21 ejemplos de falacias y malas praxis argumentativas a partir del Twitter de Gabriel Rufián

21 ejemplos de falacias y malas praxis argumentativas a partir del Twitter de Gabriel Rufián
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Gabriel Rufián, ¿diputado antes que tuitero o tuitero antes que diputado? La cuestión no es trivial, en tanto que una parte nada desdeñable de la población española, en especial la más joven, estará más familiarizada con sus ingeniosas digresiones en 140 caracteres que con sus intervenciones en el Congreso. Con todo y con ello, ambos alter ego son intercambiables.

Lo son porque Rufián se vale de su personaje en Twitter, un personaje plenamente consciente de su utilidad, para hacer política. Por ejemplo, cuando el pasado 26 de octubre Carles Puigdemont filtró a la prensa y a su Govern que convocaría elecciones, Rufián estuvo al quite en Twitter: "155 monedas de plata". Cuatro palabras que desencadenaron una oleada de críticas repentinas contra la convocatoria electoral. Cuatro palabras para definir una sola: botifler (aunque Rufián luego se desmarcara de esa interpretación).

La bravuconada digital aportó su granito de arena para que Puigdemont se echara para atrás. Al día siguiente, se consumaron la DUI y el 155. Lejos de ser una anécdota, la frase de marras ejemplificó hasta qué punto Rufián se vale de las falacias y malas praxis argumentativas más habituales de los mentideros de Internet (incluyendo, claro, a Twitter). Su TL es un recopilatorio casi perfecto de todo lo que un joven estudiante de Retórica no debe hacer. Aquí van 21 ejemplos.

1. Falacia del historiador

Dos capturas sin fecha que podrían inducir a un causa-consecuencia falso: "El juez retira la imputación a Borrel y al anterior consejo de Abengoa" y "Las frases más destacadas del discurso de Borrel en la manifestación contra la independencia". No existía correlación entre ambos titulares y mediaba más de medio año entre ellas, pero allá que se lanzó Rufián.

2. Falacia del falso dilema (I)

La más repetida por Rufián, tanto que ha logrado generar un bot propio capaz de reinventar sus tuits de forma totalmente aleatoria. Es ya un trademarck marca de la casa en la que se ha encasillado durante los últimos días: te preocupa mucho este asunto cualquiera de Cataluña frente a te preocupa poco este otro asunto de España. En todos los casos, Rufián asume que si criticas X del independentismo pasas por alto Y de la causa unionista.

Encuentre las siete diferencias:

3. Falacia de la falsa equivalencia

Otro clásico muy repetido. Hay una equivalencia aparentemente lógica que en realidad no existe. Este es un ejemplo evidente y recurrente en Rufián: todos los presos o procesados por delitos políticos o de corrupción deben tener per sé el mismo tratamiento (cuando no lo es), y que unos estén en prisión mientras otros no revela la discrecionalidad de la justicia.

4. Tergiversación de los términos

A la cuestión del "fascismo", banalizado hasta extremos casi inservibles en según qué foros, Rufián añade otro amplio abanico de palabras. En esta conversación con el periodista Antonio Maestre, suma la acusación de "clasismo". Maestre le acusa de altura discursiva o moral, pero Rufián lo tergiversa en su respuesta asumiendo que la "altura" es una cuestión de clase económica.

5. Envenenamiento del pozo

Consiste en menoscabar e hipotecar todas las opiniones de tu contrincante en base a una descalificación de antemano. Rufián lo hace a menudo con el "fascismo": al presentar a sus oponentes políticos como "fascistas" recurrentes y al plantear la independencia de Cataluña como una lucha contra el fascismo, reduce la causa unionista a una ideología ante la que sólo cabe condena, por lo que sus argumentos son inválidos.

6. Falacia del falso dilema (II)

De nuevo, presenta una elección de ideas (de indignaciones, en este caso) excluyentes, cuando es compatible indignarse por el color de una camiseta de fútbol y por el encarcelamiento de alguien por sus ideas políticas.

7. Falacia ad hominen

Un clásico reconocible en cualquier grupo de debate: descalificar las opiniones de uno de tus oponentes no tanto por la esencia de sus argumentos sino por un aspecto personal de quien los emite. Rufián lo hace a menudo con la líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, ya sea bautizándola como "Ibex Arrimadas" o en comparaciones poco sutiles con Esperanza Aguirre.

8. Tomar la parte por el todo

Un ejemplo distintivo de mala praxis argumentativa: como muchos otros políticos, Rufián tiende a apelar a la voluntad del "pueblo" como un todo (en este caso el pueblo de Cataluña) para justificar la bondad intrínseca de su proyecto político. Sin embargo, es improbable que haya una voluntad unánime del pueblo catalán en torno a la independencia. Ni las encuestas ni la pluralidad parlamentaria lo corroboran.

9. Falacia ad populum

Muy relacionado con lo anterior: argumentar lo positivo de una medida/idea por el mero hecho de que lo adscribe la mayor parte de la población. Aun dando por bueno este último supuesto, la sanción mayoritaria de una ley o de una medida política no es intrínsecamente buena ni justa (la democracia es algo más compleja). Por ejemplo, en Croacia una mayoría votó a favor de negar los derechos a las personas LGBT.

