Trump y el fin de "la paciencia estratégica": qué implica su peligroso giro respecto a Corea del Norte

Trump y el fin de "la paciencia estratégica": qué implica su peligroso giro respecto a Corea del Norte
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Donald Trump ha dado por terminada la "era de la paciencia estratégica". En su gira por Asia Pacífico el presidente estadounidense ha vuelto a insistir en que la debilidad de EE.UU. frente a Corea del Norte está detrás de su desarrollo nuclear y que es momento de adoptar una postura más firme.

Unos meses antes, en abril, Trump llegó a contradecir públicamente vía Twitter a su propio propio Secretario de Estado Rex Tillerson después de que este anunciara en abril de este año que su gobierno está trabajando en buscar vías de comunicación con el gobierno de Corea del Norte, asegurando que el tiempo para la negociación se ha acabado.

¿Debemos entender entonces que no hay solución diplomática posible a la escalada bélica con Pyongyang? ¿Estamos abocados a un enfrentamiento nuclear?

La cuestión no es nueva: Corea del Norte trae dolores de cabeza al inquilino de la Casa Blanca desde hace décadas. Ya en 1969, cuando los norcoreanos derribaron un avión espía estadounidense, Nixon (parece ser que estando bebido) estuvo a punto de enviar una bomba nuclear como respuesta.

Con todo, hasta 1991 la contención entre bloques propia de la Guerra Fría impedía una escalada mayor y la verdadera preocupación de los EE.UU. era la Unión Soviética. No será hasta principios de los 90 (cuando Corea del Norte deja de verse protegida por el paraguas soviético) que el desarrollo nuclear norcoreano empiece a ser preocupante.

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Corea del Norte había accedido al Tratado de No Proliferación Nuclear (NTP por sus siglas en inglés) en 1985, pero ya en 1992 se encontraron indicios sospechosos de la existencia de plutonio no declarado en el país, a consecuencia de lo que Pyongyang decidió abandonar el Tratado en la primavera de 1993. Poco después, a finales de mayo de ese año, realizaron el primer ensayo balístico de importancia. Bill Clinton acababa de ser nombrado presidente.

Misil
Uno de los misiles lanzados últimamente por Corea del Norte. (PRK/AP)

La solución Clinton se llamó Acuerdo Macro y suponía el desmantelamiento de la planta nuclear de Yongbyon y la vuelta al NTP por parte de Corea del Norte a cambio de petróleo y dos centrales nucleares de uso civil cuya financiación correría a cargo de EE.UU.

Sin embargo el Congreso estadounidense bloqueó los fondos para el Acuerdo, y los retrasos en la entrega del petróleo provocaron que los norcoreanos, airados, reactivaran la central de Yongbyon y salieran definitivamente del NTP. El Acuerdo se rompió formalmente en 2003.

En vista del fracaso de Clinton, George W. Bush probó endureciendo el discurso incluyendo a Corea del Norte en su Eje del mal y condicionando cualquier negociación al desmantelamiento "completo y verificable" del programa nuclear e incluso reclamando una reducción del arsenal militar convencional norcoreano. Al mismo tiempo impuso un duro régimen de sanciones enfocado a empujar a Pyongyang a ceder.

Hasta el presente, todas las tácticas de Estados Unidos, ya sean de contención o agresivas, han fallado en Corea del Norte, desde Clinton hasta Obama

El régimen de los Kim no solo no cedió, sino que realizó su primer ensayo nuclear en 2006 y uno más en 2009, justo después de abandonar por enésima vez una ronda de conversaciones a seis entre los actores implicados incluyendo también a China, Corea del Sur, Japón y Rusia.

En el mejor de los casos, la política de Clinton consiguió ganar algo de tiempo pero a cambio de dar una imagen de EE.UU. como un poder débil y dividido a nivel interno. Además ayudó a sostener el régimen norcoreano con las entregas de petróleo: a partir de ese momento Pyongyang aprendió que la provocación tiene premio, estableciendo un mal precedente.

