¿El fin del idilio nórdico? Los coqueteos de Suecia con la ultraderecha y el movimiento neonazi

¿El fin del idilio nórdico? Los coqueteos de Suecia con la ultraderecha y el movimiento neonazi
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Espejo idílico de la socialdemocracia europea durante décadas, Suecia siempre se ha aparecido en el imaginario popular internacional como la nación amable y rica a la que todo el mundo quiere parecerse. Amparado en un sistema impositivo gravoso en extremo para sus ciudadanos, el estado sueco ha construido durante un siglo un estado del bienestar extenso en servicios, subsidios y ayudas a todos sus ciudadanos. Vivir en Suecia, siempre lo hemos creído, es vivir muy bien.

Ahora bien: quizá los suecos no están de acuerdo.

¿Qué pasa? Que Suecia acude a las urnas el próximo mes de septiembre. Se antojan unos comicios cruciales: el partido socialdemócrata sueco, muñidor del celebrado modelo sueco que ha monopolizado el poder durante prácticamente un siglo, está bajo mínimos. Las últimas encuestas no le dan más de un 24% de los votos en septiembre, una cifra que, de consumarse, representaría su porcentaje de apoyo más bajo desde 1911. Seguiría siendo el partido más votado, eso sí.

La formación ya sufrió un importante varapalo en las elecciones de 2010, pero se mantuvo en las de 2014, recuperando el gobierno. Su par en la oposición, el Partido Moderado, también se asomaría a una dramática crisis electoral.

¿Quién gana? La razón del declive de ambos hay que encontrarla en el fulgurante ascenso de los Demócratas Suecos, formación populista y de extrema derecha que ha sustentado su crecimiento electoral en una dura retórica anti-inmigración. Podrían obtener el 20% de los votos a la vuelta de verano, volando por los aires el tradicional equilibrio político sueco y abocando al país a una inédita situación de ingobernabilidad (dado que nadie querría pactar con ellos). Familiar, ¿verdad?

¿Por qué? La proyección de los Demócratas Suecos evoca tantas otras ya consumadas en Europa occidental. Sus orígenes son nítidamente neonazis y filofascistas, pese a que su líder, un joven nacional muy carismático llamado Jimmie Åkesson, ha suavizado la imagen del partido (sustituyendo una antorcha, ejem, por una flor). El verdadero despunte de la formación se produjo hace tres años, en plena crisis de refugiados europea. Suecia acogió generosamente a más de 160.000 aquel año.

En un país de 10 millones de habitantes, los más de 300.000 inmigrantes y refugiados recibidos en apenas cuatro años han resultado ser una cuestión crucial para muchos electores, especialmente en plena oleada de crímenes violentos e inseguridad.

La dinámica. El empuje de los Demócratas Suecos obligó al gobierno socialdemócrata a imponer restricciones más estrictas a los migrantes de origen no comunitario. La crisis de refugiados es sólo el catalizador de un mayor descontento: gran parte de la población sueca desea revisar el contrato social que aupó al país a la cima moral del mundo durante el siglo XX, descontentos por un sistema impositivo elevadísimo y por servicios sociales cada día más deficientes.

La estricta política contracíclica del gobierno (ahorrar en tiempos de bonanza, gastar en periodos de crisis) ha provocado el cierre de hospitales y el letargo de la asistencia sanitaria, entre otras cuestiones, lo que sumado al altísimo flujo de migrantes ha gestado el ascenso de la extrema derecha. De ahí que las elecciones resulten claves: en parte, son una enmienda a la Suecia amable, idílica y generosa que el mundo creía conocer hasta ahora.

Los nazis. El raro clima político que atraviesa el país cristalizó la pasada semana en Almedalsveckan, la semana dedicada al contacto entre las formaciones políticas y los ciudadanos de a pie en la isla de Gotland. Por primera vez en su historia, las autoridades locales permitieron el desfile y la participación de un grupo abiertamente nazi y supremacista, el Movimiento de Resistencia Nórdico. De estética paramilitar, el partido reivindica una suerte de idílica unión nórdica que suprima los elementos no escandinavos de la sociedad sueca (traducido: los inmigrantes).

Pese a la indignación de otros colectivos, su participación sirvió para simbolizar el incierto futuro al que se encamina Suecia. Y cuyo devenir descubriremos en septiembre.

Imagen: Frankie Fouganthin/Wikipedia

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