Qué implica para el feminismo y las personas trans la expulsión del Partido Feminista de IU

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Ahora sí, el Partido Feminista deja de tener peso en la política española. Aunque muchos no conocían de su existencia previamente, este partido se encontraba integrado desde 2015, y como tantos otros grupos políticos de izquierda, en Izquierda Unida. No fue hasta hace unos meses que la formación apareció en los medios por una serie de encontronazos ideológicos con buena parte del movimiento feminista informal, no institucional, de nuestro país, y por tanto con muchos militantes de IU y Podemos.

Con lo sucedido el pasado sábado se pone punto y final a este pequeño debate.

En al menos dos ocasiones en los últimos dos años el área de Libertad de Expresión Afectivo-Sexual (ALEAS) de Izquierda Unida había señalado que el Partido Feminista y sus representantes (y especialmente su cabeza visible, Lidia Falcón) habían incurrido en reiterados incumplimientos estatutarios con Izquierda Unida, así como de su programa electoral.

Las polémicas las causaron declaraciones del Partido Feminista con las que comparan a las personas trans con "puteros, proxenetas y compradores de niños" o en las que hablaban de cómo "el lobby gaycapitalista" quería anular al sujeto del feminismo y fomentar la prostitución del cuerpo de las mujeres, en alusión a los vientres de alquiler. Según las cifras aportadas por el PFE, a sus congresos asisten decenas de personas y han tenido sólo un puñado de actos desde 2015.

Ahora, y tras una votación convocada por la dirección federal de IU y apoyada por un 85% de los militantes, la Asamblea Político y Social ha aprobado que se expulse a este partido feminista.

El largo historial de tensiones entre el Partido Feminista e Izquierda Unida

A esta expulsión le han seguido sus esperables respuestas por parte de los dos frentes del debate. 

Lidia Falcón ha publicado un comunicado en el que ha manifestado su malestar con la expulsión, añadiendo así algunos reproches de machismo o misoginia a la institución. El PFE también ha publicado una serie de mensajes en Twitter bastante airados. Afirman que IU se precipitó al anunciar la expulsión puesto que el procedimiento no fue riguroso y además, según ellos, aún cabe recurso ante la Comisión de Garantías.

También afirman que con este movimiento se le ha dado todo el poder de la política social y feminista a tres asociaciones dedicadas a las reivindicaciones LGTBI que en ningún caso se dedican de forma directa a la lucha de las mujeres:

Izquierda Unida ha liquidado el feminismo en su organización. Primero hizo que las más veteranas dirigentes disolvieran el Área de la Mujer, después ha expulsado al Partido Feminista, y ya los engreídos dirigentes se han quedado solos con sus desagradables acólitas, cómplices y sumisas, para darle satisfacción al lobby trans, que es ahora el que rige los destinos de la izquierda. En la Asamblea de hoy en la que votaron la expulsión del PFE, solamente cuatro nenas dijeron que conocían la Ley Trans. Y esos mismos que votaron la ley sin conocerla, son los que nos han echado. La izquierda apoyando una ley monstruosa que hace desaparecer a las mujeres. Intentaremos que la militancia despierte y comprenda el horror de la Ley Trans.

Para Izquierda Unida estar en contra de los derechos de las personas trans es una discrepancia ideológica insalvable, pero además la expulsión está más que justificada, según dicen, por otras causas. El PFE habría hecho gala de mensajes que encajan dentro del delito de odio y ha estado en contra de las posturas oficiales de IU como fue el apoyo del Partido Feminista a la aplicación del 155 en Cataluña o el llamamiento a no secundar la huelga feminista el 8 de marzo.

El PFE, y siempre según la versión de IU, se habría saltado las reglas al pasar por encima de ALEAS. Falcón se había arrogado la autoridad de decidir todas las políticas LGTBI o feministas del partido sin atener a la nueva estructura. La Federación Plataforma Trans, uno de los grupos que había pedido la expulsión, se ha felicitado, y su presidenta, Mar Cambrollé, se ha alegrado por este "ejercicio de limpieza higiénica" dentro de IU.

Ha reflotado un reproche aún más duro hecho meses atrás desde la militancia: las Juventudes Feministas de IU denunciaron que el Partido Feminista no sólo ignoró a las activistas que habían ayudado a amplificar la importancia del PFE, sino que Lidia Falcón habría ayudado a proteger a su mano derecha, un hombre, después de que varias integrantes habían denunciado sufrir delitos de intimidación y acoso sexual por parte de este hombre.

