España, el único país desarrollado donde la mayoría cree que hay que rehacer el sistema al completo

Perro
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Las elecciones generales de 2015 supusieron un punto de no retorno para el sistema político español. Dos nuevos partidos, Podemos y Ciudadanos, obtuvieron una sustancial representación parlamentaria tras tres décadas de bipartidismo. El equilibrio institucional de España había saltado por los aires. La palabra "reforma", tan manida desde la Transición, se colocó en la primera línea de la agenda mediática. Cuatro años después del 15M, sonaban vientos de cambio. Fue un espejismo.

La opinión. PSOE y PP pudieron mantener sus posiciones. La crisis del sistema de partidos se cerró en favor de las dos formaciones históricas, al menos por el momento. En este repliegue, a mitad de camino entre el bipartidismo tradicional y la fragmentación parlamentaria, hay algo que no cambia: una mayoría de españoles, el 54%, sigue pensando que el sistema político debe ser "completamente reformado". Lo ilustra una encuesta global de Pew sobre el futuro político de los países desarrollados.

A la cabeza. El porcentaje de España es muy significativo: es la única nación encuestada donde una clara mayoría cree que el sistema debería reiniciarse y empezar a contar desde cero. Corea del Sur (46%), Italia (42%), Estados Unidos (42%) o Bélgica (33%) quedan ya muy por detrás. En todos ellos, exceptuando Canadá, Suecia o Nueva Zelanda, la suma de "completamente reformado" y "grandes cambios" se impone al status quo. Es decir, hay un interés global por cambiar la política, su funcionamiento básico. Uno acelerado por la pandemia.

Desencanto. En España, en ese sentido, el sentir público es claro: al 54% de encuestados que consideran que el sistema debería ser reconstruido "por completo" podemos sumar otro 32% al que le gustaría observar "grandes cambios". Sólo un 2% considera que el sistema "no debe ser cambiado". La encuesta se publicó durante los fastos de la Constitución. Todos los medios españoles celebraron su 43 aniversario incluyendo en el titular la palabra "reforma", ya fuera posicionándose en su favor o evidenciando la imposibilidad de llevarla a cabo.

Vientos de cambio. Es algo que otras encuestas, en especial las del CIS, han corroborado. En torno al 70% de los españoles se suele mostrar a favor de la reforma constitucional. En 2012, por primera vez, una mayoría de españoles se mostró "poco o nada" satisfecho con la carta magna. Si en 2005 sólo el 45% consideraba que había que reformarla, en 2018 el porcentaje rondaba el ya citado 70%. El CIS ha variado las preguntas, lo que ha roto las series, pero el sentir general es claro. Hay que cambiar algo.

Sin consenso. ¿Pero el qué? El problema, en España, no es tanto "cambiar el sistema" sino "cómo cambiarlo". Lo podemos observar desde aspectos poco polarizadores a pie de calle, como la renovación del Poder Judicial, hasta el modelo territorial, donde varias fuerzas empujan en direcciones contrarias (federalismo vs. autonomismo vs. recentralización). El PSOE, condicionado por sus socios de gobierno, ha avivado y taimado al mismo tiempo la posibilidad de reforma. Lo cierto es que el procedimiento agravado para retocarla al completo obliga a enormes mayorías.

Descontento. Mayorías virtualmente imposibles en un contexto parlamentario tan fragmentado como polarizado. Algo que se traduce en un descontento popular cada vez más agudo: lo hemos visto a cuenta de la polarización política y afectiva del electorado, cada vez más extrema en España; como en la "desconfianza" general de la población hacia las instituciones, los políticos, el estado y, en resumidas cuentas, el sistema. Por diseño de la propia CE y del sistema, ese descontento parece condenado a cocinarse a fuego lento sin salida política clara.

Imagen: GTRES

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