Florida podría sufrir los mayores daños de su historia por culpa de Irma

Florida podría sufrir los mayores daños de su historia por culpa de Irma
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Estados Unidos ha construido durante décadas un clima económico perfecto para potenciar los daños de los desastres naturales. Y todavía no ha hecho nada por cambiarlo.

Pongamos como ejemplo Florida, ahora en el centro de todas las miradas según el Irma se acerca a sus costas. Esta zona del país es, como sabrán todos los que han visto películas o series norteamericanas, la más vulnerable a sufrir apariciones de ciclones, de la misma manera que en Los Ángeles o San Francisco el riesgo de sufrir terremotos es un favor a tener en cuenta.

Sin embargo, el paisaje costero del estado lo protagonizan ahora mismo palmeras, rascacielos y obras de futuras viviendas: en los últimos 25 años, uno de cada diez hogares de nueva construcción en todo Estados Unidos se ha edificado en esta zona. Es el mayor incremento del número de viviendas que ha ganado ningún estado del país con la salvedad de Texas.

Los residentes han disfrutado de un período de paz climática desde el destructivo paso de Andrew en 1992, pero esta fase podría terminar este mismo sábado. Si el Irma azota sus costas el marcador de días sin accidentes volverá a ponerse a cero. Los expertos ya han calculado que el desastre podría tener un coste inmediato de hasta 300.000 millones de dólares, sin contar con las consecuencias de los impuestos y el turismo de una zona especialmente rendida al sector servicios que quedaría inhabilitada durante semanas o incluso meses.

Serían las mayores pérdidas sufridas a causa de un desastre natural en su historia, y le siguen las recientes pérdidas derivadas del paso de Harvey por el país, estimadas por las aseguradoras en 180.000 millones.

Miles de nuevas viviendas y un cálido Caribe: literalmente la tormenta perfecta

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Es cierto que el estado ha trabajado por mejorar los estándares de sus nuevas construcciones para evitar el nivel de daños causados por los huracanes, pero la pregunta que cualquiera podría hacerse es: ¿por qué si se trata de una de las zonas más inestables y vulnerables a estos desastres hay allí cada vez más población?

La respuesta es doble. Primero, por la aceptación del riesgo de la gente a perder todas su propiedades a cambio de vivir en una de las regiones más atractivas del país. La segunda razón es más indignante: una recaudación estatal basada en el ladrillo.

Los floridenses, como sucede en otros siete estados de la nación, no recaudan sus impuestos en base a la renta personal de cada ciudadano, sino que recauda sus impuestos gravando los bienes raíces y los cargos de gestión derivados de la compra de vivienda.

Es decir, el estado sólo se mantiene a flote si se siguen vendiendo viviendas, y eso, por supuesto, afecta en la toma de decisiones sobre la limitación de construcción en zonas potencialmente expuestas a la llegada de un ciclón.

Así lo decía el antiguo representante de la Agencia Federal para la gestión de emergencias, “nuestra economía se basa en que construyamos o no casas". Eso también ha provocado, como es lógico, que la construcción optimice su crecimiento:

Del modelo de hogar residencial (creciendo a lo ancho, lejos del centro de las urbes) han pasado a los apartamentos en rascacielos y bloques de pisos, un modelo de concentración de viviendas que favorece el crecimiento poblacional en zonas de poco espacio y que son el tipo de edificio más expuesto a la destrucción por huracán. Desde hace años es normal encontrarte las líneas a pie de playa de todo el estado abarrotadas de “condos”, esos que ahora son los que podrían recibir frontalmente el impacto de Irma.

Y por supuesto no es sólo cosa de los daños materiales, también se verá afectado a nivel humano. Sólo Miami ha crecido en más de 600.000 residentes desde la última catástrofe huracanada, cuando Andrew generó pérdidas de 26.000 millones de dólares en la región. Y hay mucha gente expuesta: de los casi 20 millones de residentes de Florida, más de dos tercios viven en condados costeros. Aunque haya aumentado el nivel de protección de las edificaciones, mayor cantidad de población siempre implica mayor riesgo de pérdidas humanas.

La estrategia de la venda: dinero para curar pero no para prevenir

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Ahora bien: es también Estados Unidos el que, permitiendo una libertad de tributación tan alta para los estados, sentirá ahora en sus arcas el peso de los daños que produzca la catástrofe, al igual que le pasó previamente a Nueva Orleans con Sandy y el Katrina, la reparación irá a parar a los fondos federales (que, por cierto, están a punto de agotarse en estos momentos). Son esos fondos los que van a socorrer a las víctimas posteriores de un accidente, pero este dinero se agota, no dando espacio a la inversión en la prevención, en la creación de unas infraestructuras más seguras, que es lo que habría podido facilitar que el choque de Irma, cuando suceda, sea menos catastrófico.

De eso se lamentan precisamente los líderes de Florida, que explican que si no fuera por la recaudación a partir de sus impuestos a la compraventa de vivienda no tendrían dinero para elevar las carreteras o colocar bombas anti-inundaciones, tareas para las que han invertido 500 millones de dólares en los últimos años y que tampoco bastan para un accidente de las proporciones a las que van a enfrentarse.

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Así resultó el paso de Andrew por Miami veinte años atrás.

Por supuesto, a esta bola de nieve hay que añadirle otro factor, aunque con cautela: el cambio climático. Como explicó un estudio del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI) investigando la frecuencia y la fuerza de los huracanes actuales frente a los del medievo, se confirmaba que “las temperaturas más altas de la superficie del Atlántico dan lugar a una mayor cantidad de huracanes”. Y sí, este ha sido uno de los veranos más cálidos que se recuerdan en la región.

Eso no significa que la formación del Andrew o del Irma estén directamente producidas por las emisiones del hombre, pero sí sabemos que no hemos hecho nada por remediarlo y que, si seguimos como hasta ahora, las temperaturas seguirán propiciando cada vez más estos fenómenos.

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