido nombres fundamentales de mujeres editoras, guionistas, dibujantes o coloristas: Dorothy Woolfolk, Ramona Fradon, Alice Marble, Marie Severin, Jenette Kahn, Ann Nocenti, Glynis Oliver, June Brigman, Louse Simonson, Jo Duffy, Karen Berger, Mindy Newell o Jan Duursema, entre otras muchas son responsables de algunos de los momentos más brillantes del género desde la Edad Dorada hasta finales del siglo pasado pero, cuantitavamente, han sido una minoría que, además, ha tenido que lidiar con los prejuicios de una industria mayoritariamente masculina dirigida también mayoritariamente a hombres.  

En la actualidad, en un momento en el que la apertura del sector a la diversidad es un tema candente y en el que los imparables y necesarios avances en materia de igualdad de género configuran una sociedad bien distinta a la de los orígenes del negocio editorial del cómic de superhéroes, el porcentaje de trabajadoras en las dos grandes editoriales del sector se sitúa en torno al 15%.

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Un sector que ha vivido su propio caso Harvey Weinstein en la figura del todopoderoso editor de DC Eddie Berganza, quien, después de años de avances de tipo sexual hacia compañera y subordinadas, fue despedido de DC después de un demoledor artículo. No era la primera vez que la editorial de Batman y Superman sufría los desmanes de acosadores: el mismo artículo se hacía eco de un secreto a voces durante décadas: el editor Julius Schwartz, considerado uno de los más importantes en la compañía, también contaba con un largo historial de avances y acercamientos hacia dibujantes y trabajadoras. El portal feminista de comics y cultura geek The Mary Sue recopila una escalofriante línea temporal de acoso en la industria del cómic.

El miedo a un cierto tipo de cambio

Thor

Con miles de personajes a los que mantener vivos y décadas de historias a sus espaldas, el cómic de superhéroes se ha especializado en hacer que todo cambie para que todo siga igual. La difícil y -a veces- contradictoria necesidad de que los personajes mantengan la esencia que les hizo populares y les granjeó la entrega de miles de seguidores se topa con otra necesidad: la de ofrecer nuevas emociones y aventuras, la de crear nuevos dramas y conflictos, la de romper la rutina de una manera que se mantenga el idilio con los lectores de siempre y, a ser posible, alistar más por el camino.

Si tenemos en cuenta que el superhéroe por excelencia, Superman, ha sufrido tradicionalmente en sus carnes la problemática de ser todopoderoso y perfecto, y que añadir nuevos retos resultaba un quebradero de cabeza para sus guionistas, con la consiguiente banalización de sus aventuras, podemos empezar a entender la necesidad del género de crear ídolos no demasiado perfectos que naveguen en un mar de incertidumbre y cambio para no aburrir al personal.

Así, desde el momento en el que los cómics de superhéroe dejan de ser divertimento ocasional de niños, para serlo de una comunidad de lectores adultos con memoria enciclopédica que exigen y esperan historias más complejas, coherencia y continuidad en los personajes y tramas, pero también nuevas emociones, todo se complica. Los personajes se ven sometidos a todo tipo de desafíos, transformaciones y adaptaciones que permiten que la maquinaria siga rodando. Se abre la era de los grandes terremotos comiqueros, los megaeventos, los reboots...

A lo largo de los años, han muerto y resucitado personajes como Superman o Lobezno; Batman se ha quedado en silla de ruedas; Hulk ha sido tonto, listo, verde, gris y rojo; Magneto ha sido un villano, luego un superhéroe, luego un villano y, así sucesivamente; el anillo de Green Lantern ha pasado de manera prolongada de Alan Scott  a Hal Jordan y a Kyle Rayner (y también a Guy Gardner, John Stewart), El título de Starman lo han asumido multitud de personajes desde el primigenio Ted Knight y ha habido hasta tres personajes principales en ostentar la identidad de Flash: Jay Garrick, Barry Allen y Wally West. Son solo algunas gotas en el inmenso océano en perpetuo movimiento que es el cómic de superhéroes.

Los cambios y modificaciones más o menos radicales de los personajes Marvel y DC han creado polémicas, disputas y, en ocasiones, encendidos debates entre defensores y detractores de las novedades, pero no ha sido hasta que estos cambios han ido dirigidos a incluir una mayor diversidad de géneros, orientación sexual y razas que los detractores se han organizado bajo una bandera común, han realizado una llamada al boicot o han acosado a autores, editores o periodistas defensores de que el cómic de superhéroes abra la mano a una representación más diversa en sus personajes.   Este concienzudo análisis del papel y presencia de las mujeres en los cómics de superhéroes permite ver de dónde viene el género.

