Jugó, venció, meó, perdió: auge y ocaso de Diego Armando Maradona en Estados Unidos

Jugó, venció, meó, perdió: auge y ocaso de Diego Armando Maradona en Estados Unidos
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Nadie esperaba ya a Diego Armando Maradona en 1994, cuando apareció para un último baile en el Mundial de Estados Unidos. Tampoco se esperaba que el resurgir fuera tan breve y el final tan abrupto. Después de resucitar contra pronóstico, Maradona tuvo que salir del Mundial por la puerta de atrás, dejando una frase dolida e histórica: "Me cortaron las piernas".

En unos pocos días, el aficionado argentino vivió una montaña rusa de emociones concatenadas: escepticismo, ilusión, entusiasmo, conmoción, consternación y abatimiento. Sucedió todo demasiado rápido. El mejor resumen de la última función mundialista de Maradona lo escribió Eduardo Galeano en su libro El fútbol a sol y a sombra: "Jugó, venció, meó, perdió".

Así fue el último Mundial de Maradona: un drama en cuatro actos.

Uno: jugó

El último ciclo mundialista, desde que Argentina perdiera en 1990 la final contra Alemania, había sido una pesadilla para Maradona. El positivo por cocaína en marzo de 1991, tras un Nápoles - Bari de la liga italiana, precipitó al Pelusa por una pendiente por la que ya había empezado a deslizarse tiempo atrás.

Tras el positivo vino la suspensión de 15 meses, la obligada rehabilitación y el fichaje por el Sevilla, donde dejó detalles puntuales, pero terminó investigado por un detective privado que contrató el club. En el verano de 1993, regresó a Argentina para jugar con la camiseta de Newell’s Old Boys, aunque sus problemas físicos y el enfrentamiento con el entrenador Carlos Castelli precipitaron su salida en enero.

En la primavera de 1994, Maradona estaba sin equipo y fuera de forma. La única noticia que se tenía de él era que había disparado con un rifle de aire comprimido a varios periodistas apostados junto a su casa. Llevaba casi cuatro años sin comportarse como un futbolista de élite y, a pocos meses del Mundial, su participación en la cita entonces parecía una quimera.

Sin embargo, una Argentina herida tras la humillación infligida por Colombia en el Monumental de Buenos Aires (0-5), que había tenido que disputar la repesca para acceder al Mundial, necesitaba más que nunca a Maradona, no se sabe bien si al futbolista o al mito, a Diego Maradona o al Barrilete Cósmico.

El seleccionador Alfio Basile lanzó el guante y Diego lo recogió: "Mi única ambición es representar los colores nacionales una vez más y después retirarme". Emprendió un programa de entrenamiento en solitario para llegar a punto a su último Mundial. ¿Volvería Diego a ser Maradona o asistiríamos a la imagen de una leyenda arrastrando penosamente su legado? Pocos apostaban por la primera opción.

Dos: venció

Argentina se estrenó en el Mundial con goleada ante Grecia (4-0), presentando a un Maradona fino e inspirado, evocando al de otros tiempos, feliz de nuevo en su papel de líder de la albiceleste. Marcó el tercer gol, culminando, con un disparo a la escuadra, una ágil combinación a un toque del equipo argentino. La celebración dio la vuelta al mundo.

La imagen de Maradona corriendo hacia la cámara para festejar el gol estaba cargada de simbolismo. Tras años de dudas, errores y angustia, Maradona se reivindicaba ante el mundo en su escenario favorito: el Mundial. Su grito a la cámara era el "me lo merezco" de Míchel, pero a lo grande. Había regresado del purgatorio al olimpo de los dioses y lo gritaba ante el mundo. "¡Gardel está vivo!", bramaba Víctor Hugo Morales en los micrófonos.

En el segundo partido, Argentina ganó por 2-1 a Nigeria y Maradona volvió a destacar, dando el pase del segundo gol a Caniggia. Su liderazgo era el contrapunto ideal a la pujanza juvenil de Simeone, Redondo y Batistuta. Se disparó la ilusión. Con Maradona de vuelta todo era posible. Terminado el partido contra Nigeria, el astro argentino abandonó sonriente el césped del Foxboro Stadium de Boston, acompañado de una mujer vestida de enfermera, que lo conducía al control antidoping.

Analizada con perspectiva, la foto, la última de Maradona con la camisete albiceleste, resulta dolorosamente icónica y clarividente.

Tres: meó

Cinco días después de la victoria a Nigeria, se rompió el hechizo. El 30 de junio un terremoto sacudió el Mundial: Maradona había dado positivo en el análisis posterior al partido contra el equipo africano. Se había encontrado efedrina en la muestra de orina del futbolista. El seísmo fue similar al provocado por el positivo de Ben Johnson en los Juegos de Seúl.

Desde fuera se recordaron sus adicciones. Desde dentro se empezó a buscar una mano negra. En Argentina cobró especial trascendencia una teoría conspiranoica que defendía que la FIFA había ajusticiado a Maradona por su poco ejemplar comportamiento y sus flirteos con el castrismo. El propio Maradona lo descartó en su autobiografía Yo soy el Diego: "La única verdad del Mundial 94 es que se equivoca Daniel Cerrini, pero lo asumo yo".

Cerrini era un fisioculturista que Maradona había contratado para recuperar la forma y se había sumado a la delegación argentina por expreso deseo de Diego. Ya en Estados Unidos, Maradona se quedó sin un suplemento que solía tomar para la reducción de peso y Cerrini compró otro de nombre y composición similar, que se vendía libremente. Nadie reparó en que el frasco contenía efedrina.

Confirmado el positivo, la selección argentina intentó minimizar los daños. Se recordó el caso Calderé y se apeló a la clemencia de la FIFA, pero todo fue en vano.

Cuatro: perdió

La FIFA expulsó a Maradona del Mundial y más tarde fue suspendido a 15 meses sin competir. Antes de abandonar Estados Unidos, el 10 ofreció una comparecencia de prensa en la que soltó la frase que pasó a la posteridad: "Me cortaron las piernas".

Maradona vivió en Estados Unidos su particular semana de resurrección, pasión y muerte. Liquidado el futbolista, empezó la persecución de la persona y el derrumbe del mito. Asomaron las necrológicas y reaparecieron los fantasmas del pasado reciente. "Se veía venir" se convirtió en trending topic.

Mientras el futbolista abandonaba Estados Unidos, la selección argentina, huérfana y melancólica, no logró superar el cruce de octavos contra la Rumanía de Gica Hagi. El de 1994 fue el último capítulo de la historia de amor y desamor que Maradona vivió con el Mundial. A partir de entonces, inició una caída libre futbolística y personal con contados momentos de lucidez. Tenía coartada: le habían cortado las piernas.

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