Las mujeres siempre habían sido más conservadoras que los hombres. Hasta que todo cambió en los '80

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La ciencia política lleva décadas tratando de comprender por qué votamos lo que votamos. En nuestra composición ideológica influyen multitud de factores: el género, la edad, la ciudad en la que vivimos, el barrio en el que vivimos, el tipo de casa en el que residimos, nuestros estudios, lo que piensan nuestros padres, nuestro trabajo, etcétera, etcétera. Y también algo muy importante pero no siempre tan evidente: el género.

De dónde veníamos. Hasta mediados de los '80, todas las democracias occidentales mostraban un patrón similar: los hombres tendían a votar por partidos más progresistas que las mujeres. La "brecha" se articulaba en torno a distintas variables. Las mujeres estaban menos emancipadas, su rol familiar las consagraba al hogar, eran más religiosas y estaban más influenciadas por la institución del matrimonio. Factores que les inclinaban de forma predominante hacia ideas conservadoras.

Este interesantísimo estudio publicado en el cambio de siglo ofrecía datos significativos: en Italia y Alemania la "brecha ideológica de género" era de catorce puntos; en Reino Unido, de nueve; y en Francia, de cinco. Los casos italianos y alemanes ofrecían algunas pistas sobre el fenómeno. En ambos, los principales beneficiados eran partidos democristianos, lo que apuntaba al profundo poso religioso de la brecha.

Hacia dónde vamos. Esto ha cambiado, como multitud de estudios atestiguan de un tiempo a esta parte. En este, resumido aquí por The Conversation, se toman como referencia los datos electorales y de autopercepción ideológica de las últimas dos décadas. Resultado: las mujeres, en especial las mujeres jóvenes, se colocan sistemáticamente más a la izquierda que los hombres en la mayoría de países desarrollados. Votan más a la izquierda excepto en Irlanda o Italia.

La línea discontinua marca la brecha de género en el voto. Por encima, las mujeres (de tres generaciones distintas: las más mayores en rojo, las más jóvenes en verde) son más progresistas. Por debajo, más conservadoras que los hombres.

¿Por qué? Hay varias razones que contribuyen a explicar el cambio de tendencia. Una posibilidad es estructural: conforme las mujeres se liberaron de las tareas domésticas y accedieron al mercado laboral, sus preferencias sociales e ideológicas cambiaron. Su rol de género había estado asociado a ideas tradicionales y conservadoras (cuidados, familia, matrimonio), elementos que habían pasado a un segundo plano toda vez que pudo determinar su carrera educativa, intelectual o laboral.

Los componentes de este proceso son culturales (las mujeres también se desataron de las comunidades religiosas locales, dejaron de ir a misa y se secularizaron tal y como habían hecho los hombres décadas atrás, lo que les desvinculó de los partidos cristianos) y socio-económicos, como se explica en el estudio citado más arriba:

Las mujeres trabajadoras están sobrerrepresentadas tanto en los trabajos precarios como entre los profesionales del sector público (educación, sanidad, servicios sociales). También sufren de constantes disparidades salariales y un menor estatus socioeconómico, con considerables mayores niveles de pobreza femenina. El aumento de su activismo en los sindicatos también ha podido mover a las mujeres hacia la izquierda, al tiempo que una mayor participación de las mujeres profesionales en la educación superior les ha podido llevar a actitudes más progresistas.

Movimiento. Es decir, las mujeres se han movido. Por oportunidad (han podido acceder a ideas que antes no cruzaban el umbral de la vida doméstica) o necesidad (han tenido que luchar por sus derechos laborales, causas capitalizadas históricamente por partidos progresistas). Pero también han podido cambiar de valores, pasando de una mirada materialista a otra post-materialista y post-moderna:

En las sociedades industriales, el aumento de los valores post-materialistas entre las generaciones más jóvenes ha llevado a un gradual y continuado declive entre las políticas de clase y de seguridad física o económica, lo que ha abierto la puerta a una mayor importancia de los valores de libertad, auto-expresión e igualdad de género. Este cambio cultural tan persuasivo ha aumentado la relevancia de asuntos como los derechos reproductivos, el acoso sexual en el trabajo o la igualdad de oportunidades (...) El cambio de valores ha transformado los roles de género en las sociedades industriales avanzadas, incluyendo las normas relativas a la estructura familiar, el cuidado de los niños y las normas sexuales.

El texto es de hace veinte años pero sigue más vigente que nunca. La "modernización" de las sociedades occidentales, en definitiva, ha provocado que las mujeres se preocupen más por cuestiones post-materiales de su interés. Cuestiones de las que se han ocupado habitualmente los partidos progresistas. A esto último podemos añadir aspectos ideológicos no relativos al género donde las mujeres han mostrado mayor afinidad (gasto público, pro-medio ambiente, pacifismo, etcétera).

En España. ¿Es una regla fija? No. Todos los estudios sobre el voto femenino apuntan a tendencias, no a absolutos. España es un buen ejemplo. Es cierto que el PSOE es el partido preferido por las mujeres españolas (el 54% de sus votantes), pero también que el equilibrio de género nacional se mimetiza entre el electorado del PP o que Podemos, al igual que Vox, tiene un mayor porcentaje de voto masculino que femenino. La brecha aquí existe, pero no es determinante a la hora de explicar los incentivos de voto.

En otros datos. La drástica evolución de la "brecha ideológica de género" se puede comprobar mediante encuestas y resultados electorales. Entre 1981 y 1990 siete de once países desarrollados redujeron la distancia entre el voto femenino y masculino, siempre en dirección hacia la izquierda. A mediados de los noventa y contando a casi todos los países de la OCDE, allá donde las mujeres tendían a votar más progresista lo hacían con bastante más intensidad que donde optaban por partidos de derecha.

Otros trabajos han tratado de adscribir esta rápida transformación a elementos como el auge del feminismo o el divorcio, aunque las opiniones respecto a otras cuestiones familiares y divisivas, como el aborto, muestran una paridad de opiniones entre hombres y mujeres. Por supuesto, que los cambios estructurales hayan llegado tarde explica que las mujeres más mayores sigan siendo más conservadoras que la media (algo apreciable en los estudios de voto más recientes).

Cualesquiera que sean los motivos, algo es evidente: las mujeres votan hoy más a la izquierda de lo que lo hacían hace medio siglo.

Imagen: GTRES

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