Desde algunos sectores, convertir a Thor en mujer, incluir personajes LGTB o diversificar las razas presentes en los cómics de superhéroes se ha convertido en el símbolo de todo lo que está mal dentro de un género y un medio que, con siete décadas de vida y la amenaza de los avances tecnológicos y la multiplicación de las competencia en la cultura del entretenimiento, se ve obligado a renovarse o morir. Algunos incluso han acusado a los intentos de diversificación de ser culpables del progresivo descenso de ventas de los comic-books. Una afirmación que las propias cifras se encargan de desmentir.

Todo empezó con una foto

Mujeres, batidos y comics, absolutamente intolerable

Los indicios de que algo se estaba cocinando en un determinado sector del fandom superheroico se empezaron a percibir con la tormenta de memes y encendidas reacciones que ocasionó la cancelación de la serie regular del personaje Pajaro Burlón, cuyas discretas ventas se achacaron al supuesto tono "demasiado feminista" que había elegido la guionista Chelsea Cain,. Las críticas crecieron a causa de la camiseta de la protagonista en la portada del último número de la serie, que llevaba inscrita la frase "ask me about my feminist agenda". Sin embargo, como veremos, el verdadero kilómetro cero del Comicgate parte de una inocente foto.

Mientras tanto, la guerra de trincheras seguía, esta vez con la polémica generada por algunas de las portadas de Howard Chaykin para su última serie The United States of Hysteria, que acentuaba la polarización de la comunidad. Chaykin es un reputado artista con una larga carrera en la que ha sido reconocido por su carácter innovador en lo gráfico y que nunca ha huido de la polémica, en parte por los planteamientos de algunas de sus obras y en parte por su personalidad y su declarada ideología de izquierdas. 

Nada de eso sirvió a la hora de valorar la portada de una serie que nadie había leído todavía, y la representación gráfica de un crimen racial a una persona de origen paquistaní fue interpretada como una glorificación de este odio, pidiendo la retirada de la portada, algo a lo que Image y el autor finalmente accedieron. Chaykin ofreció su punto de vista sobre el tema en una interesante entrevista.  

Además de ser aprovechada por el sector más reaccionario de los fans norteamericanos para cargar contra lo que denominan como Social Justice Warriorssnowflakes por atentar contra la libertad de expresión, la polémica posicionó a autores a favor y en contra de Chaykin.

A finales de julio de 2017, la editora de Marvel Heather Antos subía en su cuenta de twitter un selfie en el que aparecía con otras trabajadoras de la editorial tomando un batido, con el que quiso homenajear a Flo Steinberg, la que fuera primero secretaria de Stan Lee y pieza fundamental en las oficinas de Marvel Comics durante años y, posteriormente pionera del cómic independiente a través de su papel de editora de Big Apple Comix. 

Un gesto inocente que despertó las iras de un cierto tipo de fan Marvel, así como airadas acusaciones en las que se tildaba a las presentes en la foto de "falsas frikis" o de "Social Justice Warriors" y ocasionaba comentarios abiertamente sexistas. Un gesto, también, que abrió una enorme brecha en redes sociales entre quienes apoyaron a Heather Antos y a sus compañeras y quienes aprovecharon la foto para encender antorchas virtuales sobre todo lo que les parece mal sobre los cómics de superhéroes en la actualidad.

Señores que luchan como señores que se aman

El siguiente episodio lo protagonizó el guionista Aubrey Sitterson, un personaje polémico en redes sociales por su tono intenso y por declararse abiertamente de izquierdas, algo imperdonable en amplios sectores de la sociedad norteamericana. Sitterson escribía guiones para los cómics de G.I. Joe publicados por la editorial IDW.

En ellos cambió el sexo, raza y orientación sexual de algunos personajes, recibiendo fuertes críticas por parte de los fans. Estas culminaron cuando se anunció una portada alternativa de la serie que celebraba el mes LGTB. Se había encargado al dibujante Ed Luce, el primer artista queer en ilustrar una portada de G.I. Joe en la historia de la franquicia, y mostraba una escena de lucha libre con un tono abiertamente homoerótico. La guinda del pastel fue un comentario sobre la gente que conmemoraba el 11 S sin ser de Nueva York bastante mal redactado que abrió la caja de los truenos. Sittertson acabó siendo despedido de IDW. 

