La izquierda puede volver al gobierno en Dinamarca. ¿Cómo? Con un discurso anti-inmigración

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Las elecciones generales de 2015 supusieron un inquietante hito en la historia democrática de Dinamarca. Por primera vez, una fuerza de extrema derecha lograba superar el 20% del voto y se colocaba como segunda fuerza parlamentaria. El éxito del Partido Popular Danés (DDP) evidenció la permeabilidad de la sociedad danesa a ideas radicales en materia migratoria. Más aún, obligó a todas las demás formaciones a replantearse su discurso social y cultural. Incluido al socialdemócrata.

Convocatoria. Cuatro años después, Dinamarca vuelve a las urnas. Y lo hace bajo un clima enrarecido. El Partido Socialdemócrata (S) lidera las encuestas gracias al impulso renovador de su rutilante líder, Mette Frederiksen, cuyo discurso ha tomado un giro nítidamente anti-migratorio. Frederiksen tomó las riendas de la formación tras el relativo fracaso electoral de 2015, y desde entonces ha coqueteado con la narrativa radical y populista del DDP.

Según las encuestas, con éxito.

Contexto. 2015 supuso un punto de inflexión. El crecimiento del DDP rompió la lógica de bloques tradicional. El S obtuvo la mayoría en votos y escaños, pero fue incapaz de formar alianza parlamentaria alguna. En su lugar surgió un gobierno minoritario comandado por el Venstre (centro-liberal) y apoyado puntualmente por la extrema derecha. ¿Resultado? El DDP ha logrado imponer su agenda a cada voto crucial, impulsando medidas más restrictivas en lo migratorio.

Resurgimiento. La lectura de Frederiksen desde su llegada a la secretaría socialdemócrata fue clara: si no puedes con tu enemigo, únete a él. El S ha apoyado la prohibición del burqa en espacios públicos; la confiscación de bienes y joyas a los refugiados llegados de Oriente Medio; una política centrada en la repatriación y no tanto en la integración; y medidas coercitivas y punitivas cada vez más agresivas para con la población migrante, incluyendo recortes en las ayudas públicas.

¿Por qué? Frederiksen se ha valido de viejos mantras populistas para defender el giro ideológico de su partido. El generoso estado social danés, argumenta, no puede lidiar con una población migrante masiva. Sólo imponiendo severas limitaciones al flujo migratorio será posible sostener los abultados subsidios públicos que tanto anhelan las clases trabajadoras danesas, golpeadas por la desigualdad y la precariedad.

Se trata de un discurso de marcado carácter etnicista que encuentra claros paralelismos con el núcleo narrativo del DDP y de otros partidos ultraderechistas del continente.

Amigos. El DDP no ha sido ajeno al cambio de rumbo. En 2017 ambas formaciones formalizaron su acercamiento en una entrevista conjunta a un medio de comunicación sindical. Tanto Frederiksen como Kristian Thulesen Dahl, líder populista, dibujan un juego de suma cero en el que las políticas anti-migratorias suponen un obstáculo para sostener el estado del bienestar danés. Es una dicotomía que algunos analistas han asociado al triunfo de Donald Trump o del Brexit.

¿Cuánto hay de cierto? Se trata de la pregunta más debatida por la ciencia política europea de la última década. Lo cierto es que el S no siempre ha priorizado el interés de los trabajadores y de las clases bajas: durante su último gobierno (2011-2015) aplicó severos recortes a las ayudas públicas y a los subsidios para los más desfavorecidos.

Encuestas. El experimento de Frederiksen acapara la atención de gran parte de la izquierda europea. Lidera las encuestas y, gracias al paradójico desplome del DDP, podría formar gobierno. Pero su giro populista y anti-migratorio ha provocado que sus potenciales socios parlamentarios, como los Social Liberales, le hayan dado la espalda. De ahí que ni Frederiksen ni Dahl hayan descartado públicamente una coalición S-DDP.

En Dinamarca, a día de hoy, el discurso anti-inmigración lo lidera la izquierda. Una tendencia aún soterrada, pero de creciente ascendencia en Reino Unido, Francia o Alemania.

Imagen: Arbeiderpartiet/Flickr

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