China ha construido una autovía de paneles solares que genera electricidad mientras pasas por ella

China ha construido una autovía de paneles solares que genera electricidad mientras pasas por ella
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Las autoridades chinas lo tienen meridianamente claro: las tradicionales fuentes de energía que el planeta ha venido utilizando quedarán desfasadas en poco tiempo. No sólo por cuestiones medioambientales, el principal vector que ha impulsado la transición energética, sino por lógica tecnológica. Quemar carbón o petróleo es rudimentario y simple.

Para China, hay una renovable que ofrece un abanico de posibilidades superior al resto: la solar. Es el país que ha liderado la inversión en renovables durante el último lustro, en gran medida gracias a su absoluto volcado en los jardines fotovoltaicos (con forma de panda o no) y en un sinfín de proyectos paralelos. Y el último es de especial ambición: una autovía hecha con paneles solares que genera electricidad aprovechando la luz solar.

El hallazgo no es nuevo. Países Bajos lo ha probado con moderado éxito en sus múltiples y numerosos carriles bicis. Y otros países como Francia se han animado a diseñar proyectos parecidos aunque a menor escala. La rareza china surge de la tipología de vía: una autovía de dos carriles y de alta velocidad y capacidad que, durante dos kilómetros, servirá para alimentar con energía renovable a la población de Jinan. Los costos, más allá de instalación y mantenimiento, son limitados: los rayos solares son ilimitados.

Su funcionamiento es relativamente simple. La plataforma está compuesta de tres niveles distintos: sobre la superficie, una capa aislante que impida a la humedad deteriorar la plataforma; por encima, las placas solares; y sobre la superficie, cemento transparente. Según las autoridades chinas, está hecha a prueba de bombas: la autovía puede aguantar diez veces más presión que una carretera normal, generando entre tando 1 millón de kilowatios de electricidad al año.

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Todo ello en apenas dos kilómetros, lo cual es bastante impresionante. Para China, el problema reside en el precio (o mejor dicho: para el resto del mundo, no hay proyecto mastodóntico que el país no haya afrontado): cada metro cuadrado de la carretera cuesta alrededor de 450$, un montante que multiplica con mucho el coste del asfalto común y corriente. Aún con todo, su caracter experimental puede servir para testar de forma más fiable la viabilidad de este tipo de vías fotovoltaicas.

Si el proyecto parece fruto de una locura, en parte es porque lo es. Hay buenos argumentos para oponerse a este tipo de vías. El principal es el precio: el asfalto es mucho más barato que las placas solares, y cualquier sustitutivo acristalado que aspire a cumplir la misma función es menos eficiente capturando la energía del sol. ¿Merece la pena triplicar el gasto de una autovía?

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La respuesta, hoy por hoy, es no. Especialmente si pensamos en el resto de inconvenientes. Las carreteras fotovoltaicas no están orientadas específicamente hacia el sol y su rendimiento, al estar calentadas de forma casi permanente por el tráfico, es menor que la de las placas solares tradicionales refrigeradas. El primer "pero" es relativo, especialmente si pensamos que las autovías no atraviesan núcleos de población ensombrecidos por altos edificios. El segundo no.

Asumiendo que los techos solares siguen siendo un camino bastante más óptimo hacia la autosuficiencia energética y que los inmensos bosques fotovoltaicos cubrirán la demanda con mayor eficiencia, las autovías solares de China y Francia no son más que meros experimentos. Tests que, en el caso de China, indican su absoluta predilección por este tipo de energía. La misma que le ha llevado a liderar el mundo en materia de renovables en apenas un puñado de años.

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