A finales de 2017, se filtraban declaraciones una reunión de negocios entre el vicepresidente de Marketing de Marvel y los representantes de las principales tiendas de cómics de Estados Unidos en las que el responsable de la editorial se mostraba comprensivo con dueños de tiendas que culpaban a la inclusión de personajes femeninos no sexualizados, LGTB o pertenecientes a minorías raciales del descenso en las ventas de títulos Marvel, hecho que las propias cifras que arroja el mercado desmienten

En febrero de 2018, los partidarios del Comicsgate daban significativos pasos adelante en su agenda distribuyendo una lista negra que señalaba a profesionales del sector que habían hecho público su apoyo a las iniciativas prodiversidad y que incluía a editores, guionistas, periodistas, coloristas y dibujantes. Además, se creaba un wiki de Comicsgate en el que se explicaban los objetivos del movimiento.

Los nombres detrás de Comicsgate

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Aunque uno de los principales aliados para las campañas de protesta, acoso y persecución que ha generado Comicsgate es la impunidad que confiere el uso anónimo de cuentas en redes sociales, hay dos nombres que destacan como cabezas visibles y, en cierto aspecto, ideólogos de este movimiento reaccionario.

El primero es el ex militar y youtuber Richard C. Meyer. Meyer lleva desde principios de esta década publicando cómics de temática bélica a través de plataformas de micromecenazgo. En 2013 empezó su cruzada copiando el "Make America Great Again" de Donald Trump en su Make Comics Great Again. Desde abril de 2017, también es responsable de un canal de Youtube con el irónico nombre de Diversity & Comics. en él, bajo la habitual excusa de la incorrección política, se ha dedicado a criticar las iniciativas prodiversidad en el sector y a señalar a autores y editores, a menudo dedicándose abiertamente a insultarles por su raza u orientación sexual.

Meyer ha hecho que convertirse en catalizador de odio le resulte un provechoso negocio. Su canal cuenta con más de 85.000 suscriptores y recibe cerca de 1.000 dolares en donaciones de los 300 fans que aportan a su Patreon. Cifras no espectaculares pero que le permiten dedicarse en cuerpo y alma a la persecución de Social Justice Warriors.

Su gran pelotazo, sin embargo ha sido el cómic Jawbreakers, una serie que reincide en sus fantasías militaristas de aire noventero que había intentado llevar adelante mediante micromecenazgo con moderado éxito en 2015. Meyer volvió a intentarlo en mayo de este año a través de la plataforma Indiegogo, esta vez con el apartado gráfico cubierto por autores habituales de Marvel y DC. Aupado por la polémica, los militantes de Comicsgate hicieron que el proyecto recaudase más de un cuarto de millón de dólares, e incluso se anunció que habría una edición a cargo de Antarctic Press, una pequeña editorial antaño especializada en amerimanga.

El acuerdo con Antarctic Press volvería a generar discordia cuando numerosas tiendas de cómics anunciaron que no realizarían pedidos de la serie (y que fueron posteriormente señaladas por Meyer en redes sociales), y cuando guionistas como Gail Simone o Mark Waid criticaron abiertamente el proyecto. El último, además, habría llamado directamente a la editorial para ponerles en antecedentes sobre el autor al que iban a publicar, haciendo entender que hablaba en representación de Marvel. Todo ello llevó a que Antartic Press anulase el acuerdo y las acusaciones de ataque a la libertad de expresión, una de las libertades más reivindicadas en EE.UU, generasen un aluvión de adhesiones al proyecto. Richard C. Meyer ha anunciado la creación de un sello propio de comics, Splatto Comics.

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El otro nombre destacado es el del dibujante de títulos como Green Lantern, Flash o los X-Men Ethan Van Sciver. Van Sciver, que se dio a conocer en la industria a través de un personaje de creación propia, Cyberfrog, ha tenido siempre el aura de ser una personalidad que practica un humor transgresor y ha apoyado abiertamente las iniciativas ultraconservadoras de Donald Trump. Además, ha estado envuelto en varios episodios de ciberacoso y/o bullying a fans y autores

El dibujante ha apoyado abiertamente a Richard C. Meyer y se vio envuelto en diversas polémicas debido a su tono beligerante en redes sociales y a su uso de iconografía alt-right, como memes de Pepe the Frog. La más notoria surgió alrededor de la portada de uno de sus sketchbooks, llamado "Mi lucha" y que muestra a un personaje cósmico con claras reminiscencias a Adolf Hitler. Tras tres lustros trabajando ininterrumpidamente para DC, con quien tenía un contrato en exclusiva, van Sciver anunció que volverá a publicar Cyberfrog mediante micromecenazgo, y figura como colaborador en Splatto Comics. Además, mantiene su belicosa actividad a través del canal de Youtube ComicArstisPro Secrets.

El Comicsgate en España

En España, la llegada de Comicsgate se produce por dos vías: una clara y textual y otra implícita. La primera, que probablemente haya pasado desapercibida a la gran mayoría de lectores de cómics españoles, viene de la mano de un instructor de kickboxing que también pretende abrirse camino como dibujante de cómics, Ibai Canales. 

