¿En qué país se vive mejor? Los sorprendentes resultados de un índice alternativo al IDH

¿En qué país se vive mejor? Los sorprendentes resultados de un índice alternativo al IDH
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Cada año la Organización de las Naciones Unidas publica el índice de desarrollo humano. El índice de desarrollo humano (IDH) es como un boletín de notas para cada país: con una sola cifra los legisladores y los ciudadanos pueden conocer cómo le va a un país. Este año Noruega se lleva la palma, mientras que Níger es el farolillo rojo.

El IDH apareció por primera vez en 1990 y hasta entonces el nivel de desarrollo de un país se medía solamente por su crecimiento económico. Al tener en cuenta las dimensiones no económicas del bienestar de las personas, el índice de desarrollo humano revolucionó la idea de lo que significaba que un país estuviera "más desarrollado".

Este índice ha tenido un éxito tremendo a la hora de cambiar la forma de pensar de la gente en relación al proceso de desarrollo de los países. Sin embargo, todavía tiene bastantes defectos. Se han llevado a cabo numerosos intentos para mejorarlo, incluyendo uno hecho por nosotros publicado el 6 de noviembre. Cuando le quitamos los defectos al IDH la diferencia es sustancial. Por ejemplo, Dinamarca figura en la quinta posición del mundo según la clasificación de este año de las Naciones Unidas, pero si aplicamos nuestro nuevo baremo el país bajaba hasta el puesto 27, intercambiándose con España.

Human Life Indicator Buena

Los problemas del índice de desarrollo humano

El desarrollo humano puede ser endiabladamente difícil de medir y el IDH tiene en cuenta cambios en tres dominios: economía, educación y salud (una alternativa a este índice, el índice de progreso social, combina datos de 54 dominios).

En nuestra opinión, el índice de desarrollo humano cuenta con tres problemas principales. Primero, asume de forma implícita que existe un equilibrio entre sus componentes. Por ejemplo, el IDH mide la salud utilizando la esperanza de vida al nacer y mide las condiciones económicas utilizando el PIB per cápita, de ahí que se pueda obtener la misma puntuación en el IDH con diferentes combinaciones de ambos datos.

Como resultado, el índice de desarrollo humano implica un valor de un año de vida extra en términos de producción económica y dicho valor depende del PIB per cápita de un país. Si examinamos el IDH más atentamente nos damos cuenta de que da por hecho que un año de vida extra vale más en EE.UU o Canadá, más en Alemania o Francia y más en Noruega o Níger.

El IDH también tiene problemas con la exactitud y el sentido de los datos subyacentes. Puede que los ingresos promedio de un país sean altos, pero también puede ser cierto que la mayoría de la riqueza esté en manos de una pequeña élite.

Espana
España pasaría al cuarto lugar. (Jānis Skribāns/Unsplash)

El índice de desarrollo humano no distingue entre países con el mismo PIB per cápita, sino en diferentes niveles de desigualdad de ingresos o entre países según la calidad de la educación. Al centrarse en promedios, el IDH puede ocultar diferencias importantes en cuanto al desarrollo humano, puesto que incorporando datos inexactos o incompletos en un índice hace que se reduzca su utilidad.

Por último, los datos de los diferentes dominios pueden estar altamente correlacionados. Por ejemplo, el PIB per cápita y el nivel educativo suelen estar estrechamente relacionados, de ahí que incluir dos indicadores altamente correlacionados proporcionará poca información adicional en comparación con el uso de un único dominio.

Nuestro índice

Proponemos un nuevo índice: el indicador de vida humana. El indicador de vida humana analiza la esperanza de vida al nacer, pero también tiene en cuenta la desigualdad y la longevidad. Si dos países tienen la misma esperanza de vida, el país con la mayor tasa de muerte infantil tendría un menor indicador de vida humana.

Comparado

Esto soluciona el problema de que los componentes se puedan equilibrar entre sí, puesto que solamente existe un único componente. También resuelve el problema de los datos inexactos, puesto que la esperanza de vida es el componente más fiable del índice de la ONU. Teniendo en cuenta que el PIB per cápita, el nivel educativo y la esperanza de vida están muy relacionados entre sí, se pierde poca información utilizando un indicador de desarrollo humano que solamente se basa en la esperanza de vida.

Nuestro índice tiene unos resultados diferentes a los del índice de desarrollo humano. Basándonos en datos de 2010 a 2015, Noruega no estaría en el primer puesto en cuanto a desarrollo humano, algo que pasaría a Hong Kong, relegando a Noruega a un noveno lugar. La explicación del alto puesto de Noruega en el IDH se basa en parte a los beneficios que recibe del petróleo y del gas del Mar del Norte, pero aún con dichos ingresos, la esperanza de vida de Noruega, ajustada con los criterios de desigualdad, no es la más alta del mundo.

Islandia
Islandia sale bien parada. (Jeff Sheldon/Unsplash)

No solo eso, sino que según nuestro indicador, Níger ya no ocuparía el último lugar, un puesto que pasa a ser para la República Centroafricana.

La ONU pone a Canadá y a EEUU empatadas en el décimo puesto, pero según nuestros criterios Canadá pasaría al puesto 17 del mundo, mientras que EEUU lo tendría peor y pasaría al 32. Esta clasificación relativamente más alta de Canadá refleja la mayor esperanza de vida de sus habitantes y la menor desigualdad respecto a la edad de muerte en comparación con los estadounidenses.

En nuestra opinión, el índice de desarrollo humano es demasiado importante como para ignorarlo simplemente porque tenga problemas en su implementación. Con nuestro nuevo índice ofrecemos un enfoque simple y libre de los problemas del IDH. No es necesario utilizar solamente una forma de medir el desarrollo humano, pero es útil tener por lo menos una forma libre de defectos contenciosos.

The Conversation

Imagen: Pauline Mae De Leon/Unsplash

Autores: Warren Sanderson, Stony Brook University; Sergei Scherbov, International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA); Simone Ghislandi, Bocconi University.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón.

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