A raíz de todo esto la división dentro del movimiento feminista y de la izquierda se ha amplificado. En los últimos días múltiples personalidades se han ido sumando a cada uno de los frentes del debate. Así, donde Antonio Maestre afirma que "habían tardado en echarla", la periodista Marta Pastor se lamenta de la expulsión afirmando que "la teoría queer" es "una teoría que va contra ideología marxista, que es neoliberal y de un tufo machista que apesta", dos intercambios de los cientos que pueden leerse en Twitter.

Para añadir combustible a la batalla, Iván Espinosa de los Monteros se ha hecho eco de lo ocurrido con el siguiente tuit:

La expulsión del Partido Feminista es el rechazo de la izquierda al feminismo terf

Como vemos, el malestar y el objeto de sus críticas proviene especialmente de la propuesta de Ley contra la discriminación LGTBI presentada por Podemos y confluencias y que se encuentra en un proceso de confección para ser aprobado con el apoyo del PSOE. Esto significa que el Partido Feminista se ha erigido, voluntariamente o no, en el grupo de referencia del feminismo conocido como terf.

Como ya explicamos en mayor profundidad aquí, terf es Feminismo Radical Trans Excluyente en su original en inglés, y es también conocido como Feminismo Crítico de Género, o RadFem.

En esencia, el feminismo terf está en contra de la ampliación de derechos de las personas trans por considerar que menoscaban y vulneran la lucha de las mujeres, sujeto político que debería ser, según sus ideales, el único relevante en el feminismo. Son esencialistas, es decir, consideran que la categoría mujer (y la categoría hombre) va inextricablemente vinculada a su genitalidad, y por eso las personas trans no pueden reivindicar formar parte de esa categoría por mucho que sientan que están dentro de ella. En 2018 la OMS sacó la transexualidad de su catálogo de trastornos y la incluyó en  la categoría de "condiciones relativas a la salud sexual".

Estos son algunos ejemplos de los pensamientos y reclamaciones de las terfs:

  • Si, como quiere la mayoría de personas trans, hacemos del género algo autodeterminable, si se aprueban leyes que hagan cada vez más fácil que, si alguien se siente así, pueda entrar dentro de la categoría de género que le apetezca, entonces las leyes de violencia de género o las listas cremallera están abocadas a perder su sentido porque, según la teoría terf, hombres maliciosos podrían modificar su género de cara a la galería para beneficiarse de las leyes y las cuotas.
  • También se argumenta que, si no ponemos trabas a que las personas trans entren en las competiciones deportivas en aquel grupo en el que elijan o permitimos que accedan a los servicios que prefieran, podemos exponer a las mujeres cis o normativas a agravios personales, como perder contra una atleta trans con mayor potencia física (según las declaraciones de terfs, la realidad de esto no es tan sencilla) o exponer a las que vayan al baño a que las graben en los aseos hombres que dicen sentirse mujeres para luego subir los vídeos a webs porno (aunque una mujer cis también podría hacer esas mismas grabaciones o un hombre delincuente sin necesidad de cambiar su género).
  • Ha venido ocurriendo que, en algunas propuestas de ley, se ha sustituido la palabra "mujer" por "progenitor gestante", por ejemplo para establecer los permisos de paternidad y maternidad. Para esta facción feminista hacer esto es una perversión que borra a la mujer y sus opresiones a nivel jurídico y legal.

Qué sucede realmente con la propuesta de cambio de sexo en la nueva ley trans

Otro de los puntos de conflicto entre las feministas radfem vinculadas al Partido Feminista y el feminismo restante ha sido en lo tocante a los tratamientos hormonales y de cambio de sexo. Este partido ha denunciado que con la nueva ley trans de Podemos los menores de edad podrán "proceder a tratamientos hormonales y quirúrgicos para cambiar de sexo antes de la mayoría de edad y sin ninguna supervisión médica ni psicológica", declaraciones que luego se han asumido como veraces por otros medios que están difundiendo que la propuesta de ley trans permite que los menores de 16 años se operen.