Prácticamente desconocido para el público español, se alinea en su cuenta de Twitter con las proclamas ultraconservadoras de Donald Trump, escribe en inglés y aprovecha esta red social para insultar a personalidades conocidas de ideas progresistas o a cualquiera que contradiga su agenda (incluido el autor de este texto). Su perfil de Facebook abunda en mensajes antifeministas y antiinmigración e incluso ha intentado, sin éxito, emular a su admirado Richard C. meyer con un canal de youtube en el que ha publicado varios vídeos en los que, desde la habitación de su casa y con ánimo condescendiente y pretendidamente provocador, ataca a feministas y transexuales.

El vasco, además de publicar un par de webcomics de dibujo amateur en los que combina lugares comunes del género de acción y ciencia-ficción con posicionamiento ideológico, será el dibujante de Iron Sights, un nuevo proyecto de la editorial de Richard C. Meyer, viendo recompensado así su apoyo ideológico. 

En España no es especialmente conocido el nuevo dibujante del sello del Comicsgate. Tampoco ninguna web de fans ni ningún youtuber español ha apoyado abiertamente el Comicsgate. En términos generales, el fan "de toda la vida" convive con el interés suscitado por las versiones cinematográficas de los héroes Marvel y DC y la popularización de una cultura anteriormente minoritaria y reservada a un núcleo de verdaderos creyentes.

El principal motivo de disputa surge por lo que algunos perciben como amenaza al statu quo comiquero: el uso de la expresión "novela gráfica" para definir cómics en un formato recopilatorio que les asemeje más a los libros frente a los cómics de grapa, y los conflictos que les genera que se emplee el término como recurso de marketing frente a lo que ha sido la utilización concepto de graphic novel o novela gráfica a lo largo de las últimas décadas del medio. Un sector del fandom recurre a supuestas situaciones y anecdótas para reforzar su idea preconcebida del uso reciente del término novela gráfica como una imposición gafapasta e intelectualoide que mira por encima del hombro al tebeo de superhéroes o tradicional.

Un repaso al principal foro de fans Marvel en España, el de Universo Marvel, muestra un tono mayoritariamente neutral a los títulos diversos de Marvel, con la excepción de esporádicas aportaciones sexistas o tradicionalistas por parte de usuarios puntuales. Los lectores y fans de superhéroes más acérrimos han volcado su fiereza tradicionalmente en la sección de comentarios de páginas referente como Zona Negativa y, los artículos escritos por colaboradoras se han convertido en presa favorita de los más radicales.

Así, la labor de difusión, divulgación, y vertebración comunitaria sobre cómic a través de webs, podcasts, vídeos o redes sociales  que sacan adelante fans como las que hay detrás de proyectos como Avocadon't o Fan Grrrl se encuentran con un ámbito tradicionalmente muy combativo a la hora de debatir diferencias y extremadamente encarnizado al evaluar la precisión y tono de las aportaciones que se realizan quienes hablan o escriben sobre el medio que aman. Un entorno en el que la línea entre el afán por corregir, sugerir y aportar conocimiento y el trato paternalista o el ataque sexista llega a ser muy difusa y genera un clima general de hipersusceptibilidad.   

En el aspecto profesional, no existen cifras concretas sobre el porcentaje de mujeres, minorías étnicas y personas LGTB que trabajan en editoriales de cómic en España, aunque cualquiera que conozca mínimamente el sector puede citar los nombres de editoras, traductoras o responsables de prensa. Se conocen también las cifras de cómics publicados en España en que hayan participado autoras: 257 del total de 2740 obras publicadas en 2016 o, lo que es lo mismo, un 13%, según datos de la Guía del Cómic, mientras que Tebeosfera habla de que casi uno de cada cuatro cómics editados en España cuenta con la participación de una autora.

España disfruta, además, de una de las mejores generaciones de dibujantes de la historia del medio. Más allá del lamentable episodio de ciberacoso en Twitter sufrido por la dibujante Mamen Moreu, no se conoce ningún caso en la industria de acoso o similares que haya sido denunciado por trabajadoras del sector o por el Colectivo de Autoras de Cómic. Sí existe por parte de parte de los medios de comunicación, que han visto en el feminismo una oportunidad de sumar clicks y páginas vistas, la asignatura pendiente de realizar un tratamiento no sensacionalista a la hora de informar sobre obras de autoras y de evitar tics y lugares comunes paternalistas en las entrevistas a autoras, carencias fácilmente extrapolables al resto de sectores de la cultura, el ocio, el entretenimiento y al resto de ámbitos socioeconómicos.

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