Elecciones Argentina 2019: qué significa y qué promete la vuelta del peronismo

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Fin de cuatro años de proyecto reformista. Fin del fin del peronismo. Cuando Mauricio Macri ganó las elecciones en 2015 prometió que este sería el principio de 20 años de historia argentina en la que la nación viviría profundos pero poco traumáticos cambios que dejarían atrás deficiencias enquistadas en su sistema económico y político. Ayer un 40% de ciudadanos le votaron, una cifra mejor que la pronosticada, pero no suficiente para alejar de la Casa Rosada a Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, que ahora serán presidente y vicepresidenta respectivamente gracias al 48.1% de los votantes.

Qué prometía Macri

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La estrategia política de este empresario liberal era, en teoría, limitar su marco de actuación a todo lo que tuviese que ver con la economía. Concretamente sólo quería sanear las cuentas públicas, bajar la pobreza y detener la inflación.

Según Macri, el peronismo, especialmente el de Kirchner, nadaba en una inflación y un déficit fiscal producto de una economía aislacionista, contraria a los mercados internacionales (con un fuerte componente de animadversión al “imperialismo” estadounidense), con una fuerte corrupción sistémica (casi el doble de funcionarios públicos en pocos años) y mercado negro. Si los argentinos no notaban en su bolsillo lo crítica que era su situación se debía al populismo económico de Kirchner, en teoría un modelo de pan para hoy y hambre para mañana.

La liberalización llegó en forma de recortes de gasto y freno de inversión público. El “tarifazo” también puso fin al subsidio estatal de energía y transporte que hacía que las familias pagasen un porcentaje ínfimo del coste real de estos servicios a costa del Estado y les arrastraba a una situación económica irreal y fomentaba el empobrecimiento de los sistemas. También abrió la economía a una mayor inversión privada y pactó deuda con fondos privados para reactivar la economía.

Y qué ocurrió con Macri

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Que en su mandato el país ha entrado en recesión; el PIB ha caído un 2.5% en 2018 y el 2019 andará en un 3.1%; el desempleo ha llegado al 10.6%, el más alto en tres lustros; la inflación, que tanto criticaba de Kirchner, ha tenido un acumulado anual del 256% y subiendo (con la ex Presidenta en el Gobierno anterior se llegó al 183% en su peor momento). El macrismo ha mandado a un 8% extra de la población argentina a lo más hondo haciendo que a día de hoy uno de cada tres ciudadanos sea pobre. Todo esto en sólo cuatro años.

Cuando el contexto económico internacional empezó a ser desfavorable y el Gobierno no pudo llevar a cabo su plan previsto, el país empezó a vivir todo aquello que se criticaba de sus predecesores: devaluación del peso, saltos inflacionarios y aumento de la pobreza. Para la enésima crisis económica de la historia reciente argentina, los que prometían aires de cambio llevaron a cabo las mismas medidas idénticas a las de kritchner, como ayudas a comedores sociales debido a la emergencia alimentaria.

Por último, y más importante, endeudó aún más a Argentina con un crédito al FMI de 57.000 millones de dólares por el que ahora no hay mucho margen para pagar y por el que se esperan recortes. En esa tesitura, es muy difícil hacer confiar en tu país a los inversores, por mucho que tú representes el tipo de gobierno amigo que pueda favorecerles.

Kirchenismo y antikirchenismo = peronismo

Antes de lo sucedido estos últimos meses, había en el peronismo dos grandes corrientes, la kirchnerista, con Cristina como líder indiscutible y un enfoque político centro-populista y antiestablishment, y el bloque de Alternativa Federal, crítico con Cristina y tendente al centro-derecha.

Kirchner acumula siete causas judiciales, entre ellas por asociación ilícita, lavado de dinero, encubrimiento y administración fraudulenta. Se ha salvado de algunos procesamientos por su condición de aforada. Tiene infinidad de críticos, dentro y fuera de su movimiento. Pero era una pieza electoral clave e insalbable: también arrastra una gran cantidad de adeptos tanto en las calles como dentro de su partido. En mayo, y al percibir que su condición de líder podría arruinar la candidatura que le diese alas, anunció que se quitaba de la primera línea y nombró a Alberto Fernández como cabeza de una lista que la tendría como vicepresidenta y les llevaría a conocer como Los Fernández.

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Curiosamente Fernández, que trabajó como jefe de gabinete de ministros entre 2003 y 2008, durante toda la presidencia de Néstor Kirchner, fue después de este período un vocal crítico de Cristina y sus políticas. De ahí que su unión electoral haya sido imprevista y aún no se conozca qué consecuencias podrían tener esas fricciones del pasado.

Pero lo que sí ha logrado es fortalecer y unificar al peronismo, que sólo se ha saldado con dos candidaturas menores tanto por la izquierda como por la derecha. El kirchenismo ha encontrado su lugar, pero también los no kirchenistas, convirtiéndose en casi imbatibles en un país que lleva 70 años entregado a esta fórmula multiforme en la que han tenido lugar tanto medidas socialistas como liberales.

El poder vuelve al poder

Lo que queda es lo que siempre hubo, una de las economías más frágiles del mundo, la quinta,  según Standard & Poor’s, y después de Venezuela el país que menos confianza genera en los inversores.

Sale al paso Alejandro Vanoli, uno de los principales economistas del equipo de los Fernández, para intentar responder a los dos principales temores de los oyentes. Sí, pedirán una "renegociación" de la deuda acordada por Macri con el FMI, pero se decantan más por una "salida a la uruguaya" vía petición de extensión de plazos de devolución que por una quita. No dejarán de pagar su deuda.

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Es un mensaje importante porque una de las decisiones más polémicas en el pasado de Cristina fue negarse a pagar 1.500 millones de deuda contraída con fondos buitres, incluso aunque pesaba una sentencia judicial en Estados Unidos (situación que desbloqueó Macri durante su mandato). Esta vez el economista del equipo entrante asegura que hay voluntad de pago total.

El otro temor es el de volver a las artes oscuras krichnerianas. El equipo vuelve a decir que no, que ya se sabía que hacía "falta un giro de 180 grados en las políticas económicas", entre otros, no tienen previstas nacionalizaciones y que se desindexará al dólar las tarifas de los servicios públicos, es decir, eliminar los productos subsidiados.

De lo que no se ha hablado, eso sí, es de la conocida inclinación de Cristina por la concentración de poder. Su polémica Ley de Medios, desactivada por el macrismo, ahondaba en un control de la información crítica con el Gobierno. Eso compaginaba bien por ejemplo con su destrucción de índices estadísticos de la situación del país. Su partido también tiene un profundo historial de asociación con la corrupción y la selección de jueces. Otro de los episodios más inquietantes de la historia reciente del país fue la muerte fortuita del juez Alberto Nisman, a cargo de una investigación que conectaba a la Presidenta con un atentado que dejó 84 muertos una década atrás, asunto que aún no ha podido resolverse.

Con Macri ahora en una oposición más fuerte de la que vaticinaban las encuestas, queda ver qué nivel de contrapoder podrá ejercer ese liberalismo fallido que por un momento derrotó al statu quo argentino.

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