10. Falacia del accidente inverso

Una falacia muy útil: consiste en la utilización incorrecta del razonamiento inductivo. Es decir, la regla general para el todo de las cosas surge a partir de sus excepciones. Un ejemplo reciente: asumir que la decisión local de un partido adscrito a Podemos como Ahora Madrid representa la política general del candidato a la Generalitat de En Comú-Podem en Cataluña, Xavi Domènech. Es una asociación conflictiva y falaz.

11. Presupuestos conspirativos

Apuntar hacia teorías conspirativas sin confirmar de tal modo que el desarrollo posterior de los acontecimientos esté siempre en duda. Es una estratagema clásica en política y que va más allá de la "máquina del fango". Lo hemos visto de forma reciente con el supuesto y preventivo amaño electoral cuyas pruebas son, como poco, dudosas. De este modo, se predispone y sesga al lector/seguidor de antemano.

12. Copiar sin atribución

La noche del 29 de octubre, Ada Colau dio una entrevista en la que fue incapaz de resolver claramente su posición en el complejo lío catalán: ni DUI ni 155. La postura le valió la crítica de todos los involucrados, tanto a un lado como a otro del tablero político. El periodista Juanma del Álamo parodió su postura. A los pocos minutos, Rufián plagiaba la idea y la resolución del concepto (sin cita alguna, claro).

13. Falacia del falso dilema (III)

En su día, uno de los más celebrados.

14. Falacia de la falsa analogía

Consiste en poner al mismo nivel dos asuntos que tienen poco que ver entre sí. En este tuit, Rufián despliega su falacia en torno al rescate bancario y Sijena, insinuando que el único motivo por el que el dinero del primero no se recupera y el del segundo sí es la implicación de Cataluña en sólo uno de los casos. Es falso: mientras el rescate era en gran medida un salvavidas financiero a fondo perdido, los bienes de Sijena son obras muebles identificables y transportables.

15. Desacreditar por asociación

Mala praxis, bastante extendida a ambos lados del espectro político catalán. En este caso, Rufián pretende disminuir el valor de los argumentos o de las palabras de Joan Coscubiela aludiendo a su eventual apoyo en el Parlament, el PP. De este modo, no se juzga ni se valora lo que expone el diputado, sino meramente quién le está aplaudiendo, confundiendo conceptos y culpando por asociación. Es una falacia lógica muy común.

16. Negación del antecedente

¿Qué hubiera pasado si la situación catalana se hubiera dado en otros países de Europa? Es un contrafactual habitual entre el independentismo catalán. Rufián lo sintetizó en este tuit en el que el único error que había cometido el movimiento nacionalista era el de creer que trataba con gente civilizada. De haberlo hecho, de negar tal premisa, el referéndum se habría acordado. Es decir, si Cataluña estuviera en un país civilizado, la situación sería distinta.

Es improbable que así sea.

17. Falacia de la generalización apresurada

También frecuente en los debates políticos. Consiste en asumir que el todo opuesto a nosotros mismos se comporta de forma homogénea en base a una serie de ejemplos concretos. Ideas como que España tiene una cultura política autoritaria frente a Cataluña o creer que todos los votantes españoles se comportan igual son presupuestos habituales en el Twitter de Rufián. Caricaturizan por la vía de la generalización al oponente político. Un ejemplo:

18. Falacia del falso dilema (IV)

Todo en uno: generalización apresurada, asunción de que una cosa excluye a la otra de forma sistemática y establecimiento de una analogía sin correlación. Es, de largo, la fórmula favorita de Rufián y en la que más cómodo se siente. Juega en casa:

19. Falacia de la falsa analogía (II)

Otro ejemplo: Rufián da por sentado que sólo se puede estar en contra de las cargas policiales el 1 de octubre desde una posición independentista, y que cualquier otra opción ideológica implica ser cómplice. Lo cual es falso: hay numerosas personas que o bien son soberanistas pero no independentistas o bien son unionistas que criticaron y lamentaron lo sucedido en Barcelona durante aquella jornada.

20. Tautología o falacia circular

Muy dada a Mariano Rajoy, es también común en el argumentario independentista blandido por Rufián. Consiste en atar los principios de causalidad de un enunciado a sus propias consecuencias. En este caso: todo saldrá bien porque la independencia es un fin en sí mismo positivo y bondadoso, y la independencia es en sí misma positiva y bondadosa porque todo saldrá bien. El presupuesto se atiene a su propia evidencia, redondeando la falacia.

21. Y, en general, vínculos de necesidad inexistentes

Y cerramos con un enunciado que, como bien se analiza aquí, podría valer tanto como falacia de la falsa analogía como del falso dilema. En esencia, reduce la pertenencia o la filiación izquierdista a una causa: a la autodeterminación. Formulado de este modo, es imposible ser de izquierdas si no se apoya un referéndum soberanista en Cataluña. Un proceso de liberación nacional no es necesariamente izquierdista.

Imagen | Víctor J. Blanco/GTRES

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