Los espacios exclusivos para mujeres: una antiquísima necesidad que se remonta al siglo XIX

Los espacios exclusivos para mujeres: una antiquísima necesidad que se remonta al siglo XIX
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"¿Qué necesidad hay de crear espacios exclusivamente para mujeres?" es una pregunta que más de uno ha lanzado últimamente a ese gigantesco vórtice de preguntas sin respuestas que es Internet. Tras llevarnos las manos a la cabeza porque un grupo de mujeres quiere disfrutar de eventos exclusivamente femeninos, cabe destacar que los espacios no mixtos no son, ni de lejos, una novedad.

En Europa, al calor de la Ilustración y la Revolución Francesa, comienzan a surgir asociaciones a favor de la defensa de los derechos y la emancipación de la mujer coincidiendo con el auge de la burguesía, la Revolución Industrial, la incorporación de la mujer al mercado laboral y la lucha obrera.

Durante todo el siglo XIX se va a vivir en gran parte de Europa y los recién estrenados EE.UU. un desplazamiento de los espacios "propios" de la mujer. La mujer de clase media y alta ya no pertenece exclusivamente al ámbito del hogar, sino que puede y debe ocupar un lugar en la sociedad más allá del umbral de su casa. Tiene, en resumidas cuentas, que dejarse ver.

Esto, por supuesto, genera una situación bastante tramposa puesto que la mujer debe verse, pero no debe molestar.

Vivan los trenes (pero cada mochuelo a su olivo)

No debe molestar sobre todo porque puede constituir una tentación innecesaria. Un ejemplo de ello es lo sucedido en Reino Unido en el siglo XIX, cuando, con la popularización del uso del ferrocarril, la pérfida Albión se encontró de repente con una enorme incidencia de agresiones sexuales en los vagones del tren.

Uno de los casos más famosos fue el de Valentine Baker, un condecorado militar y amigo personal del mismísimo príncipe de Gales que intentó propasarse con Rebecca Dickinson, una joven que viajaba sin acompañante (vaya fresca). A raíz de esta epidemia de agresiones se inauguraron los primeros vagones destinados exclusivamente al uso femenino. No obstante, la gran mayoría de las mujeres inglesas eran bastante reticentes a utilizarlos, argumentando que la solución no pasaba por la segregación, sino por la persecución de los agresores.

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Valentine Baker a la izquierda y un esbozo de Rebecca Dickinson a la derecha.

A pesar de todo, la medida se mantuvo hasta una fecha tan relativamente reciente como 1977. Hola punk, adiós segregación en los trenes.

En un giro inesperado de los acontecimientos, en el verano de 2015, y dado que las cifras siguen siendo mareantes (según una reciente encuesta de la asociación End Violence Against Women Coalition, un 64% de las mujeres de Reino Unido declaran haber sufrido algún tipo de agresión en un espacio público y el 42% están dispuestas a pagar un taxi para evitar exponerse al transporte público por la noche), Jeremy Corbyn reabrió el debate sobre la posibilidad de la vuelta de los vagones de uso exclusivo para las féminas.

¿Sin hombre? Recluida a su espacio exclusivo, señorita

Mientras tanto, en Estados Unidos, se popularizaron los llamados Ladies’ Ordinary, salones en los grandes restaurantes (recordemos que eso de salir a comer a un establecimiento público se acababa de inventar antes de ayer) en los que mujeres solas o grupos de mujeres sin acompañantes masculinos podían ir a comer sin miedo a recibir atenciones no deseadas ni a que se las considerara mujeres poco respetables.

Estos saloncitos gozaron de enorme popularidad y propiciaron la creación de otros espacios como los salones de té o los Ice Cream Saloons, destinados exclusivamente a mujeres y en donde se servían helados, comidas ligeras y cuquis y, por supuesto, nada de alcohol. El alcohol no es cuqui.

En muchas ocasiones, los espacios exclusivos para mujeres se utilizaban para filtrar a las mujeres "poco respetables" que circularan solteras

Al igual que en el caso de los vagones exclusivos para damas, estas medidas se encontraron con la oposición frontal de numerosas mujeres que querían poder comer solas donde les diera la gana sin que las tildasen de señoritas de vida alegre. Dos de estas feministas radicales que querían disfrutar de su almuerzo, Harriot Stanton Blatch y Hettie Wright Graham, llegaron a ir a juicio cuando fueron expulsadas de la terraza del restaurante del prestigioso y refinado hotel Hoffman House.

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Harriot Stanton Blatch con su ya legendaria expresión de "mira, botones, no me toques la moral".

