"No me gustaría que mi hijo fuera homosexual": así veían los españoles al colectivo LGTB en 1990

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España ha recorrido un largo camino desde el ocaso de la dictadura franquista hasta la actualidad. No sólo se trata de la honda transformación política que experimentó el país durante las décadas de los setenta y ochenta, sino también de la evolución ideológica y cultural de los españoles. Nada lo ilustra con tanta nitidez como su relación con el colectivo LGTB: de indeseable rincón de la sociedad a identidad celebrada, aceptada y protegida como en pocos lugares de Europa.

Viaje. Con motivo del Orgullo, RTVE ha recuperado una pequeña pieza de Hablemos de Sexo, el programa dirigido por Chicho Ibáñez Serrador donde la televisión pública exploraba la relación de los españoles con el sexo. En el reportaje, diversos reporteros salen a la calle y preguntan a ciudadanos anónimos qué opinan sobre los homosexuales. Es 1990, y la mayor parte de las respuestas serían hoy difícilmente aceptables en un foro público.

Dentro vídeo.

Rechazo. La presumible pregunta ("¿qué le parecería que su hijo fuera homosexual?") punzaba en una de las obsesiones de la España eterna: la vergüenza del hijo descarriado. "No me gustaría que fuera homosexual", responde un hombre. "Probablemente le pondría en tratamiento", afirma otro. "Lo normal en las personas es tener una relación sexual normal, una pareja de sexo contrario", explica un tercero. "Lo comprendería, pero no lo admitiría", opina otro más.

La tónica es común. Tan sólo dos entrevistados (un hombre y una mujer) lo aceptarían sin reparos. Todos los demás muestran su desafección con una muletilla: "Pero".

Condicionante. Para la mayoría era un mal inevitable: "Me parecería fatal, pero si es su vida yo no puedo meterme", comenta una mujer. "Teniendo en cuenta cómo está montada la sociedad hoy en día sería un trauma para él vivir en un sistema así, pero yo trataría de ayudarle", añade otro. "Sería una pena muy grande, pero es muy corriente", sugiere otra. "Tal y como está la sociedad me gustaría más que no lo fuera, pero sí lo es, ¿qué le vamos a hacer?", sentencia una última.

España respiraba homofobia al tiempo que resignación. Un "así son las cosas, qué se le va a hacer" que, quizá, anticipaba el giro posterior.

Cifras. Un cambio rápido y en cierto sentido inesperado. Quince años después el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobaba la Ley de Matrimonio Igualitario. Fue la tercera en el mundo, tras la de Países Bajos y Bélgica. Muy contestada por la Iglesia Católica y los grupos conservadores (manifestaciones incluidas), su aprobación enterró el debate. Nadie se ha planteado revocarla hoy. Y partidos en su día opuestos, como el PP, celebran hoy igualmente el Orgullo.

Es un reflejo de la transición social de España. Pew coloca al país a la cima de la tolerancia LGTB (un 88% de aceptación, por encima de todos los de su entorno); y tan sólo un 7% se opone "fuertemente" al matrimonio homosexual; las reivindicaciones del colectivo tienen un peso esencial los programas de varios partidos; y si en 1978 el 50% de los españoles juzgaba "condenables" las relaciones LGTB, en 2013 el 82% las aceptaba de pleno.

Dinámica. El vídeo sirve como testamento de una profunda transformación social, y las cifras lo respaldan. Lo que no significa que el trayecto hacia el entierro de la discriminación se haya completado. El colectivo LGTB sigue sufriendo más agresiones y delitos de odio que la media. El último, ayer mismo, en un McDonalds. Un hombre atacado en público por vestir de forma "femenina".

"Te voy a hacer heterosexual a hostias". Puede que España sea hoy un país donde las identidades LGTB estén más aceptadas que en otros países, y es motivo a celebrar. Pero la homofobia no se ha extinguido

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