Entró un gurú, salió un charlatán: la noche en la que Iván Redondo desmontó su propio mito

Ivan Redondo
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Durante los últimos cinco años, Iván Redondo ha atravesado la política española como un fantasma. Su nombre se colaba con regularidad por las cuatro esquinas de la prensa pero su presencia apenas se hacía corpórea frente a las cámaras o los micrófonos. De Redondo sabíamos mucho y al mismo tiempo muy poco. Le atribuíamos grandes planes en la sombra sin que pudiéramos responsabilizarle de ningún hecho concreto. Asentado el poder de Sánchez, se convirtió en una figura casi mítica.

Hasta ayer.

La entrevista. Fue emitida ayer en el programa de Jordi Évole. Redondo, la figura que había determinado la política del último lustro, se hacía carne. El resultado fue insatisfactorio. Redondo contó poco. Explicó que se marchó voluntariamente del gobierno, en contra de lo comunicado por el entorno del presidente; que tuvo la oportunidad de ser ministro y que la rechazó, también en contra de la versión de Moncloa; y que quedó al margen de la moción de censura fallida en Murcia, terremoto del año.

Desdibujo. Ante todo, Redondo emitió muchísima verborrea y muy poca sustancia, hasta el punto de incomodar al propio Évole. "El día en que me fui hubo llantos y aplausos en La Moncloa", explicó en un momento del programa, punto culminante de su propia campaña promocional. "Ser jefe de gabinete del presidente es mi sueño desde que era pequeñito", relataría poco antes y cayendo consciente o inconscientemente en el cliché de todo futbolista. "La política es un poco como la Fórmula 1. Mi trabajo es el de ser un ingeniero. A veces el coche no va", remataría.

Aquí se pueden ver algunos de los principales extractos.

Recibimiento. Redondo entró al programa como un gurú surgido de alguna serie política estadounidense y salió como un charlatán más borracho de coaching. O al menos así le ha recibido la prensa que hasta hace muy poquito le dibujaba como el hijo predilecto de Maquiavelo. "Por la puerta de Évole entró el mito que movía los hilos y salió un señor flipado de Donosti. El mayor consejero español desde Séneca ha resultado tener la cabeza más llena de serrín de lo previsto", opina Carlos Prieto en El Confidencial.

Tampoco ha habido clemencia entre sus colegas de profesión. El Independiente ha hablado con varios expertos en comunicación política y todos se han mostrado entre estupefactos y críticos con su intervención. En palabras de Luis Tejero, director de Asuntos Públicos de Grayling:

Después de tres años en los que se ha vendido en los medios de comunicación la figura de Iván Redondo como una especie de gurú en la sombra, superinfluyente, con una capacidad estratégica fuera de lo común y una habilidad para mover los hilos y hacer grandes movimientos en el Gobierno, cuando por fin se expone a los focos queda desdibujado. Es como si ese gran genio de la comunicación política no fuese tanto como esperaba el público.

La política. Como era de esperar, Redondo tampoco ha gozado del favor del entorno de Sánchez, crítico desde hacía tiempo con su influencia en Moncloa. "¿Quién le va a contratar ahora?", plantea con sorna un colaborador de Sánchez en El Confidencial. El periódico ha hablado con una decena de figuras internas del PSOE y todas coinciden en la "inmolación" de Redondo. En el escarnio también ha entrado la vicepresidenta Carmen Calvo. Anoche, Aimar Bretos (Hora 25) le confesó que le había sorprendido su buena relación con Redondo según el propio Redondo.

Su respuesta: "Sí, a mí también". Pablo Iglesias, tertuliano del programa, no pudo reprimir la risa.

Han olido sangre. Por supuesto, todas las reacciones deben ser interpretadas con pinzas. Los medios conservadores han pasado años atribuyendo a Redondo toda suerte de maldades para ayer ridiculizarlo como "un timo". Perfiles similares, aunque menos viscerales, se han publicado en El País. Con todo, hay que ser cautelosos tanto con el interés en desdibujar a Redondo como en su propia interpretación. "Los que hemos estado en el oficio", explica José Antonio Zarzalejos, "sabemos bien que Iván Redondo no ofreció la auténtica medida de sus posibilidades".

Se guardó algo. ¿El último truco del prestidigitador de la comunicación política? También se apunta a esta línea de pensamiento David Torres en Público:

La mayor astucia de los asesores políticos es hacernos creer que son tontos (...) El veredicto general, por los comentarios y chuflas en las redes, las tabernas y los taxis, es que los fontaneros políticos son papanatas ególatras que no saben ni por dónde les da el aire y que ocultan sus decisiones e indecisiones detrás de una pantalla de humo y unas cuantas sentencias de autoayuda. Sin embargo, no hay que olvidar que, antes de resetear a Sánchez, Iván Redondo consiguió dos rotundas victorias con Monago y Albiol, secundarios políticos que a priori parecían simples deshechos de tienta. La fama de cantamañanas de estos susurradores a la oreja se contradice una y otra vez con la estela de sus triunfos.

El ajedrez. Puede que haya un poco de todo. Quizá Redondo haya influido más en lo sucedido durante los últimos años (la repetición electoral de 2019, los vaivenes ideológicos de Sánchez) pero menos de lo que se le atribuía. Todo quedaría cristalizado en esa pieza de ajedrez colocada sobre la mesa frente a Évole, metáfora casi paródica de su trabajo, y en su primer tuit post-despido (su versión de "renuncia" no cuadra con los hechos): "No existe Rasputín, sólo un profesional de Donosti".

El futuro. La política está repleta de personajes así. Cual hombre de las mil caras o Comisario Villarejo, cuya entrevista con Évole también desmitificó su leyenda, Redondo vive de ocupar un espacio entre las sombras y de amaestrar el juego de espejos de la política. Sigue siendo así pese al desliz de ayer. Lo revela el titular de Europa Press sobre la entrevista: "Iván Redondo pronostica que no habrá independencia de Cataluña". Pronostica. La clase de verbo que sólo se atribuye al druida que lee las tripas de los cuervos... O al zorro político que ve allá donde los mortales somos ciegos. ABC dobla la apuesta analizando los "mensajes ocultos" de su intervención.

Sea como fuere, Redondo tiene un largo recorrido en la esfera pública española ahora que ha abandonado el gabinete de Sánchez. ¿Su próxima parada? Bastante visible: columnista de La Vanguardia y consejero del periódico en Madrid. Tonto o listo, pero con red de seguridad.

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