El auge de las "políticas aguacate": por qué la extrema derecha está abrazando el ecologismo

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Verde por fuera, marrón por dentro. Síntesis de todo lo millennial, el aguacate simbolizar hoy una tendencia largamente discutida en los círculos intelectuales, políticos e ideológicos: el creciente interés medioambiental de la extrema derecha. Durante los últimos años, han sido diversas las figuras y los partidos que se han interesado en las políticas sostenibles y que han incorporado el ecologismo a su discurso político. De una forma diametralmente opuesta a la izquierda, sí, pero con un firme propósito de enmienda energética y medioambiental. Una mezcolanza de remotos precedentes, y también bautizada como "ecofascismo".

Francia. El último ejemplo es un reportaje del New York Times en el que se explora la vis medioambiental de Agrupación Nacional ("Rassemblement National"), la formación anteriormente conocida como Frente Nacional y dirigida por Marine Le Pen, paradigma de la extrema derecha europea. El partido ha incorporado pinceladas ecologistas a su discurso, abogando por un consumo de proximidad, menores desplazamientos, una desconexión de la lógica consumista y un cierto apego a las raíces rurales de Francia, todo ello con objeto de reducir la huella medioambiental del país. Al contrario que la derecha tradicional, reconoce y acepta el cambio climático.

Sucede que sus propuestas para remediarlo interesan poco a la izquierda.

Ideología. En el pecado, la penitencia. Algunos analistas identifican en el cariño a lo cercano y a lo local una forma de reafirmar el carácter identitario de la Francia conservadora, en contraposición a la multiculturalidad urbana. Gran parte de las medidas medioambientales de la extrema derecha, de hecho, rotan en torno al freno a la inmigración (en tanto que la huella medioambiental de las migraciones y de las aglomeraciones poblacionales es muy elevada). Para ello, se necesita un control fuerte de las fronteras, un estado autoritario con amplia capacidad de acción y un freno del libre comercio internacional, fuente de un desarrollo insostenible para el planeta.

No es difícil entrever cómo estas medidas encajan a la percepción con otras ideas esencialistas, nacionalistas y proteccionistas.

Precedentes. ¿Sorpresa? No demasiado. Como analizan en The New Republic, la relación entre la extrema derecha y el movimiento ecologista es muy antigua. Bebe de los escritos románticos del siglo XIX que identificaban en los bosques, los ríos y las montañas la esencia pura de la nación, y tomó su forma definitiva en el régimen nazi, interesado en la conservación de su entorno natural y en la mitología de la Alemania rural, sencilla y a salvo de la modernidad y el mestizaje. Pioneros en la conservación como Ernst Haeckel eran a un tiempo apologetas de la pureza medioambiental y de la étnica, y figuras tan relevantes como Madison Grant defenderían tanto los santuarios naturales como la segregación racial.

Manifiestos. La nación espiritual se fusiona así con la natural, en un ente indisoluble. El autor de la matanza de El Paso no sólo esbozó en su manifiesto las claves del "nacionalismo blanco", el temor a un "gran reemplazo" racial que acabe con la civilización occidental, sino también motivos medioambientales. Una suerte de "eco-fascismo" en el que el cierre de las fronteras y la expulsión de los inmigrantes se presenta como una oportunidad de salvar al medioambiente. En las ya célebres marchas neo-nazis de Charlotesville, uno de los cánticos más repetidos fue "blood and soil", "sangre y tierra". Tanto monta, monta tanto.

El vínculo ha germinado en los movimientos extremistas estadounidenses, y se presenta como una oportunidad para los partidos europeos, lejos del tradicional negacionismo climático del Partido Republicano. Genuino interés u oportunismo electoral, Le Pen ha visto un espacio.

Sandías, aguacates. Las "políticas aguacate" son el espejo interno a las "políticas sandía*", verde por fuera, rojo por dentro, que llegaron a la esfera pública entre los setenta y los ochenta. Por aquel entonces el Partido Verde alemán entraba en el parlamento, y sus opositores le acusaban de traducir propuestas y políticas típicamente progresistas (o post-comunistas) en un discurso medioambiental. Similares argumentos se han trazado contra el Green New Deal y sus planteamientos. Las "políticas aguacate" harían lo propio desde el nacionalismo étnico, la anti-inmigración y un modelo de estado más autoritario. El destino, salvar al planeta, sería el mismo. El camino, antagónico.

Imagen: Cristophe Ena/AP

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