En Italia, votar a la extrema derecha ha tenido una consecuencia directa: más crímenes de odio

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Mucho antes de que los partidos de extrema derecha ganaran posiciones electorales en la mayor parte de Europa, Italia llevaba años votando a formaciones de corte xenófobo y populista. Sucedía que la Lega Norte camuflaba su discurso antimigratorio bajo una pátina de independentismo padano y una enmienda general al sistema italiano. Su ascendencia en los gobiernos locales se puede trazar a varias décadas atrás en el tiempo. De 2008 en adelante, Italia se llenó de alcaldes de la Lega.

Y en el camino, algo cambió.

Más agresividad. Lo ilustra un trabajo elaborado por el investigador Alessio Romarri y resumido por él mismo en este artículo de Nada es Gratis. Conforme la extrema derecha fue accediendo a las instituciones y a los centros de poder en el interior de Italia, el número de delitos de odio registrado por las autoridades y por las organizaciones civiles se disparó. Dicho de otro modo: a más alcaldes de la Lega le siguieron más agresiones verbales o físicas a las comunidades migrantes.

Los datos. Romarri parte de dos variables distintas (todas las elecciones municipales celebradas en Italia entre 2008 y 2018; y todos los delitos de odio registrados exhaustivamente por Lunaria, una ONG, ante la falta de cifras oficiales gubernamentales). En sus palabras:

Examino las elecciones en las que los candidatos de extrema derecha ganaron o perdieron con un margen de victoria muy pequeño. Intuitivamente, la metodología funciona de la siguiente manera: considera dos municipios, uno en el que la extrema derecha ganó por un margen estrecho y otro en el que perdió por el mismo margen, y luego observa los crímenes de odio después de las elecciones en ambas ciudades. La diferencia si existe, se interpreta como el efecto causal de la presencia en la alcaldía de un político de extrema derecha sobre los delitos de odio.

El resultado es una correlación positiva. En aquellos municipios donde un político de extrema derecha llega a la alcaldía la probabilidad de que se produzca un crimen de odio es cinco veces más alta que en las localidades donde no. El trabajo controla distintas variables, entre ellas el volumen de agresiones xenófobas registradas con anterioridad tanto en los municipios afines a la extrema derecha como en los que no. ¿Pudiera ser que simplemente fueran ya más proclives y que la elección de un alcalde de, pongamos, la Lega, no cambiara gran cosa?

No, explica Romarri:

Para dotar de mayor robustez a mi estrategia de identificación realizo el mismo análisis en el año o años anteriores a las elecciones, y demuestro que no existen diferencias entre municipios en los crímenes de odio. Este resultado me permite descartar la posibilidad de que las personas que viven en municipios que eligen un alcalde de extrema derecha ya fueran más propensos a cometer crímenes de odio contra los inmigrantes, por tanto, el efecto antes documentado, puede ser atribuido a la presencia de alcaldes de extrema derecha en el ayuntamiento.

La intuición. Es algo que ha sobrevolado el debate político europeo desde el resurgimiento de la extrema derecha. ¿Acaso su discurso antimigratorio, en la mayoría de las ocasiones rayano en lo xenófobo, no podría servir para legitimar y normalizar conductas agresivas y censurables en la esfera pública? Al fin y al cabo si un representante público y potencial presidente de un país expresa determinadas ideas nada de reprochable tiene reproducirlas en casa, en el trabajo, en un restaurante.

Gran parte de los "cordones sanitarios" elaborados por los políticos europeos en distintos países bebían de esta lógica, además de ciertos referentes históricos aún por olvidar. Votar o servirse del apoyo de formaciones de extrema derecha les refrendaría no sólo frente a su base de votantes, sino ante el conjunto de su sociedad. Ensancharía el horizonte de lo posible, incluyendo un discursos e ideas indeseables.

La explicación. Hay cierta literatura sobre "la erosión de las normas sociales" fruto del voto a partidos extremistas. Otro estudio ha mostrado cómo la elección de Donald Trump provocó que más estadounidenses se sintieran menos cohibidos a la hora de expresar ideas racistas. Que el mayor cargo público del país redundara en ellas con frecuencia minimizaba el rubor que una persona pudiera tener antes de emitir una opinión xenófoba (el asalto al Capitolio ofrece una lección sobre el impacto de las palabras de un cargo electo en ese abanico de lo aceptable).

El Brexit. Algo similar ha sucedido en Reino Unido. Al voto favorable al Brexit le han seguido años de incremento de los crímenes de odio, espoleados por una campaña amparada en ideas xenófobas. Como se expresa aquí, el éxito del referéndum "alteró la norma social dominante, revelando que las ideas anti-inmigración eran más prevalentes de lo que se creía". De forma un tanto paradójica, esto propulsó los delitos de odio en ciudades favorables a la Unión Europea. Votantes xenófobos antaño cohibidos y reprimidos dejaron de sentirse como tal.

Similares análisis se han elaborado en Alemania, al albur de Alternativa para Alemania, grupos neonazis incluidos. Los cuatro países presentan el mismo patrón: el triunfo electoral de la extrema derecha o de los discursos xenófobos genera el caldo de cultivo idóneo para más crímenes.

Advertencias. El análisis de los municipios italianos parece corroborar estas ideas, aunque debe ser interpretado con cautela. El propio Romarri lo advierte en sus conclusiones: la calidad de los datos es insuficiente, ya que depende del trabajo de organizaciones no gubernamentales mucho antes que del recaudo sistemático y estandarizado de las autoridades. Una mayor precisión y exhaustividad en el registro de los "crímenes de odio", amén de sus distintas variables, contribuiría a análisis más finos.

Imagen: Angelo Carconi/AP

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