Los autobuses casi siempre llegan de dos en dos a tu parada. La ciencia tiene una explicación

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Una versión anterior de este artículo se publicó en 2017.

Las líneas de autobús están diseñadas de tal modo que cada uno de los vehículos en circulación aparezca por su parada cada cinco o diez minutos. El objetivo es repartir el tráfico de pasajeros, del tal modo que el autobús jamás exceda su volumen de plazas. Sin embargo, es habitual bajar a la parada de la esquina y encontrarse con que a un autobús le sigue otro autobús cumpliendo la misma línea. ¿Cómo es posible?

Para averiguarlo, nada mejor que la epxlicación visual desarrollada por dos estudiantes de la Universidad de Berkeley, Lewis Lehe y Dennys Hess. Ambos han edificado un pequeño juego interactivo en el que podemos juguetear con las frecuencias de los autobuses y con su ritmo de circulación para descubrir lo increíblemente sencillo que es provocar un colapso de la línea, retrasos y el amontonamiento de pasajeros.

De forma simple: si dos autobuses mantienen su ritmo, todo funciona a la perfección (en el juego interactivo, la ruta es circular, para simplificar la explicación). Los vehículos acogen y recogen pasajeros sin mayores complicaciones y siempre se mantiene una media de ocho o nueve pasajeros en su interior. Todo transita de forma perfecta y suave hasta que decidimos parar brevemente, tan sólo un par de segundos, a uno de ellos (haciendo click sobre su figura en el panel izquierdo). Entonces, el equilibrio se rompe.

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Dos autobuses sin retrasos, cada uno en su frecuencia, permiten mantener las paradas limpias de pasajeros a la espera y la circulación fluida.

Lo que vemos a continuación es el apelotonamiento de la línea: el freno, por más ligero que sea, de uno de los autobuses provoca que el autobús que va detrás de él ralentice su ritmo. Y dado que ambos autobuses están tardando más de lo debido en pasar por la siguiente parada, más gente va llegando a la cola de todas las paradas. Así, conforme los autobuses van llegando a sus siguientes destinos, se van llenando sin remedio.

El círculo vicioso ha comenzado y es imposible salir de él. El primer bus se llena, por lo que puede recoger a menos pasajeros en cada parada. ¿Resultado? Más y más gente esperando que tendrán que subirse en el siguiente bus vacío, el cual también se llenará de forma irremediable. En vez de espaciarse para distribuir el tráfico de pasajeros de forma equitativa y proporcional, ambos autobuses circulan casi a la vez, provocando atascos y embotellamientos.

Los ritmos de espera aumentan, la incomodidad también y el pasajero tiene la sensación de que algo va mal en los autobuses de su ciudad.

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El lío montado.

La simulación es un ejemplo extremo de embotellamiento y retraso de los autobuses públicos, pero ejemplifica cómo el más mínimo retraso puede poner en peligro todo el delicado sistema diseñado por las compañías para afinar las frecuencias. Un señor tardando más de lo debido en subir, un coche bloqueando la parada o un intenso nivel de tráfico pueden ser motivos variados para que un bus se retrase unos minutos, destruyendo la línea.

¿Solución? Una posibilidad al fenómeno, que provoca congestión, retrasos y la pérdida de utilización óptima de la capacidad de los autobuses, es darle a los conductores la posibilidad de "ajustar" sus rutas. Un proyecto realizado por los investigadores John Bartholdi III y Donald Eisenstein en Atlanta estableció puntos de control para los buses, de tal modo que notificaran a la centralita si iban o no con retraso. Así, sus seguidores podrían ajustar el recorrido para mantener el espacio entre ambos vehículos, evitando el aglomeramiento.

Otro, la automatización de los autobuses. Todo con tal de evitar toparte con tres autobuses a la vez en tu parada.

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