Porque, ¿qué son en realidad los Globos de Oro? Es normal que hayan tropezado en la era del MeToo

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Prestemos atención por un momento a las palabras que ha dicho Scarlett Johansson a TheWrap ahora que se ha dado por iniciada la temporada de caza de los Globos de Oro:

Como intérprete que debe promocionar una película se espera que uno participe en la temporada de premios asistiendo a las entregas y conferencias de prensa. Esto significaba muy a menudo enfrentarse a preguntas y comentarios sexistas de ciertos miembros de la HFPA que lindaban con el acoso sexual. Esa es la razón exacta por la que yo, durante muchos años, me negué a participar en sus conferencias. La HFPA es una organización que fue legitimada por personas como Harvey Weinstein para acumular un impulso para el reconocimiento de la Academia y la industria siguió su ejemplo.

Porque, ¿qué son los Globos de Oro?

¿Por qué están donde están unos premios con unos 90 miembros, un cuerpo de votación significativamente más pequeño que los de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMPAS) o la Academia de Televisión y que por tanto su membresía es al mismo tiempo más valiosa y más fácilmente influenciable que en los otros casos? ¿Qué pinta un puñado de “periodistas extranjeros" dirigiendo la que es supuestamente segunda gala más importante de Hollywood?

Según Sasha Stone, fundadora de Awards Daily, “el péndulo comenzó a inclinarse al tiempo que las estrellas de cine comenzaron a perder poder. Ahora domina una percepción de que cada carrera, cada película, requiere ir a la batalla porque las nominaciones pueden significar mejores cifras de taquilla, mejores trabajos, mayor renombre”. Mientras “los Oscar siguen siendo lo mejor del montón, los Globos son en sí mismos un gran impulso para la carrera en cuanto a publicidad”.

Salvando este irregular año y el hiato de 2008 por la huelga de guionistas, los premios de la la Asociación de la Prensa Extranjera en Hollywood (HFPA) se han mantenido con un share muy estable durante 20 años, entre 15 y 25 millones de espectadores por gala, al tiempo que los Oscar perdían la mitad de su audiencia.

Así que sí, se sobreentiende que todos conocían las corruptelas internas de la institución, pero se trataba de un juego al que había que jugar, y debido a un cambio de tendencia informativa, así como al dominio de las franquicias tipo DC o Marvel por las que a los actores les interesaba cada evento en el que pudiesen dejarse ver, hizo que aguantar garruladas y desprecios, posiblemente involuntarios, a los creadores de ciertas obras les mereciese la pena seguir ahí.

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Pero vaya que si se sabía: durante su discurso como anfitrión en la edición de 2016, Ricky Gervais tildó a este premio como "un trozo de metal sin valor que algunos periodistas simpáticos, viejos y confundidos te intentan dar en persona para ver si pueden conocerte y hacerse un selfie contigo". En una entrevista de 2014, el actor Gary Oldman dijo que el grupo eran "90 don nadies haciéndose una paja" y pidió el boicot de los mismos.

El comentario de Johansson tampoco es gratuito. Durante veinte años estos premios estuvieron dominados por las nominaciones y trofeos otorgados a Miramax, la productora de los hermanos Weinstein (un éxito por el que Disney terminó comprando a esta productora). Por eso mismo están inextricablemente unidos a los esquemas de abusos de poder de su industria, no por parte de la HFPA, sino por este tipo de agentes con los que se asociaban y por los que se dejaban comprar: sabemos que al menos una de las testificantes del juicio de Weinstein dijo que él la prometió un meteórico despegue valiéndose de estos galardones.

Cuando Harvey cayó en desgracia uno de los primeros gestos de los círculos actorales de Hollywood, que aún no tenían claro hasta dónde llegaría el movimiento MeToo, fue acudir en comanda vestidas de negro a la alfombra roja de su 75ª edición. Fueron de luto al lugar de los hechos.

