PACMA se opone al exterminio de las cotorras. Parece lógico, pero no lo es tanto

Cotorras
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Un ruidoso invitado ha tomado las copas de los árboles de Madrid, Barcelona, Sevilla y otras urbes españolas de un tiempo a esta parte: la cotorra. Dos variantes (de Kramer y argentina) llevan cuatro décadas generando toda clase de quebraderos de cabeza a las autoridades. Son muy invasivas. Y algunos ayuntamientos, como el de Madrid, se ha propuesto atajar el problema de forma drástica.

Exterminándolas.

El plan. Fue anunciado en octubre del año pasado (hablamos de ello aquí), fue dotado de partida presupuestaria en febrero y fue aprobado por el consistorio, ya oficialmente, hace siete días. Madrid invertirá 3.000.000€ en la localización y exterminio de 10.800 cotorras, el 10% de la colonia asentada en la ciudad. Se trata de un plan extremadamente agresivo que ocupará los próximos 23 meses de las brigadas municipales.

La reacción. Ha sido mixta. Algunas asociaciones animalistas lo observan con malos ojos. Es el caso de PACMA, que se ha pronunciado hoy con nitidez: "Si pudieras elegir entre dos modos de control de una especie: uno ético y otro cruel, caro e inútil, ¿cuál elegirías? El Ayuntamiento de Madrid ha elegido la segunda opción". Un mensaje culminado por el hashtag #SalvemosALasCotorras, en contra del exterminio.

Se trata de la posición más rotunda y extrema de una amplia gama de opiniones. SEO BirdLife, por ejemplo, está a favor de las medidas de contención, pero con condiciones:

Los científicos apuntan que estas subidas poblacionales tan rápidas hay que frenarlas cuanto antes para poder controlarlo. Lo que pedimos es que sea de la manera más indolora posible, que se cumpla la ley y no se empleen métodos cruentos.

Contradicción. Un partido animalista defendiendo la protección de los animales. ¿Es lo lógico, no? No tanto. Las cotorras son un problema medioambiental de primer grado. Adaptables, fértiles (sin control, las colonias crecen al 33% anual) y voraces, acaban con el hábitat natural de especies autóctonas como el gorrión (en un paulatino proceso de extinción, en parte por su competencia desleal), los murciélagos o pequeños roedores. Son una Especie Exótica Invasora desde 2013. Puede ser cazada.

¿A quién defender?

¿Disparos? Al contrario que en otros dilemas, este sí es un juego de suma cero. No actuar contra las cotorras es un riesgo para otras especies. Los ayuntamientos han optado por exterminarla. Sólo uno ha tenido un éxito rotundo: Zaragoza. Las brigadas municipales esterilizaron y pincharon huevos y dispararon con carabina a los ejemplares adultos. Los abatieron. Esta última opción es la contemplada también por Madrid.

Entre 2011 y 2019, Zaragoza pasó de tener 5.000 ejemplares a apenas 300 en 2016. Hoy en día son ya residuales. Un problema menos.

Esterilizar. Naturalmente, es una estrategia muy agresiva. Es a lo que se opone PACMA y otros activistas. La esterilización de los machos, explican, es menos lesiva para el bienestar de las cotorras, menos cruel. Los inconvenientes de este método son variados: es un proceso lento, el pienso-cebo no se lo comen únicamente las cotorras (también otras aves) y es muy difícil que todos los ejemplares de una ciudad lo consuman.

Las jaulas-trampa tampoco funcionan (son muy listas, aprenden rápido) y retirar nidos es costoso y peligroso.

Otros casos. Otros países y ciudades han afrontado reticencias similares a la hora de controlar a especies invasivas. Australia (ese país) es el mejor ejemplo: desde exterminios de conejos hasta de gatos ferales, pasando por sus propios koalas. También los gansos en Canadá o los mapaches en Alemania (auténticos vándalos, consumidores ocasionales de alcohol) o Madrid. En todos los casos el exterminio es la vía más corta hacia el equilibrio medioambiental. Pero también la más controvertida.

Imagen: Commons

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