Kim
Kim Jong-Un observa uno de los misiles lanzados por Corea del Norte el pasado septiembre. (PRK/AP)

Al acabar con las prebendas, la estrategia de Bush fue quizá algo mejor. Pero su firme confianza en que Corea del Norte no era un régimen estable y que, sometido a la suficiente presión, se derrumbaría, contribuyó enormemente a cimentar la desconfianza de Pyongyang en Washington y en todo caso no impidió el desarrollo nuclear.

De ambos fracasos surge ya con el gobierno de Obama lo que se llamó "paciencia estratégica", por la que Washington no ofrecía prebendas a Pyongyang, renunciaba a un buscar un cambio de régimen en el país y hacía constantes llamadas a la negociación mientras castigaba las provocaciones con sanciones. Esta política ha sido, hasta el momento, el mejor de los planteamientos para con el problema de Corea; pero si bien no ha agravado la situación con sus actos tampoco la ha mejorado con su omisión.

La paciencia estratégica, siendo la menos mala de las opciones, no ha impedido que Corea del Norte siguiera desarrollando su programa nuclear. Con la llegada de Kim Jong-un al poder en 2011 las muestras de poderío belicista se han hecho más frecuentes demostrando que la fórmula Obama también fracasó.

Todas las estrategias han fallado en Corea

Dos errores de cálculo están en la raíz del enfoque estadounidense. El primero es esperar de China que presione lo suficiente a Corea del Norte como para que esta ceda en su ambición. Si bien China está inquieta con su molesto vecino y le incomoda que se le responsabilice de la crisis norcoreana, no por ello va a seguir la línea estadounidense endureciendo el cerco a Corea.

Y es que cuando se trata de Corea del Norte China aprieta pero no ahoga: el colapso del régimen de los Kim no interesa en absoluto a Pekín, que no solo tendría que acoger a los millones de refugiados norcoreanos que huirían hacia su frontera, sino que probablemente vería extendida la influencia estadounidense más al norte del paralelo 38 con una hipotética reunificación de la península.

Trump tiene derecho a cambiar la política de Obama, pero su postura nos acerca al conflicto nuclear como jamás en décadas lo habíamos estado

El segundo y mayor error es confiar en que con las condiciones adecuadas (ya sea a través de negociación, presión económica, amenaza militar) Corea del Norte renunciará a su desarrollo nuclear. Pyongyang no quiere la guerra nuclear, pero eso no significa que vaya a abandonar su ambición. Nada da a entender que Corea del Norte esté dispuesta a abandonar algo por lo que llevan trabajando décadas, y mientras la negociación se estanca por estar la posición estadounidense inamovible en ese punto, las capacidades nucleares de Pyongyang aumentan.

Corea
Ciudadanos surcoreanos observan en televisión las pruebas balísticas de su gobierno. (Ahn Young-joon/AP)

Heredero de la gestión de sus tres predecesores, Trump quiere desterrar la política de paciencia estratégica. No obstante hasta ahora lo que ha hecho se parece bastante a lo que hizo Obama y por tanto persevera en su error mientras el reloj corre en su contra. Solo una cosa ha cambiado Trump con respecto a Obama, y para peor: Su necesidad de mostrarse fuerte de cara a sus votantes y las prisas que tiene por lograr un éxito en este campo le están llevando a usar un tono cada vez más marcadamente belicista.

Llegados a este punto, cuando ya es evidente que Corea del Norte posee armamento nuclear y que si bien no puede todavía lanzarlo contra territorio estadounidense sí amenaza Corea del Sur o Japón, el que la retórica prebélica esté tan presente en el discurso de Trump no es una buena idea, nos acerca a un enfrentamiento nuclear del que no hemos estado tan cerca en décadas.

La cuestión es que, en vista de la trayectoria de los anteriores liderazgos norteamericanos, Trump tiene razón en querer buscar una nueva forma de enfocar el asunto. Eso sí, sin renunciar al objetivo de la absoluta desnuclearización de Corea, algo que los norcoreanos no parece que puedan aceptar. Trump va camino así de reemplazar la paciencia estratégica de Obama por una impaciencia estratégica que puede llevarnos al desastre. ¿Quizá sería ya el momento de asumir que efectivamente Corea del Norte posee armamento nuclear, y evitar la guerra a la que el mundo puede llegar de continuar negándolo?

Blas Moreno es codirector de El Orden Mundial.

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