Todo el sindiós de la izquierda municipalista se explica en AIKE, "A Guadalajara hay que quererla"

A Guadalajara Hay Que Quererla
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Se acercan las elecciones municipales y la izquierda española no ha desaprovechado la oportunidad para saltar por los aires. Un infinito reguero de escisiones, reproches y trifulcas internas recorre la península de norte a sur, amplificando los conflictos de hace cuatro años. Quizá Madrid acapare todas las miradas, pero hay un símbolo de la eterna división de la izquierda mucho más poderoso: AIKE.

A Guadalajara hay que quererla.

¿Qué es? En 2015 parte de las formaciones progresistas lograron confluir en Ahora Guadalajara. La plataforma conjugó los intereses de Podemos, que no deseaba utilizar su marca política en las municipales, y el impulso de diversas iniciativas ciudadanas. Izquierda Unida decidió quedar al margen. Lejos del poder, la coalición explotó. Las discrepancias internas provocaron que, de cara a 2019, Ahora Guadalajara muriera.

Sustituto. En su lugar se han configurado dos candidaturas de izquierdas: por un lado Unidas Podemos, la confluencia entre Izquierda Unida y Podemos que mimetizará la candidatura nacional; por otro, AIKE, A Guadalajara hay que quererla, heredera de las iniciativas Ganemos, independiente de cualquier afiliación partidista, y centrada única y exclusivamente en Guadalajara capital.

En AIKE también participa el Partido Castellano, Equo y Más de un Ciudadano, otra iniciativa municipalista.

¿Por qué? Su cabeza de lista, Jorge Riendas, se define como "uno de tantos que no nos resignamos a quedarnos en la crítica de la barra de bar (...) involucrándonos en la política local". Es puro espíritu 15-M, solo que despojado, tras la amarga experiencia del último ciclo electoral, del peso partidista. "Aquí caben personas, no partidos, sino hombres y mujeres que quieran trabajar por Guadalajara. Hay que huir de la política de siempre", aclara.

Un fracaso. Más allá de su pintoresco nombre, AIKE evidencia la profunda ruptura entre Podemos, Izquierda Unida y las plataformas populares surgidas hace cuatro años. Entonces, la formación morada no quiso utilizar su marca para aprovechar la ola de descontento ciudadano heredada del 15-M. Le salió bien. La miriada de escisiones en toda España ilustra hasta qué punto la situación ha cambiado.

Hoy Podemos desilusiona. Y busca su propio rumbo (con o sin IU).

Municipales. Lo que no significa que las candidaturas municipalistas hayan desaparecido. Aquí Madrid sí es útil: el impulso de Manuela Carmena y de sus sectores afines ha permitido sintetizar una doble candidatura autonómica y municipal, Más Madrid, a competir con el PSOE, Podemos y Madrid en Pie, la síntesis de Izquierda Unida Madrid y los círculos anticapitalistas. Cuatro candidaturas.

La izquierda española se ha sumergido en un laberinto imposible de cara a las municipales de 2019. Uno a menudo incomprensible.

Otros ejemplos. Pensemos en Zaragoza: Zaragoza en Común, confluencia de Podemos, IU y movimientos populares, logró la alcaldía hace cuatro años. Hoy queda poco de aquel proyecto: Podemos intentó imponer su candidata y optó por acudir de forma independiente; IU retó al vigente alcalde, Pedro Santisteve, a unas primarias, y perdió. Ahora la izquierda está dividida en cuatro: Podemos, ZEC, PSOE y CHA.

Sucede en un sinfín de ciudades y autonomías, en las que la coaliciones, además, varían: en unas, como en Sevilla, hay confluencia total; en otras, como en Huesca, hay confluencias parciales, con hasta cuatro marcas, todas locales (Aragón Sí Puede, Con Huesca, Cambiar Huesca y Confluencia Oscense, más CHA y el PSOE).

2015. La situación mimetiza la de 2015, sólo que amplificadas las disidencias internas. Entonces Podemos decidió integrarse en tantas candidaturas municipalistas como pudiera. Sin embargo no hubo estrategia común, y cada proyecto optó por un nombre distinto (Ahora, En Común, Ganemos, Cambiar), a menudo rodeado de escisiones díscolas y no siempre con el apoyo de Izquierda Unida.

Sólo un ciclo electoral muy favorable le permitió tomar las alcaldías de Zaragoza, Barcelona y Madrid. 2019 puede ser una historia muy distinta.

Imagen: AIKE

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