Lovecraft el astrónomo: la peculiar obsesión por la ciencia y el universo del genio literario

Lovecraft el astrónomo: la peculiar obsesión por la ciencia y el universo del genio literario
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Autor de relatos terroríficos de noche, científico de curiosidad voraz... También de noche. Howard Phillips Lovecraft, el noctámbulo escritor de Providence, el genio del terror que aún alienta pesadillas 80 años después de morir, ha pasado a la historia por sus textos de fantasía desbordante. Lo que menos gente sabe es que igual pasión sintió por la astronomía o la química.

El hombre de imaginación sombría que se pasaba las noches garabateando en cuartillas y alumbró a monstruos como Cthulhu, Yog-Sothoth o Nyarlathotep, que ideó al árabe loco Abdul Alhazred y su libro Necronomicón o dio vida a Randolph Carter y el sádico Herbert West fue también un científico vocacional. A lo largo de su vida, Lovecraft se declaró en varias ocasiones materialista filosófico y acumuló un sólido bagaje en diferentes disciplinas.

Entre relato y relato de horror escribió buen número de artículos en los que (bajo títulos como Ciencia versus charlatanismo o La falsedad de la astrología) cargaba con dureza contra las supersticiones. Él, el padre de una de las mitologías con más eco del siglo XX, dedicó no pocos esfuerzos a desenmascarar las creencias infundadas.

Lovecraft, el joven astrónomo

La astronomía fue la rama a la que se entregó con más empeño Lovecraft. Su apetito de lector empedernido le llevó a la mitología, a estudiar los relatos que la Grecia clásica había elaborado inspirada por las constelaciones. De sus páginas, el joven Howard pasó a las de los manuales de la ciencia que escudriña en el universo y sus secretos. Siendo todavía un niño, se inició en los rudimentos de la astronomía con los libros de texto que encontró en casa.

Peque
De zagal y de mozo, Lovecraft siempre desarrolló una simpática obsesión por la astronomía.

A principios de 1903, antes de cumplir los 13, consiguió su primer telescopio, un instrumento de papel maché de alcance muy limitado. Meses después su madre le regaló otro de mayor potencia, con oculares que permitían 50 y 100 aumentos. El entusiasmo del adolescente no decayó y tres años más tarde consiguió un tercer y mejor telescopio. En su biografía sobre el escritor de Providence, Lyon Sprague de Camp explica que más de treinta años después, Lovecraft todavía conservaba aquel viejo artilugio de la marca Montgomery Ward, "abollado y corroído".

Una de sus vecinas de Providence recordaba al futuro escritor de terror como un joven solitario, que salía al jardín de su casa ya puesto el sol para sondear las estrellas con sus lentes. "Una noche de primeros de otoño, varios niños del vecindario se reunieron para espiarle desde cierta distancia. Conmovida por su soledad, me acerqué a él y le pregunté por su telescopio. Me dejó mirar, pero su lenguaje era tan técnico que no le comprendía", rememoraba la mujer años después.

Lovecraft llegó a fundar una asociación astronómica en su Providence natal, llegando a impartir una charla sobre la materia en una parroquia local

Quizás para buscar compañeros con los que compartir su pasión, a mediados de la primera década del siglo XX Lovecraft intentó organizar la Asociación Astronómica de Providence. A principios 1907 llegó a impartir incluso una conferencia en una iglesia sobre la materia. El profesor Winslow Upton, de la Universidad de Brown, le brindaría un apoyo clave al permitirle visitar el Observatorio de Ladd, que se alzaba no muy lejos de la casa de los Phillips.

Gracias a los conocimientos que allí adquirió, a lo que observó a través de su telescopio y leyó a lo largo de su juventud, Lovecraft logró convertirse en un prolífico articulista especializado en astronomía.

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Lovecraft, a la izquierda, con William J. Dowdell.

En 1899 empezó a publicar de forma manual dos periódicos científicos (uno de ellos con noticias sobre observaciones, descubrimientos) que mantuvo de forma intermitente hasta 1909. Años antes, en 1906, había conseguido que un medio local, el Providence Journal, se hiciese eco de uno de sus textos, en el que cargaba contra la astrología. No fue ni mucho menos la última incursión en los diarios de Lovecraft, quien siguió colaborando con diferentes cabeceras hasta finales de la segunda década del siglo XX para hablar sobre astronomía.

De los libros de terror a los papers científicos

En sus columnas recogía efemérides, reflexiones... En uno de los periódicos, el Gleaner, publicó textos en los que se preguntaba sobre la posible vida en Marte, si era factible llegar a la Luna o la existencia de nuevos planetas aún por descubrir. Sus respuestas no andaban del todo desencaminadas.

En uno de sus artículos, Lovecraft, que por entonces no contaba ni 18 años, criticó las teorías del célebre astrónomo Percival Lowell, el fundador del observatorio que lleva su apellido en Arizona y graduado en Harvard. Lowell sostenía que las franjas que se aprecian en Marte son canales de origen artificial. En otras palabras: que se trataba de surcos para la irrigación que habían trazado los marcianos. Esa teoría la desarrolló en varios libros. Lovecraft no estaba muy convencido de la verdad de semejante propuesta y cargó contra ella en las páginas del Gleaner.

Sprague de Camp relata cómo en 1907 el joven Howard tuvo la oportunidad de estrechar la mano y cruzar un par de palabras con Lowell (quien entonces tenía 52 años) y el apuro que pasó por miedo a que el célebre astrónomo hubiese leído sus diatribas. El tiempo demostró sin embargo que el escritor de Providence estaba bastante más cerca de la verdad que el erudito de Boston.

Percival
No llegó a tener beef con Percival, pero se quedó cerca.

Con esa fascinación por las estrellas, ¿por qué no se hizo astrónomo profesional Lovecraft? Lo cierto es que lo pensó. Durante un tiempo saboreó la idea de especializarse en Brown y convertirse en profesor como Upton. La educación sobreprotectora que recibió de su madre y tías no le ayudó a alcanzar ese objetivo. A lo largo de su juventud Howard dejó de asistir durante meses al colegio por sus en apariencia delicados nervios. "El esfuerzo era excesivo para mi salud y sufrí un colapso nervioso inmediatamente después de mi graduación, lo que me impidió asistir a la universidad", dejó escrito.

La realidad es que Lovecraft tuvo dificultades con el álgebra (importante para todo buen astrónomo) y que era muy reticente ante todo lo que requiriera un esfuerzo molesto. Andado el tiempo, él mismo se sinceraría: "Yo quería el encanto y el misterio y lo impresionante de las ciencias sin su duro trabajo".

La astronomía no fue la única ciencia con la que coqueteó al escritor de Providence. Durante su juventud, Lovecraft se sintió atraído por la química (lo cierto es que en esa época probó también con el violín, el dibujo y se sintió fascinado por los trenes) y llegó a disponer de su pequeño laboratorio. Hacia 1899 montó su propio cuarto de experimentos en el sótano de su casa, donde le gustaba trabajar como un viejo alquimista entre matraces. Casi una década después, en 1908, una malograda prueba con fósforo le abrasó un dedo.

Gracias a la rápida intervención de los médicos pudo conservarlo, pero no pudieron evitar que le quedase algo rígido y con una bonita cicatriz.

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