Chernóbil se ha llenado de adorabilísimos cachorritos radioactivos a los que no puedes acariciar

Chernóbil se ha llenado de adorabilísimos cachorritos radioactivos a los que no puedes acariciar
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Treinta años después del mayor accidente nuclear que la humanidad recuerda, la vida en los alrededores de la central nuclear de Chernóbil sigue su curso. Los escasos ucranianos que aún perviven, los científicos entregados a la causa, los trabajadores del nuevo sarcófago que ha de durar cien años y los turistas sin miedo a la muerte se cruzan en su camino a diario.

Y junto a todos ellos, la fauna local. Sabíamos que Chernóbil había generado en torno a su amplia zona de exclusión un pequeño vivero de animales radioactivos. Lobos, ciervos, jabalíes y caballos proliferaban ante la ausencia de vida humana y se mezclaban con el suelo, las plantas y el agua contaminada de la región. Pero no que, junto a tan esquivos ejemplares de la naturaleza, la población de perros se había disparado.

Resulta que hay alrededor de un millar de perros abandonados que campan a sus anchas por los alrededores de Chernóbil y que lo hacen, lógicamente, al margen de toda consideración o seguridad. La historia ha ganado tracción viral durante la última semana gracias a un vídeo de Cloth Map en el que se narran las andanzas de adorabilísimos cachorritos... radioactivos.

Cloth Map es un proyecto de Drew Scanlon, y el vídeo de arriba forma parte de una serie de mini-documentales que narran el estado de Chernóbil a día de hoy. Las imágenes muestran a perros adultos y cachorros pasear a su libre albedrío por los alrededores y socializar entre ellos y con los escasos humanos que por allí circulan.

Su historia, más allá de lo cuqui y lo espantoso (¡cachorros radioactivos!) forma parte de otra más general y bastante dramática.

Buscando un hogar para los perros radioactivos

De igual modo que las casas, el ganado y los vehículos, todo debió ser abandonado en Chernóbil. También los perros. Sin embargo, como narra Svletana Aliexévich en Voces de Chernóbil, muchos ancianos y testarudos locales optaron por quedarse, alimentando en muchas ocasiones a sus mascotas, gatos y perros que pudieron procrear. Otros buscaron entre los restos y encontraron un hogar carente de humanos, pero aún hábil para la proliferación.

El resultado a día de hoy son unos 900 perros hijos del apocalipsis nuclear que deambulan por Chernóbil y alrededores.

Dado que la población sigue creciendo, una organización no gubernamental estadounidense, Clean Futures lanzó la pasada primavera una campaña para enviar a veterinarios a la zona. Su objetivo era contar con un equipo de especialistas que comenzaran a esterilizar y capar a muchos de los perros. Sin control poblacional las posibles consecuencias de su radioactividad continuarían disparándose, duplicando los riesgos para la futura rehabilitación del lugar.

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Un perro en busca de comida. (Clean Futures)
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Si lo tocas seguramente tengas problemas. (Clean Futures)

Para colmo de males, hay evidencias de que los perros, desplazados al interior de la ciudad y de las cercanías de la central nuclear por la creciente fauna salvaje de los bosques, han comenzado a cruzarse con los lobos (también radioactivos). Por lo que la potencial relación de los 3.500 trabajadores + turista + científicos que por allí circulan se multiplica. No sólo por la radiación, sino por otras enfermedades que los perros arrastran al no haber sido tratados por un veterinario.

Clean Futures cuenta con una campaña de crowdfunding abierta para que los perros de Chernóbil sean vacunados, limpiados y protegidos de enfermedades que, como la rabia, puede ser infectada a los muchos trabajadores y crecientes turistas que por la zona circulan. La idea es crear un refugio permanente que pueda tratarlos. Darles un hogar del que ahora carecen.

Naturalmente, el problema de los animales es que su pelaje se cruza con el suelo, con los hierbajos y con el ambiente contaminado de Chernóbil. Aunque no se sabe hasta qué punto son radioactivos, el riesgo es real, lo que no ha impedido a muchos trabajadores quedarse con los cachorros, criarlos desde pequeños y dotarles de un hogar sin que se hayan percibido consecuencias directas. Lo que no implica que no los haya. La radioactividad es una muerte invisible y silenciosa.

Los perros representan el lado doméstico del problema generado por los numerosos bichos salvajes que se han instalado en los bosques de Polesia y que perviven en un entorno totalmente radioactivo. Se sabe, por ejemplo, que los pobres lobos adolecen de cataratas por culpa de la contaminación nuclear, y que muchas especies de insecto muestran mutaciones inéditas en su anatomía o aspecto.

Clean Futures cuenta con instalaciones en Chernóbil para limpiar, lavar y vacunar a los perros y gatos que vagabundean por allí, con objeto de limitar el crecimiento de la población y de asegurar tanto sus vidas como su interacción con otros humanos, en ocasiones inevitables. En cualquier caso, los esfuerzos son tempranos, hay muchos perros aún radioactivos sin hogar y si te encuentras un cachorrito, por más adorable que sea, tendrás que refrenarte de acariciarlo o abrazarlo.

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Trabajadores junto a perros. (Clean Futures)
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Más bichines. (Clean Futures)

En Fukushima tienen un problema parecido, aunque desde otro punto de vista. Su especie invasiva son los jabalíes. La zona de exclusión está aún repleta de hogares y víveres que pueden ser muy prolíficos para el siempre voraz apetito de un jabalí, por lo que los vecinos que aún quedan y las autoridades locales se las han visto y deseado para guerrear (literalmente) a unos animales igual de testarudos, pero contaminados por el entorno radioactivo de la central.

Al igual que en otros casos, los perritos de Chernóbil sirven de ejemplo sobre el futuro del mundo sin humanos. Un contexto post-apocalíptico donde la naturaleza reclama lo que es suyo, solo que en un estado de completo desperfecto y total contaminación. En esta historia, el pato lo están pagando los adorables cachorros. Los últimos de una larga lista de agravios por un accidente fatal y aún hoy muy presente.

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