Las feministas odian menos a los hombres que las que no lo son

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A veces toca revisar nuestros lugares comunes para descubrir si en ellos estábamos encerrando creencias erróneas, y hoy vamos a hablar de uno de esos tópicos más compartidos en los últimos tiempos. Resulta que no, las feministas no son unas odiahombres, o al menos no tanto en proporción como una mujer normal y corriente no implicada con la causa.

Preparando el terreno

A pesar de la creencia popular de que a las feministas no les gustan los hombres, pocos estudios han examinado la precisión empírica de este estereotipo. 

Así comienza el estudio de unas investigadoras de la Universidad de Houston. Se valen de los resultados de trabajos anteriores menos rigurosos para indagar en este tema. Uno de sus referentes era un informe que había evaluado si la actitud hacia los hombres de los universitarios y universitarias que cursan un semestre de "women studies" era distinta frente a los alumnos que no lo cursaran después de este aprendizaje. Aunque los que habían asistido a las clases se identificaban más fácilmente con la etiqueta del feminismo, sus actitudes hacia los hombres no variaron

Otro análisis anterior también mostraba que las asistentes a la National Organization for Women no odiaban más a los hombres que las mujeres regulares. Pero para las evaluadoras de Houston la muestra de estos dos trabajos era demasiado pequeña, así que realizaron esa misma evaluación ellas mismas estudiando las respuestas de cientos de universitarios de su universidad.

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El cuestionario empleado para distinguir qué actitudes eran prejuiciosas hacia los hombres fue el "Inventario de ambivalencia hacia los hombres", empleado también por otros muchos sociólogos en el pasado. Sus preguntas buscan señalar creencias sexistas hacia los hombres y las agrupan en dos categorías, "benevolencia hacia los hombres" y "hostilidad hacia los hombres".

La benevolencia son creencias como que los tíos dependen de las tías, que ellas deben ser protectoras hacia ellos o que ellos deben sacrificar su economía para mantener a su esposa. La hostilidad define la adhesión a ideas como que los hombres actúan como bebés cuando enferman, que los hombres que ayudan a una mujer buscan mostrar su superioridad, o que la mayoría de los hombres en posición de poder acosan sexualmente a las mujeres. 

Feminismo es igualdad, en teoría y en práctica

Y sí, tanto las mujeres como los hombres del grupo de alumnos que se identificaba a sí mismo como feminista en alguna de las variantes de esta ideología daba resultados de adhesión significativamente más bajos tanto en "benevolencia" como en "hostilidad" hacia los hombres que el otro grupo. Eran los y las universitarias (pero especialmente las mujeres) que no se reconocían como parte del movimiento las que tendían a tener en peor consideración a los hombres. 

Esto es algo que no sorprenderá a nadie que conozca los preceptos más básicos del feminismo, ese conjunto de ideas que busca que hombres y mujeres deben ser iguales en derechos. El feminismo mayoritario y buena parte de los alternativos critica las manifestaciones de la masculinidad que generan desigualdad de género, violencia o explotación sexual hacia las mujeres, pero no es lo mismo criticar la masculinidad tóxica que odiar a los hombres o a la masculinidad en su conjunto.

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Ahora bien, como apuntaban Kristin J. Anderson, Melinda Kanner y Nisreen Elsayegh, los estudios anteriores indagaban en la relación entre la identificación feminista y el apoyo o no al actual marco de desigualdad de género (es decir, la teoría) pero no se centraban exclusivamente en esas actitudes específicas y reales de las feministas hacia los hombres (la práctica), como sí investigaron en Houston. Las feministas como colectivo no sólo quieren que hombres y mujeres sean iguales, sino que tienen menos prejuicios contra los hombres.

Resumiendo: como apuntaba el investigador que nos dio la pista de este estudio, existirán mujeres feministas que sean odiahombres, que tengan prejuicios negativos hacia ellos, pero será más común encontrarse a gente que piense así entre las que no se identifiquen con el movimiento. Es más probable que trate de forma justa al hombre la que estudia a Simone de Beauvoir o la que retuitea a Leticia Dolera que la que dice "ni feminismo ni machismo, igualdad".

¿Por qué pasa esto? 

Respuesta corta: no se sabe. Respuesta larga: las investigaciones anteriores apuntan a un par de teorías. Un trabajo demostró que, en las naciones en las que las relaciones entre hombres y mujeres son más desiguales, los ciudadanos y ciudadanos tienden a adherirse más tanto a creencias de "hostilidad hacia los hombres" y "benevolencia hacia los hombres". Es decir, que las personas que viven en países más tradicionales, donde los roles de género están más marcados, generan en las mujeres más resentimiento y dependencia hacia los hombres.

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Otra teoría posible es que, precisamente en esas culturas y ambientes (tanto los países como las esferas en las que se mueven mujeres no-feministas), los hombres sean peores y por eso tengan mala opinión de ellos. Estudios estadounidenses han demostrado que los hombres que más apoyan la masculinidad tradicional tienden a marcar unos índices mayores de hostilidad, violencia, aflicción psicológica y abuso de sustancias. Es de creer que las no-feministas se rodeen más fácilmente de hombres tradicionales que las que sí sean feministas. 

No sólo las mujeres se benefician del feminismo, los hombres también.Además de todo lo relatado, los sociólogos han descubierto que las mujeres heterosexuales no-feministas, por apoyar ideas de género más conservadoras, exigen que los hombres sean más típicamente hombres. Que demuestren mejores atributos físicos, que tengan mayor poder adquisitivo, etc. Las mujeres heterosexuales feministas son más tolerantes con los hombres en estos aspectos, lo que lleva a los hombres a un menor estrés de género para encajar en la norma.

De todas formas, sí hay un tópico acerca de las feministas que es cierto: se casan menos y tienen menos hijos. Si se las va a atacar por algo que sea cierto, habrá que ir por ahí.

Imagen: GTRES

Una versión anterior de este artículo fue publicada en junio de 2018.

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