Era tal vez ingenuo pensar que a este grupo no le acabaría llegando. Tres años y medio después del inicio del movimiento feminista hollywoodiense éste no sólo se ha mantenido con vida, sino que ha ampliado su campo de batalla a otras injusticias percibidas en el seno de su industria, bajando del podio a muchos nombres que se consideraban intocables y que no sólo dañaban a mujeres. Apenas hace unos meses el poderoso productor Scott Rudin, un tirano con un historial de malos comportamientos (no sexuales, sino laborales) tan extenso como el de Weinstein, se veía forzado después de cuatro décadas de carrera a tomarse un descanso, al menos de sus obras de Broadway.

Lo mismo pasó el mes pasado con Joss Whedon, reputadísimo director y showrunner de éxito que, según han ido filtrando trabajadores rasos y estrellas de categoría, disfrutaba de su posición amargándole la existencia a sus subordinados y amenazando con destruir la carrera de quien le llevase la contraria. Por el momento todos sus proyectos se han suspendido y sus series ya realizadas se estrenan sin que su nombre aparezca por ningún lado en la campaña de promoción.

MeToo y Time's Up ubicuos y transversales

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Estando así las cosas, ¿por qué demonios iba a tener que aguantar la comunidad angelina a unos "don nadie"? ¿Sólo porque siempre estuvieron ahí? Los Globos de Oro siempre habían tenido un halo de indisciplina, de pasar por encima de lo razonable para ayudar a sus intereses: la aventura espacial de The Martian de Riddley Scott ganó en 2016 el premio a Mejor Comedia, categoría por la que también ganó en 2020 Érase una vez en Hollywood, de Tarantino, por poner dos ejemplos de muchos en los que se sospecha que el reparto de estatuillas estuvo por delante de la profesionalidad de la ceremonia, que no tuvo miramientos en cambiar las reglas de admisión a medida para cada ocasión.

Pero los ánimos se terminaron de caldear en esta última edición en la que una de las series importantes menos valoradas de la temporada, Emily in Paris, ganó a otra de las favoritas, I May Destroy You, creada y protagonizada por una artista negra. No sólo faltaron muchas películas de prominentes creadores afroamericanos, como se contó en prensa, sino que la cinta Minari pasó de competir en mejor película a hacerlo en la categoría de lengua extranjera pese a tratarse de la obra de un estadounidense. Fuese por este o por otros motivos, la imagen que quedó es que los Globos la nominaron ahí porque su protagonista tiene rasgos coreanos y se habla en este idioma en contados momentos de la película.

Todos estos gestos encajaban en lo que parece que actores como Johansson u Oldman pensaban de esta organización: que está no sólo dominada por dinosaurios de otra era y con mentalidad de otra era, haciendo tope a las nuevas generaciones (prácticamente bloqueaban cualquier nueva membresía para mantener su reducido chiringuito y sólo salían puestos nuevos después de una defunción), sino que cuando se les reprochó esto no hicieron lo suficiente por adaptarse al nuevo contexto.

Se les dijo que al menos incorporasen a su organización a una cantidad significativa de miembros negros, de los que sólo había habido uno o dos en sus 80 años de historia, y se sucedieron noticias en las que dejaban claro que harían muy poco, muy tarde y a regañadientes, lo que terminó de dar la puntilla y provocar las reacciones vistas por Tom Cruise, Judd Apatow, Ava DuVernay, Shonda Rhimes, Netflix, Amazon y muchos otros.

Se podría alegar que, dado que son técnicamente representantes de la prensa extranjera de países como España, Italia o Polonia, es difícil encontrar a profesionales significativos en determinadas regiones de esa diversidad impuesta por el prisma demográfico estadounidense. Pero en realidad la demanda es de justicia porque muchos de los escasos socios esa asociación, como descubrió LA Times, tienen poco de periodistas, de extranjeros o de periodistas extranjeros (para formar parte del club la idea de tierra de origen y lugar de residencia es un concepto la mar de fluido, lo que ha llevado a gente estadounidense a representar a China, México o Alemania).

NBC, la cadena que acogía las ceremonias, ya les ha dicho que se olviden de celebrar el convite en 2022, que se vayan al rincón de pensar y que se revisará si la HFPA ha hecho lo suficiente de cara a la edición de 2023. Tal vez un tiempo de penitencia y expiación ayude a que la asociación, si se esfuerza, pueda volver al lugar donde estaba. Aunque tal vez el coste de renuncia de privilegios sea inasumible para estos representantes del viejo mundo.

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