Otra advertencia para Navidad: lo que podemos aprender de Acción de Gracias en Estados Unidos

Accion De Gracias Buena
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Dos semanas después de Acción de Gracias, Estados Unidos hace balance. Las estimaciones más optimistas hablan de cincuenta millones de desplazamientos a lo largo del país. Las más pesimistas, del 22% de la población tomando aviones, trenes y vehículos privados para visitar a sus allegados y familiares. Decimos optimistas y pesimistas porque, como es natural en pleno repunte de contagios, Acción de Gracias podría disparar dramáticamente las cifras de casos.

En muchos sentidos, ya lo está haciendo.

El temor. El 26 de noviembre las autoridades registraban una media de 160.000 contagios diarios. Hoy son más de 217.000. La curva ascendente también afecta a los fallecidos (ya por encima de los 3.000 diarios) y a los hospitalizados. La situación varía de estado a estado, pero en algunos el aceleramiento de la epidemia es claro. Tomemos como ejemplo Mississippi: de los 1.340 casos diarios en Acción de Gracias a los 1.900 dos semanas después; de las 117 nuevas hospitalizaciones a las 139.

Ya viene. Por supuesto, el efecto Acción de Gracias se entremezcla con la proyección natural de la epidemia, siempre creciente. La celebración y el desplazamiento masivo de estadounidenses ha coincidido con la segunda ola, no la ha causado, por lo que valorar su impacto es complejo. Lo que no significa que no exista. En palabras del gobernador de Massachusetts, Charlie Baker:

Desde Acción de Gracias, hemos experimentado un rápido incremento en las nuevas infecciones y hospitalizaciones. Significativamente, más pacientes están sufriendo enfermedades severas relacionadas con el coronavirus, necesitando atención urgente. Este incremento agudo está presionando aún más a nuestros sistema y a nuestros trabajadores sanitarios.

Los expertos epidemiológicos coinciden con esta idea, pero con matices. Consideremos, por ejemplo, la opinión de Sam Scarpino, director del Laboratorio de Epidemias Emergentes en la Universidad Northeastern. Estados Unidos asiste ahora a la evolución lógica de la epidemia. Es decir, lo peor aún estaría por llegar.

Si proyectas una curva exponencial a los datos de octubre se ajusta a la perfección a los patrones de testeo de Acción de Gracias, y predice de forma bastante exacta los niveles de positividad que hemos visto durante los últimos días (...) Creo que empezaremos a observar un incremento grande de los casos en los próximos días, o, al menos, estamos conteniendo la respiración para ver si sucede y cómo de grande es la ola.

Sea como fuere, los casos y la presión hospitalaria en Massachusetts y otros estados ha aumentado durante los últimos días, dos semanas después de Acción de Gracias, momento a partir del cual se deberían sentir los efectos de las reuniones familiares. Está pasando también en California, cuyos casos diarios se han doblado en los últimos quince días, en una de las escaladas más dramáticas del país. Expertos y autoridades lo atribuyen a Acción de Gracias, pese a las advertencias previas.

Por venir. La situación es similar en otros estados. En palabras de Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas: "Debemos prepararnos para un significativo aumento del dolor y del sufrimiento". El problema se agrava por la situación que ya arrastraba el país. Las muertes diarias superaron el umbral de las 1.000 desde principios de noviembre, y desde entonces no ha bajado; su IA ha pasado de los 407 casos por 100.000 habitantes de entonces a los 774 de ayer.

Canadá. Si las cifras de Estados Unidos aún parecen difusas, tenemos otro ejemplo a mano: el de Canadá. O más bien el de una de sus provincias, Manitoba, donde también es tradición celebrar Acción de Gracias. La región se encontraba a la cola en casos y hospitalizaciones antes de la festividad. A partir de las dos semanas posteriores las UCI colapsaron (92% de ocupación) y los casos se multiplicaron. Manitoba se convirtió en uno de los centros neurálgicos de la epidemia en el país.

Perspectivas. Sendos Acción de Gracias evocan otro acontecimiento nacional que en su día desplazó a otros tantos millones de personas llevando la epidemia a los cuatro esquinas de un país: el Año Nuevo Chino. Pese a las estrictas restricciones impuestas por las autoridades el pasado mes de enero, los desplazamientos se produjeron. A gran escala. Sólo en Wuhan, epicentro de la enfermedad, sortearon el cerco del gobierno unas 5 millones de personas. Los países occidentales afrontan ahora una prueba de fuego idéntica: la Navidad. ¿El resultado será distinto?

La situación. En Europa, por lo menos, parece menos alarmante que en Estados Unidos. España es quizá el mejor ejemplo: la segunda ola llegó pronto (a finales del verano) y ha remitido antes. El resto de países han seguido patrones similares. A las puertas de la Navidad, el volumen de contagios y de hospitalizaciones es descendente. Es decir, no acudimos a un momento crítico con la epidemia ya lanzada. Un magro consuelo ante el previsible repunte de desplazamientos (y reuniones).

Imagen: Zuma/GTRES

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