Perdieron el juicio, dado que los empleados del hotel declararon que las habían invitado a ocupar una mesa en el salón destinado a las mujeres sin acompañante masculino, argumentando que en la terraza estaban molestando a mujeres decentes que sí contaban un señor en su mesa.

Lo que está claro es que la mujer demandaba cada vez más presencia en los espacios públicos y lo que es más, era un territorio virgen que explotar comercialmente.

Es de sobra conocido que el exitazo de los grandes almacenes vino determinado en gran medida por una política comercial enfocada al público femenino y diseñada para explotar lo que se consideraban "debilidades del bello sexo". Lo cierto es que los grandes almacenes suponían un lugar de liberación del espacio doméstico y permitían a las mujeres reunirse y disfrutar de un lugar de ocio en el que ellas eran las protagonistas.

Alguien que también supo ver el filón de los locales pensados por y para las mujeres fue Martha Matilde Harper, una canadiense que, tras 25 años como parte del servicio doméstico de una casa de gente bien, comenzó a comercializar un tónico para el cabello creado por ella misma. Le fue muy bien, tanto que en 1888 abrió el primer salón de belleza solo para mujeres, el Harper’s Salon.

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Martha Matilda Harper se ríe en tu concepto de "éxito empresarial", Donald J. Trump.

Fue un pelotazo inmediato y Martha, toda una visionaria y pionera del marketing, hizo de "La salud es belleza" el lema de su establecimiento, al que acudían las mujeres a hablar y echarse potingues. Además, Martha se dejó el cabello largo hasta el suelo para pasearse por el salón y que las damas admirasen lo bien cuidado que tenía el pelazo gracias a sus productos.

En 1891 era tal el chorro de dinero que daba el negocio que otros muchos quisieron abrir establecimientos como el Harper’s Salon y Martha se convirtió así en la primera persona en Estados Unidos en crear franquicias. Resultó que las mujeres no solo hacían bonito, sino que eran una potente fuerza de mercado.

Salones literarios colonizados por hombres en España

En cuanto a España, a rebufo de la tendencia francesa, se puso de moda a finales del XVIII que las mujeres de la alta sociedad acogieran salones literarios en sus casas. Así, el espacio doméstico, un ámbito tradicionalmente femenino, se convirtió en un escenario de libertad para ideológica y cultural más allá de las doctrinas oficiales, siendo las tertulias organizadas por la duquesa de Alba, la condesa de Lemos, las marquesa de Fuerte Hijar y Santa Cruz o las condesas de Benavente y Montijo eran el sumun de la intelectualidad.

Salon Literario
"Aquí falta un hombre", opinaban muchos hombres.

Sin embargo, estos espacios ofrecidos por mujeres eran ocupados principalmente por hombres, y es que a medida que avanzan los siglos XVIII y XIX se irá acentuando la oposición por parte de los hombres al acceso de las mujeres a estos recintos masculinos utilizando las tácticas más diversas. De traca fueron las discusiones sobre si las mujeres podían o no participar en las reuniones de la Sociedad de Amigos del País.

El aliado de la causa femenina Jovellanos se posicionaba a favor, no sin añadir:

Pero no nos dejemos alucinar de una vana ilusión. Las damas nunca frecuentarán nuestras asambleas. El recato las alejará perpetuamente de ellas. ¿Cómo permitirá esta delicada virtud que vengan a presentarse en una concurrencia de hombres de tan diversas clases y estados? ¿A mezclarse en nuestras discusiones y lecturas? ¿A confundir su débil voz en el bullicio de nuestras disputas?.

Eso sí, luego argumenta que estaría muy bien que las mujeres asistiesen a las reuniones porque así servirían de estímulo a los caballeros y ellas además podrían aprender y aplaudir. Y de ahí se fue Jovellanos a su casa a dormir la siesta pensando "Lo he hecho superbién". Posteriormente, se crearon diversas asociaciones y revistas solo para mujeres porque parecía que solo las mujeres iban a tomar en serio a otras mujeres. De forma harto inesperada, esto también tuvo un mal recibimiento.

La historia sugiere que la tendencia general por parte de los movimientos feministas ha sido la de luchar por acabar con la segregación. Sin embargo, cada vez son más las voces femeninas que hablan de la necesidad de crear espacios no mixtos. A la luz de los recientes acontecimientos, esto tampoco ha hecho felices a muchos. Quizá porque para ciertos sectores del género masculino admitir que las mujeres necesitan esos espacios dice cosas muy feas de sí mismos.

Quizá porque "¿Qué necesidad hay de crear espacios exclusivamente para mujeres?" es la pregunta adecuada, solo que no debe dirigirse a ellas.

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