La ciencia ha confirmado que los vascos son singularmente vascos (y no tiene importancia)

Vascos Siendo Vascos
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Sería inútil condensar aquí las ensoñaciones raciales que preñan a los nacionalismos de toda clase. Baste recordar que Sabino Arana, experto en la materia donde los haya, sugería que bailar "agarraos" era una degenerada costumbre de maketos, en contraposición al casto aurresku. Las ideas sobre la "raza" y los "genes" de cada nacionalismo son aderezos obsesivos a identidades construidas desde posiciones más transversales y menos exclusivas, aunque fuera por la fuerza de los hechos. Nunca han dominado el relato, pero sí han asomado la cabeza.

En España, ningún nacionalismo se ha aferrado tanto a la genética como el vasco. Y hoy tenemos un nuevo estudio para desenmarañar la cuestión.

La investigación. Resulta que un grupo de investigadores dedicados a la biología evolutiva ha analizado el grado de "singularidad" de los vascos desde un punto de vista genético, propulsados por el ya ancestral interés de la comunidad científica sobre sus inciertos orígenes y particularidades. Para ello han comparado 600.000 muestras provenientes de unos 2.000 individuos del pasado y del presente, todos ellos habitantes de Euskadi y de las regiones vecinas. Se trata del "mayor estudio" en la materia hasta la fecha. Y se ha convertido en una batalla política.

Los resultados. El motivo es simple: la investigación constata que los vascos son singularmente vascos. Es decir, que se trata de un grupo poblacional con particularidades genéticas respecto a los de su entorno. Esta "clara diferenciación", en palabras de los autores, "no puede ser atribuida a un origen externo comparado con el de otras poblaciones ibéricas". Se trataría más bien de una "continuidad" que comenzaría en la Edad de Hierro y que habría estado caracterizada por "periodos de aislamiento" y ausencia de diversidad genética, reforzados tanto por la inaccesibilidad geográfica como especialmente por el idioma.

Es decir. Que los vascos son muy vascos, pero que esto no tiene en sí mismo nada de meritorio. La diferencia genética no estriba en un origen legendario, como sugería Ibarretxe cuando hablaba de los "7.000 años de historia" del pueblo vasco, sino en causas más mundanas. El asunto ha avivado la enésima conversación sobre "el gen vasco". La resume Juan Ignacio Pérez, columnista de Deia, en este artículo: hay estudios que niegan particularidades genéticas en los vascos, mientras que hay otros que sugieren lo contrario. La ciencia no suele llegar a consensos rotundos.

Algo problemático para la ideología.

¿Importa? Como sugiere Pérez, el debate político en torno a la genética vasca es una trampa de ida y vuelta. El nacionalismo se vale de la particularidad racial para avanzar su agenda; el no-nacionalismo, ese eufemismo, niega todo valor a la genética al tiempo que se aferra a los estudios donde se niega la singularidad vasca, reafirmando en el camino la importancia de la genética. Es algo que hemos visto también en Cataluña. Tan pronto como Junqueras presume de "genética catalana", más europea y menos africana, se blanden investigaciones donde la africanidad explica más bien poco, ya que se da, sobre todo, en Galicia.

El brete. Todo esto deja a los científicos en una posición delicada. Los estudios arriba citados buscan despejar dudas científicas y parten de un interés divulgativo. No hay en ellos una motivación política para aclarar si un país tiene o no tiene derecho a la autodeterminación en base a su expediente genético. Lo desarrolla en un hilo Naiara Rodriguez-Ezpeleta, investigadora. Co-escribió uno de los artículos más controvertidos (en lo mediático, no en lo académico) sobre "el gen vasco", citado en el que hoy nos ocupa. Sus conclusiones eran similares. La recepción pública rápidamente viró hacia la pugna ideológica.

Aquel trabajo fue acusado de plegarse al nacionalismo vasco y de partir sesgado de base al contar entre sus autores a científicos vascos. La polémica partía de un error de concepto, o mejor dicho, de la asimetría con la que "la ciencia" es interpretada en la academia y en la esfera pública. Lo explica con más detalle la propia Rodríguez-Ezpeleta:

La ciencia de la evolución solo busca entender eso, la evolución, sin entrar en identidades, sensibilidades políticas... Por eso, para estudiar la evolución de los vascos y poder llegar lo más lejos posible en el pasado, eliminamos fenómenos recientes que sabemos que han ocurrido, como es la mezcla con personas de otros orígenes, mucho más intensa recientemente. Eso es posible gracias a los apellidos. El territorio vasco tiene la particularidad de haber estado algo más aislado que otros territorios cercanos y de tener unos apellidos muy fácilmente identificables como vascos, lo cual facilita la eliminación de las mezclas recientes. No es asumir que vasco es solo el que tiene 8 apellidos vascos, es simplemente asumir que los genes del que tiene 8 apellidos son los que más información nos van a dar del pasado. Eso se hace en cualquier estudio de genética poblacional, no solo en humanos.
(...) El problema es trasladar los resultados científicos a un titular (siempre sesgado) de prensa que luego la sociedad interpreta (sesgadamente): "Los vascos". ¿Qué es eso? ¿Quiénes son los vascos?. "Son genéticamente diferentes". ¿Diferentes a qué? ¿Son una raza aparte? (...) El estudio científicamente tiene mucha validez, pero debería quedar ahí, en un estudio científico más. Los resultados no tienen ninguna implicación en nuestra "identidad" o "particularidad", es simplemente entender más sobre evolución humana.

Qué es un vasco. En el fondo de la cuestión (política) subyace un problema afín a cualquier idea de linaje nacional: qué es y qué no es un vasco. Los pobladores de las tierras hoy conocidas como País Vasco hace diez siglos en nada se parecían a los pobladores que habitan esas mismas tierras hoy en día. La Euskadi del siglo XXI no es un reducto aislado de vascones con escasa variabilidad genética, sino una región muy diversa moldeada por siglos de migraciones, intercambios y transformaciones sociales. Un vasco no lo es hoy por virtud genética, sino por filiación voluntaria y personal.

Este último es un asunto que la historiografía ha tratado con cierta profundidad. Autores como Alejandro Quiroga o Ferrán Archiles han argumentado que las "identidades nacionales" tienen mucho de adscripción personal y poco de determinismo, es decir, de genes o lugar de nacimiento. Uno elige la identidad vasca (y cualquier otra), pero esta no es estática sino mutable, y puede variar, expresarse con mayor o menor intensidad o incluso desaparecer según pasa el tiempo. Un proceso que, a efectos políticos, no digamos ya científicos, pasa por encima de la genética.

Imagen: PNV/Flickr

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