¿Qué hacer con los "sin techo" cuando hay toque de queda? En Bruselas, entregarles un salvoconducto

Sin Techo
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Inmersa en pleno crecimiento de los contagios, Europa afronta durante los próximos meses medidas tan radicales como inéditas. Los confinamientos domiciliarios se convirtieron en la respuesta por defecto de los estados durante la primavera. Ahora, durante el otoño, una versión suavizada aflora: los "toques de queda", o la restricción total de la vida pública durante las horas nocturnas. Nadie podrá salir de sus casas.

¿Pero qué pasa con aquellas personas que no tienen casa?

Salvoconducto. Es una pregunta que todas las grandes ciudades europeas deben afrontar de un modo u otro a partir de ahora. Bruselas, capital de Bélgica, uno de los países más rápidos en la adopción del "toque de queda", cree haber encontrado una respuesta ideal. Salvoconductos. El ayuntamiento repartirá "certificados" que permitirá a los miles de "sin techo" que pueblan sus calles dormir y transitar por la ciudad sin que las autoridades puedan sancionarles.

¿Adecuado? Se trata de un mecanismo existente para trabajadores esenciales o personas que deben cuidar de otras. ¿Pero institucionalizar la vida en la calle, al margen del sistema? Se trata de una medida controvertida, en tanto que asume y acepta el problema mucho antes que pone las medidas para solucionarlo. La decisión llega una vez los albergues municipales ya están saturados. En palabras de Christophe Thielens, portavoz de una organización social de Bruselas:

[Dormir en la calle] no sería necesariamente su decisión, dado que los albergues no tienen suficiente espacio para cobijarlos a todos. Por lo tanto, sancionarles [por saltarse el toque de queda] sería un doble castigo (...) Para nosotros, el primer objetivo de los certificados es protegerles de una posible multa y asegurarnos de que no son molestados cuando tratan de encontrar un refugio improvisado al aire libre.

Bruselas registra a más de 2.100 "sin techo" durmiendo a diario en sus calles. Ya se han expedido 2.500 certificados, y las autoridades esperan producir muchos más.

Carencias. La ciudad arrastra una carencia histórica de refugios y albergues para sus "sin techo". Se trata de una situación recrudecida por el coronavirus y por reformas pendientes. Uno de los centros más utilizados por las organizaciones sociales y municipales, el Poincarré, cerró a principios de mes para renovar sus instalaciones. Sólo 20 del centenar de personas allí alojadas pudieron ser destinadas a otros espacios de acogida. Los demás afrontaron un duro regreso a la calle.

Alternativas. En marzo, Madrid habilitó un albergue de emergencia en Ifema. Por allí habían pasado a finales de abril unas 240 personas, una fracción del volumen total de "sin techo" que reside en Madrid (unas 2.700, aunque muchas de ellas ya estaban alojadas en otras instalaciones municipales). En mayo, cuando cerró, algunos fueron relocalizados a otros refugios sociales. Otros optaron por regresar a la calle.

Muchas ciudades abrieron espacios, y no todas los cerraron. Barcelona habilitó un albergue muy similar en Fira, con capacidad para 450 personas. Debía haber cerrado en septiembre pero seguirá adelante (pese a ello, más de 1.000 personas duermen en la calle cada noche). San Francisco y sus más de 8.000 "sin techo", Nueva York, Londres, París, Berlín. Todas las grandes ciudades han adoptado medidas similares, llegando a ocupar hoteles vacíos durante el confinamiento. Parches.

¿Y ahora? Pero las circunstancias de marzo eran muy distintas. Los hoteles y otras instalaciones municipales, como las ferias, estaban vacías y sin uso. Los ayuntamientos podían utilizarlas. Hoy las circunstancias son distintas y el "toque de queda" sólo se aplicará por la noche. En este contexto, el de otoño, Bruselas ha sido la primera en optar por el puro pragmatismo: si no tienes otra opción que dormir en la calle, un certificado.

Su solución promete ser tan conflictiva como la adoptada por Las Vegas en primavera. Ante la incapacidad de la ciudad para ofrecer refugio a sus miles de "sin techo", decidió rehabilitar un párking y pintar "cuadrantes" en el suelo para mantener la distancia de seguridad.

Imagen: Fabrizio Bensch/Reuters

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