La extrema derecha noruega es tan obtusa que no sabe distinguir un burka de un asiento de autobús

La extrema derecha noruega es tan obtusa que no sabe distinguir un burka de un asiento de autobús
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La xenofobia es en gran medida una patología causada por el desconocimiento. El miedo al diferente se articula a través de las sombras, en un estadio que impide conocer cuánto tiene de diferente y cuánto peligro entraña.

Si Europa vive tiempos extraños y convulsos, también vive tiempos patéticos. Y es posible que no hayamos encontrado mejor metáfora de la xenofobia contemporánea que la gloriosa, épica publicación de un grupo de extrema derecha noruego en Facebook. En él, un señor denunciaba la numerosa presencia de mujeres con burka en un autobús... Cuando en realidad eran los asientos.

El mensaje apareció la semana pasada en la página anti-inmigración Fedrelandet viktigst (algo así como "la patria primero"). Y en tanto que denunciaba la opresiva presencia del burka en las calles noruegas, los seguidores de la página rápidamente escribieron raudos y furibundos mensajes sobre el peligro de la multiculturalidad y la deriva apocalíptica de Noruega por culpa de la inmigración.

Publicacion Original
La publicación original.

Es decir, se lo habían creído y habían priorizado sus prejuicios sobre la realidad (una fotografía de asientos de autobús).

Al parecer, la publicación era un experimento puesto en práctica por un tal Johan Slattavik, que más tarde manifestaría a WorldViews haber lanzado el cebo por mero aburrimiento. "Dejé la foto para ver qué pasaba", explicó en su día, "y terminé riéndome mucho". La reacción a la contra, es decir, la de quienes denunciaban la evidente parquedad de miras de los anti-inmigración, convirtió a la chanza de Slattavik en un hito viral.

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El asunto copó los medios de comunicación noruegos en un momento en el que el parlamento del país debate sobre restringir o no prendas como el burqa o el niqab. Para Slattavik, el propósito de la publicación original se había cumplido: "Quería mirar hacia las diferencias entre una justa crítica a la inmigración en Europa y la pura xenofobia, algo que he conseguido montando esta broma práctica y observando las reacciones.

Una bella metáfora sobre la xenofobia en Europa

Pero dejemos a un lado el evidente lado cómico del asunto y pensemos de qué modo esto es un ejemplo peripatético pero real de cómo ha funcionado durante el último lustro la ebullición de los partidos "nativistas" o de extrema derecha.

El burka es de un tiempo a esta parte el fenómeno más incomprendido de la cultura musulmana. Su origen léxico se remonta al árabe antiguo, aunque se cree que pudo haberse introducido en las sociedades arábigas por influencia persa. En cualquier caso, no hay citas explícitas al vestido en el Corán, y tan sólo interpretaciones dispares de la escolástica islámica sobre variantes como el hijab, el típico velo.

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Fundamentalmente en Afganistán.

En gran medida, el burqa es un fenómeno más político que religioso, y su uso es minoritario dentro de la sociedad islámica. Es muy predominante en Afganistán (donde su uso está impuesto por ley), y en ciertas partes de Pakistán (el Baluchistán y las regiones pastunes) y la India. Pero es minoritario en los países árabes, los principales emisores de migrantes hacia los países europeos.

¿Qué quiere decir esto? Que el problema del "burka" como tal se ha magnificado. Sólo en Arabia Saudí una prenda similar, el niqab (que cubre toda la cara excepto los ojos), es normativa. En los países del golfo el hijab es de uso general, así como en la mayor parte de la Creciente Fértil. Pero en otros como Marruecos, Túnez o Egipto, por ejemplo, sólo se generalizó con el ascenso del Islam político en los '80.

Pese a todo, uno de los principales caballos de batalla de los grupos anti-inmigración de Europa ha sido el burka y la necesidad de prohibirlo o no. El ejemplo más claro es Francia, cuya secular laicidad ha generado importantes conflictos con la población musulmana del país, de cinco millones. Cuando el estado prohibió el burka, por ejemplo, apenas hubo oposición por parte de los musulmanes franceses: lo rechazaban ya de facto.

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Janko Ferlič/Unsplash.

La medida, de hecho, se interpretó como un ataque a la comunidad en su conjunto, como una forma de estigmatizar, antes que como algo realmente útil (las cifras más optimistas apenas rebasaban las 2.000 mujeres con burqa o niqab).

Del mismo modo que una fotografía inane en Facebook, la preponderancia del burka en el debate público europeo (noruego o francés en ambos casos) obedecía más a un debate distorsionado sobre la inmigración que a una necesidad real o a un problema acuciante. Y lo hacía obviando el contexto cultural real del Islam (el hijab, no el burka, minoritario) y alienando a las mujeres musulmanas, que al sentirse atacadas por su condición reinterpretaban sus velos como un acto de reivindicación.

En ambos casos, era el desconocimiento el que echaba gasolina al fuego a un debate distorsionado y el que acrecentaba el miedo sobre la amenaza integrista. Una amenaza que, a menudo, derivaba en xenofobia y en la elección de opciones políticas "seguras" que lucharan denodadamente contra ella (véase, refugiados).

Niqab
El niqab en Irán. (Majid Korang beheshti/Unsplash)

En este magma, partidos políticos de todo el orbe europeo han diseminado ideas erráticas y erróneas sobre el Islam y lo que implica ser musulmán, y gobiernos como el de Eslovaquia o el de Polonia se han opuesto a recoger refugiados argumentando un choque cultural irremediable con los cristianos (en el caso de Eslovaquia, además, porque no tenían mezquitas: combo perfecto). Un clima de hostilidad mutua y recelo permanente que mina la convivencia multicultural.

La fotografía de los asientos de autobús, además de un meme sobre los comentarios de Internet, es una metáfora fantástica del crecimiento de la xenofobia en Europa. Fantástica y preocupante.

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