Fronteras cerradas y puertos parados: ¿Qué pasa cuando una pandemia te pilla en alta mar?

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El coronavirus ha puesto en pausa la vida de muchos al cerrar de la noche a la mañana comercios, restaurantes, colegios y cafeterías. Sin embargo, hay a quienes la pandemia les ha pillado en mitad de una travesía que les ha obligado a interrumpir sus viajes atracando en puertos cerrados.

Confinados. Del mismo modo que los habitantes de la península han estado obligados a permanecer en sus casas durante las ocho semanas que ha durado el confinamiento estricto, los navegantes recreativos se han mantenido en sus embarcaciones sin poder nadar ni salir a caminar por el pantalán. Su confinamiento ha sido aún más estricto del que viven el resto de los ciudadanos confinados, entre otras cosas, porque ellos no pueden ni siquiera ir al supermercado.

Tanto es así que en puertos como el de la Línea de la Concepción, los 50 navegantes que permanecen allí atrapados se han organizado para que los comercios minoristas les lleven comida una vez a la semana.

Puertos cerrados. Según datos de Noonsite, el site especializado en recoger datos de navegación, actualmente la mayor parte de los puertos europeos permanecen bloqueados. A excepción de países como Reino Unido, Bélgica o Países Bajos, Grecia o Croacia el funcionamiento del resto continúa interrumpido.

Sin embargo, en España, gracias a las primeras fases de la desescalada, los navegantes que permanecen retenidos sin retomar su travesía ya pueden salir del puerto y darse una vuelta por los alrededores. Este es precisamente el caso de Silvina Rey y su familia que, tras 12 años viviendo en alta mar, ahora han podido salir del barco y visitar la costa almeriense más allá de su puerto. En la misma línea, Paula, marinera nómada al frente del perfil de Instagram @allende.losmares ha estado retransmitiendo durante todo el confinamiento cómo ha vivido el suyo a bordo de un barco que ha conseguido llegar al puerto de Cartagena hace tan solo unos días.

 

Problemas en aguas internacionales. Debido a que la gestión de esta crisis sanitaria varía en función de cada Estado, otros navegantes se han encontrado con el coronavirus de frente, en el mar y sin la posibilidad de echar el ancla en ningún puerto. Según recoge CNN en este reportaje, Susie Harris y su marido volvían a su tierra natal (Irlanda) cuando  la pandemia les pilló en mitad del mar Rojo. Con una avería en el barco, escasez de combustible y alimentos, vieron cómo Egipto, Eritrea y Sudán cerraban fronteras, alejando cada vez más sus posibilidades de volver a Irlanda. 

Obligados a continuar con la travesía, hicieron una pequeña parada en Creta donde varios agricultores les dieron parte de los suministros que no estaban vendiendo y, ahora que la situación está algo más calmada, aspiran a que Grecia les deje entrar.

El caso de la pesca. Al igual que a los navegantes recreativos, a muchos pescadores esta situación les ha cogido por sorpresa mientras faenaban a kilómetros de sus casas. La diferencia es que los trabajadores de este sector no han podido parar de trabajar ya que su actividad está considera esencial. Por ejemplo, en el caso de un buque español que faena en la costa de Cabo Verde de febrero a junio, temen que al parar a repostar en la isla alguno de sus tripulantes caboverdianos se infecte y luego tengan que lidiar con el virus en alta mar donde apenas tienen medios para detectarlo. Cabo Verde ha contabilizado un total de 328 casos y dos fallecidos.

¿Vuelta a casa? Situaciones como las anteriores han sido la razón por la que muchos navegantes recreativos han tomado la decisión de abandonar sus embarcaciones y tratar de volver a casa en avión. Sin embargo, la pandemia ha paralizado buena parte del tráfico aéreo en todo el mundo y muchos países en estado de alarma o emergencia han cerrado fronteras incluso a sus propios ciudadanos.

De hecho, aunque el Ministerio de Exteriores español reconoce haber traído de vuelta a 20.000 ciudadanos a los que la pandemia les pilló fuera de casa, todavía hay personas esperando una solución como es el caso de los españoles varados en Uruguay.

Imagen: Chema Artero

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