El fin de los grupos musicales: por qué la economía y la sociedad prefieren hoy a los solistas

Oasis
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Si volvemos la vista atrás, cuesta imaginar un pasado sin bandas de música: Queen, The Beatles, The Rolling Stones, The Beach Boys, The Ronettes, Nirvana... El olimpo de la música está compuesto por cuartetos, quintetos y sextetos de hombres y mujeres. Hace una generación, los jóvenes se reunían para tocar juntos en garajes y sótanos, de ahí salieron grandes grupos de música cuyas canciones triunfaron y llegaron a nuestros días.

En su adolescencia, el cuarteto de Liverpool, The Beatles, se juntaba después de clases para poner en común los acordes nuevos que habían aprendido. Se enseñaban unos a otros y se compartían vinilos de sus artistas favoritos. Mientras unos jugaban al fútbol, otros se dedicaban a esto. Basta decir que a George Harrison lo conocieron en el autobús escolar y días después se unía al grupo después de impresionar a John Lennon con una versión mal chapurreada de Raunchy. No tenía ni 16 años. Cuando el 10 de abril de 1970 la banda anunciaba su separación, la prensa internacional inundaba de titulares los periódicos y los programas especiales de televisión. Fue un acontecimiento mundial.

Hace unos días, el líder de la banda de Maroon 5, Adam Levine, afirmaba en una entrevista: “Siento que ya no hay bandas ... siento que son una raza en extinción”. Si bien Levine se refería en realidad a grupos que estén en el centro de atención del pop —porque bandas como tal siguen habiendo y creándose— sí existe cierta tendencia desde décadas atrás a la desaparición de los grupos tal y como los conocíamos. ¿La razón? Hay muchos motivos: desde la tecnología, la cultura, y sobre todo, un cambio de pensamiento generacional.

Mientras en la época de nuestros padres los adolescentes soñaban con formar una banda de rock n’ roll y ensayaban poses guitarreras ante el espejo en plan Elvis, ahora los jóvenes se encierran en sus habitaciones experimentando con el ordenador. Nadie dice que esté mal. El álbum estrella de Billie Eilish nació en su dormitorio, con su hermano haciendo las mezclas. Hay quien dice que buena parte de la historia del pop se explica a través de los grupos, desde los Beatles y los Stones hasta The Cure, Nirvana o Coldplay, pero hoy la balanza se inclina hacia los grupos solistas. No hay más que echar un vistazo a los triunfadores de los Grammy de 2021: Taylor Swift, Beyoncé, Billie Eilish, Harry Styles, Dua Lipa, Fiona Apple… En el último mes, los 10 discos más vendidos en España corresponden a solistas, con un innovador C. Tangana al frente.

John Lennon, Paul Mccartney y George Harrison como The Quarrymen. John Lennon, Paul McCartney y George Harrison como The Quarrymen.

Y al otro lado, las bandas resisten el embate del tiempo. Para que os hagáis una idea: en este momento, solo hay nueve grupos en el Top 100 de singles del Reino Unido, y solo uno en el Top 40. Dos son The Killers y Fleetwood Mac, con canciones de hace 17 y 44 años respectivamente, mientras que los otros son el último grupo de pop británico en pie, Little Mix; dos bandas de cuatro músicos indies (Glass Animals, Kings of Leon), dos grupos de dance (Rudimental, Clean Bandit) y dos unidades de rap (D-Block Europe, Bad Boy Chiller Crew). En las 50 canciones más reproducidas de Spotify a nivel mundial en este momento, solo hay tres grupos (BTS, The Neighborhood y el colectivo de rap Internet Money), y solo seis de los 42 artistas en la última lista de reproducción de Radio 1 son bandas: Wolf Alice, Haim, Royal Blood, Architects, London Grammar y Snuts.

¿Cuándo llegamos a este punto? Cuesta adivinarlo. En la década de los 90 y 2000 seguían formándose bandas por todo el mundo. Muchas de ellas acaparaban las listas y premios. Daba igual el estilo de música: en los 90 las Spice Girls y los Backstreet Boys hacían de las suyas y se ganaban el cariño de hordas de fans. Pero también lo hacía Oasis al otro lado del charco. Durante el principio de los 2000 se vivió un renacimiento del punk rock con bandas que a muchos nos suenan: Arctic Monkeys, Simple Plan, Blink 182, The Strokes... El concierto de Green Day en Milton Keynes durante la gira de su ya mítico American Idiot en 2005 demuestra que aquella guerra de bandas seguía aún viva entonces.

