Fabian Thylmann, el empresario en las sombras responsable de que la humanidad consuma porno gratis

Fabian Thylmann, el empresario en las sombras responsable de que la humanidad consuma porno gratis
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¿Has usado alguna vez Brazzers, PornHub, YouPorn o RedTube? Enhorabuena, has entrado en el universo pornográfico ideado por Fabian Thylmann. Y si no has entrado a esos o las otras decenas de portales que se aglutinan bajo la dirección de la empresa motriz MindGeek, no importa, porque desde hace ya muchos años el alemán ayudó a diseñar el modelo más asentado en el mundo del contenido para adultos.

Nos referimos a la suma del video gratuito y el contenido de calidad de pago. El panorama tenía una pinta muy diferente en 2007, cuando este ingeniero y su equipo empezó a trabajar en su modelo de negocio. Así se lo cuenta a un foro de programadores alemanes en 2016. En sus orígenes, el porno digital era de pago por defecto. A modo de revistas que rulan entre compañeros, los primeros foreros se pasaban las cuentas con contraseñas para hacer que circulase el material. A esos foros de pajeros se apuntaban también las propias compañías, ofreciendo algunos clics gratuitos a modo de dosis de prueba.

Poco a poco, lo gratis le iba ganando, como es lógico, la partida al pago. De ahí que empezaran a nacer los “tubes”, páginas de contenido como YouTube donde cada usuario subía material porno gratuito (y muchas veces robado) por un puñado de clics. Viendo el percal, este programador que había estado colaborando con las páginas de contenido muy de cerca adivinó lo que podía ocurrir en un futuro. Actuó rápido, en cosa de meses. Decidió comprar las páginas de tubes más populares, así como marcas de modalidades porno con suficiente flujo y las transformó en un unificado modelo de streaming.

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Pese al poder de convocatoria de usuarios que normalmente consigue el porno, por lo general los anunciantes eran reacios a publicitarse en sus páginas. Pero precisamente por el poder de congregación de la infinidad de páginas MindGeek podía ejercer una influencia a la hora de negociar los términos de anuncios. Para 2012 el 80% del tráfico porno mundial pasaba de una forma u otra por la caja del señor Thylmann.

En el fondo este negocio emparenta muy bien con el militar, dos realidades donde el desarrollo de nuevas tecnologías acaba convirtiéndose en la punta de lanza de una revolución que llegará después a otras áreas. El porno por streaming, plataformas sin contenido donde son los mismos usuarios los que trabajan para aportar el producto, no deja de ser lo mismo que hacen Facebook, Twitter, Uber, Deliveroo o Airbnb.

El porno se convirtió en un contenido libre, de inmensa variedad de temáticas, texturas y formas. Y obscenamente gratuito.

Nada es gratis ni siquiera el porno (aunque nos lo parezca)

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Por todo esto Thylmann es, también, el rostro del infortunio para muchos. Con la llegada del streaming el Porn Valley, la región de Los Ángeles en la que hasta bien entrados los años 2000 dominaba la industria, se convirtió en un negocio decrépito. No sólo empezaron a bajar los salarios de los magnates que hasta hoy vendían el 90% de los DVDs y VHSs picantes en Estados Unidos (y un buen porcentaje en el resto del mundo), también cambiaron mucho las cosas para todos, desde los actores y actrices hasta las maquilladoras o los técnicos de iluminación.

Porque, al igual que en YouTube, la empresa se lava las manos en cuanto al contenido filtrado. La Digital Millennium Copyright Act o DMCA les ampara, la responsabilidad es del usuario y no del administrador. Las productoras lamentaban ver cómo los videos que les habían costado tiempo, esfuerzo y miles de dólares en materializar aparecían como setas en estos portales. No importaba que se denunciara a los posteadores o que se les bloquease las cuentas, los vídeos volvían a aparecer en cuestión de minutos por algún miembro de esa mente colmena onanista.

¿La solución que ofrecían Pornhub y compañía? Abre tu canal en nuestra web e intenta monetizar según bajo las condiciones que nosotros te ofrezcamos. No hay demasiado margen para la negociación, su emporio es demasiado grande y, como ha dicho el alemán recientemente, el contenido de pago está llegando definitivamente a su fin. La resistencia es sólo cuestión de tiempo.

Como reconoce Thylmann, él ya no es el “rey del porno”, como se le solía llamar, y empresas ambiciosas aplican su modelo de negocio e intentan posicionarse como portales preferentes para esos millones de personas que generan el 30% del contenido en Internet. El empresario tampoco está pasando por su mejor momento. En 2013 vendió su proyecto por 73 millones de dólares dejando un buen agujero de deuda y en 2015 se le encausó por evasión de impuestos en su país en un proceso que todavía se mantiene abierto.

En cualquier caso, si alguna vez le has dado mentalmente las gracias al que hizo que el porno fuese gratis, ya sabes a quién mandarle tu agradecimiento.

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