No se encuentra esto en la proposición de mayo de 2017 ni en la de marzo de 2018, la última registrada. En ella se recoge que a partir de los 16 años "podrán prestar por sí mismos el consentimiento informado para acceder a la reasignación sexual quirúrgica", y que "a partir de la pubertad podrán prestar por sí mismos el consentimiento informado para acceder a los bloqueadores hormonales y al tratamiento hormonal cruzado".

Es decir, que aunque los menores en etapa de pubertad con suficiente desarrollo intelectual podrán hormonarse (los bloqueadores son reversibles) para evitar el desarrollo de caracteres sexuales secundarios no deseados, no se podrán operar hasta los 16 años.

Alberto Garzon Alberto Garzón, líder de IU. (GTRES)

Se trata de una homogeneización a favor de los trans de un proceso que se aplica de forma irregular en diversas comunidades autónomas de nuestro país. Como explican en El Mundo, un niño trans de 13 años puede recibir un tratamiento de hormonas en Cataluña, pero en Madrid tiene que esperar a cumplir los 18 años. Canarias y Euskadi exigen un informe médico o psicológico que acredite la transexualidad, mientras que Asturias, Cantabria, Castilla y León, Castilla-La Mancha y La Rioja no tienen ley trans ni LGTBI. 

Estas diferencias vulneran el principio de igualdad de trato al que tienen derecho los españoles.

La propuesta de ley tampoco dice que no deba haber "ninguna supervisión médica ni psicológica" en la atención sanitaria. Es una verdad a medias. La ley trans sí habla de una "despatologización" del proceso: "Estará vetada cualquier prueba, exploración o test psicológico o psiquiátrico para determinar la condición de persona transexual o transgénero, así como cualquier práctica médica que limite o coarte esta libertad".

También: "Ninguna persona podrá ser sometida a tratamiento, procedimiento médico o examen psicológico o psiquiátrico que no desee o que coarte su libre autodeterminación de género". En resumen, se incide en que los profesionales tendrán que "acompañar", "informar" y facilitar opciones médicas y de otros tipos, lo cual sí es una "supervisión médica y psicológica", pero ciertamente no podrán impedir que el sujeto que haya decidido iniciar el proceso desista de ello.

Constructo social vs biología

Aunque la teoría queer y el feminismo trans inclusivo llevan décadas dentro de la historia ideológica del feminismo, es una de las facciones que actualmente suscita un mayor nivel de debate y de producción intelectual. Es un campo en el que aún no hay preceptos claros.

Sabido esto, es relevante señalar que las críticas de la corriente terf se alinean con una forma de interpretar la realidad trans que no comparten en absoluto todas las minorías de género y sexuales. Es decir, que las críticas de estas feministas "de la vieja escuela" a la vivencia trans es algo que ya se está debatiendo desde hace mucho tiempo y en término menos maximalistas en el seno del feminismo trans inclusivo.

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La crítica del Partido Feminista y de la mayoría del feminismo terf se hace dentro del marco mental ideológico de la "transexualidad medicalizada" o "medicalismo", cuando existe otra conocida como "performatividad", también equiparable a "constructivista social" o relativista.

La "transexualidad medicalizada" apoya que la transexualidad va inextricablemente unida a la disforia de género, que es la identificación potente y persistente con el otro sexo, que no género. Es decir, que las personas trans necesitan hacerse una reasignación quirúrgica y hormonal sí o sí. Todo esto va unido también a una visión de la transexualidad como una condición fija, heredada y que probablemente tenga fundamentos biológicos. Es una visión de la transexualidad a la que se adscriben muchos de los veteranos del movimiento trans, pero que se ha ido reduciendo un poco con las nuevas generaciones.

La performatividad defiende que la condición trans puede ser un tipo de constructo social y por eso no vinculado al mundo biológico, sino algo psicológico, en gran parte subjetivo y aún no del todo científicamente explicado. Este grupo se identifica de lleno con la teoría de la diversidad de género y queer. Así, una persona trans nacida con sexo masculino que se adscriba a la performatividad puede decir sentirse mujer y luchar por ello sin necesitar cambiar su aspecto.

Esto nos indica que la realidad trans es aún un campo de pruebas donde no hay verdades universalmente establecidas. Pero una cosa es la ausencia de consenso sobre lo que es y debe ser la vivencia trans y otra muy distinta la opresión que sufren a consecuencia de su experiencia, que para todos, performativos, medicalistas o lo que se quiera, está más que constatada en la mayoría de rincones del mundo.

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