Pero a finales de la década ya se advertía de lejos un cambio de panorama. Programas como Factor X se habían convertido en la incubadora de nuevos artistas. De ahí salieron bandas como One Direction o Girls Aloud, pero no muchos más. Los grupos como Jonas Brothers (que incluso actuaron en la Casa Blanca en homenaje a un Paul McCartney envejecido) se habían transformado en una versión televisiva del pop, lejos de ser los descendientes directos de aquella época dorada del rock. Y el centro de gravedad de la música popular se había trasladado sin lugar a dudas hacia los artistas solistas, la composición electrónica y el reggaeton.

La música en la era de las redes sociales

"El momento en que empezamos la banda fue lo mejor que nos ha pasado", canta Matty Healy en el reciente single Guys del grupo The 1975. Toda la canción es una oda a los grupos de música, a la camaradería, solidaridad y el sentimiento de amistad y creatividad conjunta que se vive al pertenecer a un equipo. Un sentimiento que cada vez se ve menos sobre el escenario. La radio y el streaming están dominados por la música pop, rap y dance, pero la programación de festivales tampoco apunta a una época dorada de las bandas. De los que han surgido en la última década, sólo media docena han encabezado Coachella o grandes festivales. Algunos de ellos son The 1975, alt-J, Bastille o Tame Impala.

Existen muchas explicaciones sobre el hecho de que existan menos grupos profesionales. Una de ellas es que las grandes discográficas evitan las bandas porque los solistas son más baratos y fáciles de manejar. Y también esto es un problema para los artistas. Ben Mortimer, copresidente de Polydor Records, decía en un reportaje de The Guardian una frase lapidaria: “Si eres joven y estás inspirado para convertirte en músico, te enfrentas a una elección. Si sigues la ruta de la banda, necesitas encontrar compañeros con una visión similar, instrumentos y equipos costosos, y salir a la carretera para perfeccionar tu oficio. Por otro lado, puedes descargar Ableton —un software de producción—, cerrar la puerta de tu habitación y empezar a crear de inmediato. La cultura está moldeada por la tecnología".

Antes, la personalidad de los grupos era ensalzada por canales como MTV y una prensa musical que echaba fuego como la famosa revista The Rolling Stone, que ayudaban en parte a los grupos a despegar. Estas instituciones han decaído en los últimos años, dejando que las bandas se abran camino donde les queda: las redes sociales. Sin embargo, estos espacios digitales están diseñados para la autoexpresión individual. Las plataformas como TikTok, Instagram y Twitter, e incluso la orientación vertical de la pantalla de cualquier móvil, brindan una ventaja a las voces y rostros individuales, en detrimento de los conjuntos. Sólo hace falta ver las stories de esas redes.

El grupo coreano de K-Pop, Blackpink. El grupo coreano de K-Pop, Blackpink.

En Asia, sin embargo, se vive una historia completamente diferente: los grupos de idols están en auge. Cuidadosamente entrenados y diseñados para lograr el máximo atractivo llevan décadas a la vanguardia del pop japonés y coreano. Las bandas de K-Pop BTS o Blackpink son dos de los grupos de pop más grande del mundo y han batido récords tanto allí como en Occidente. Se trata de un sistema que tiene más que ofrecer a los seguidores que un artista en solitario por su dinamismo. Cada fan tiene a su favorito del grupo y para las empresas es como explotar a cinco artistas solitarios pero en conjunto y de manera más dirigida.

Muchos de nosotros añoramos aquellos maravillosos años en los que las bandas inundaban los escenarios con sus guitarras, bajos y baterías. Pero la sociedad ha evolucionado. De la misma manera que ya no hacemos cola para comprar el último disco de Pearl Jam, sino que lo tenemos todo al alcance de un click en Spotify.  La música puede ser igual de buena si se produce en un estudio improvisado en tu habitación mientras el corazón y la calidad del artista esté en los compases. Las letras de Bob Dylan probablemente también se escribieron en una cama. Y si los medios no importan, tampoco se nos va la vida porque todo lo que hacían cuatro lo pueda hacer uno solo. Siempre nos quedarán los recuerdos de aquellos fantásticos directos de grupos como Radiohead. Y una pista de gente alucinando por el impactante sonido de las guitarras.

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