Así es como la supremacía blanca y la extrema derecha se está colando en los movimientos antivacunas

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Miles de personas salieron a las calles de Sydney, Melbourne, Adelaide y Brisbane el sábado 20 de noviembre para protestar contra las medidas de bloqueo de COVID-19 y los mandatos de vacunas.

Los mítines ocurrieron después de semanas de protestas en Melbourne contra el Proyecto de Ley de Salud Pública y Bienestar (Gestión de Pandemias) de 2021. El lunes anterior, los manifestantes colgaron una efigie inflable del primer ministro de Victoria Daniel Andrews en una horca montada en el centro de Melbourne.

Situaciones como esa conectan a los movimientos antivacunas con los grupos extremistas de extrema derecha y supremacistas blancos, así como a las comunidades conspirativas de Europa y las naciones blancas que absorben a emigrantes en todo el planeta, como Australia, Canadá, Estados Unidos o Nueva Zelanda.

La resistencia a las vacunas en Australia cuenta con una serie de factores atenuantes. La vacilación de las vacunas y la resistencia a la legislación pandémica entre las comunidades minoritarias, incluidas las comunidades indígenas y cultural y lingüísticamente diversas, se debe a una desconfianza en las instituciones provocada por siglos de violencia médica y legislativa colonial. Esta podría ser la razón por la que algunos miembros de estas comunidades están participando en protestas.

Los grupos de supremacía racial y de derechas están aprovechando esa vacilación con las vacunas para distribuir ideologías conservadoras a nuevas audiencias a través de protestas y redes sociales. Entre ellas se encuentran narrativas complejas sobre la resistencia a un "Nuevo Orden Mundial", que supuestamente amenaza una forma de vida australiana pasada.

Muchos involucrados en estos movimientos probablemente no se den cuenta de que se están alineando con personas cuyos valores e ideas están impregnadas de supremacía blanca.

Supremacismo blanco y el Nuevo Orden Mundial

Muchos grupos se han unido bajo la bandera de la negación de COVID y la resistencia a las vacunas. Una narrativa común compartida en las redes sociales es que el COVID, las medidas de bloqueo y las vacunas son parte de un plan para implementar un régimen totalitario global.

En septiembre de este año, un comentario del director de salud de Nueva Gales del Sur, Kerry Chant, se volvió viral entre los negacionistas de la COVID y los teóricos de la conspiración, incluidos los de QAnon. Chant respondió a una pregunta sobre cómo funcionaría el rastreo de contactos después del confinamiento diciendo: "Vamos a ver cómo se ve el rastreo de contactos en el nuevo orden mundial".

Los conspiradores en los círculos antivacunas han estado usando ese término, “Nuevo Orden Mundial", para referirse a la teoría de que un grupo secreto de elites poderosas planea la dominación global. A pesar de las intenciones de Chant, la mención del término provocó un frenesí en las redes sociales y que las búsquedas de Google se dispararan.

La teoría del Nuevo Orden Mundial tiene inferencias racistas y antisemitas. Viene de la literatura especulativa y filosófica de europeos y colonos blancos en los Estados Unidos que promueven mitos paranoicos sobre la participación del pueblo judío en el sistema bancario. Desde la Segunda Guerra Mundial ha ido granjeándose vínculos con el fascismo, el racismo y el libertarismo blanco y el pánico satánico. También con el ocultismo nazi.

Esencialmente, resistir a ese “Nuevo Orden Mundial” tiene muy poco que ver con abordar los sistemas de poder existentes, incluidos el capitalismo y el colonialismo, que oprimen y marginan a grupos de personas en todo el mundo. Se trata más de una batalla entre un bien y un mal percibidos.

Estas ideas también tienen una larga tradición en la literatura cristiana, incluido el Nuevo Testamento. Los extremistas cristianos blancos, incluido el Klu Klux Klan, se refieren a sí mismos como caballeros comprometidos en una guerra santa para defender sus libertades de otros grupos raciales y religiosos a quienes históricamente han oprimido.

Conservadurismo de extrema derecha y teorías de la conspiración

Los movimientos antivacunas han demostrado ser especialmente atractivos para las mujeres blancas y los grupos de hombres que se sienten desfavorecidos por los rápidos cambios en la sociedad occidental, que han desestabilizado su posición económica y social.

Muchos antivacunas creen que están resistiendo a las malvadas fuerzas globalistas que quieren corromperlos a ellos y a sus hijos por medio de dispositivos de rastreo, microchips y otras tecnologías malvadas supuestamente ocultas en las vacunas contra la COVID-19.

Los manifestantes llevan carteles que infieren que su esperma no está contaminado por la vacuna, y los usuarios no vacunados en Tiktok se refieren a sí mismos como personas de "sangre pura". Estos sentimientos se hacen eco de las ansiedades de la raza blanca popularizadas durante las eras del Proteccionismo Aborigen y la Política de la Australia Blanca, que continúan influyendo en la política migratoria australiana hasta el día de hoy.

Los valores familiares conservadores son evidentes en los movimientos antivacunas. Por ejemplo, los manifestantes en Sydney reciclaron el sábado carteles de "Puedes decir no", que se usaron originalmente en contra de la papeleta electoral a favor del matrimonio gay en Australia en 2017.

Los políticos y organizaciones de extrema derecha han capitalizado los rápidos cambios y las experiencias de crisis económica durante la pandemia de COVID-19 para promover ideologías sobre la protección de los valores familiares tradicionales y la cultura occidental.

Los defensores políticos del movimiento antivacunas, como Clive Palmer y Craig Kelly, también son anti inmigración y negacionistas del cambio climático. La línea actual del Partido por la Australia Unida es "Make Australia Great", imitando la campaña de Trump.

Kelly y Palmer están aprovechando los sentimientos antivacunas para ganar visibilidad en las protestas y en las redes sociales. Los principales políticos de derecha también han participado en manifestaciones, incluido el exjefe de gabinete de Tony Abbott como primer ministro, Peta Credlin.

¿Quién gana?

Miembros conocidos de organizaciones profascistas, supremacistas blancos y neonazis, incluidos los Proud Boys y la Lads Society, han estado presentes en las manifestaciones antivacunas. Estas organizaciones también se han involucrado en la organización de las conferencias y la seguridad de los ponentes.

Los investigadores han observado a miembros de grupos de supremamo blanco y de extrema derecha reclutando y allanándole el terreno a personas reacias a las vacunas a través de Facebook y grupos de mensajería encriptada como Telegram. Los antivacunas también han atacado sistemáticamente a las comunidades negras e indígenas con desinformación y propaganda.

Los brotes de la COVID-19 ya han tenido impactos devastadores en las comunidades aborígenes e isleñas del Estrecho de Torres. Los líderes y las organizaciones de esas comunidades están luchando contra la propagación de información errónea en las comunidades aborígenes remotas, incluidos los mitos difundidos por grupos cristianos que afirman que la COVID-19 es un virus del hombre blanco. La difusión de propaganda contra la vacunación entre las comunidades indígenas tiene graves y potencialmente mortales consecuencias.

Podría parecer que los antivacunas y los grupos de extrema derecha son minorías en Australia. Sin embargo, los partidos políticos de extrema derecha que difunden información errónea sobre las vacunas están ganando cada vez más adeptos.

El Partido por la Australia Unida es ahora el partido político más grande de Australia con hasta 70.000 afiliados. Proveyeron carteles para las protestas del sábado que decían “Libertad, libertad, libertad”.

Queda por ver cómo la creciente influencia de la extrema derecha afectará las próximas elecciones y nuestro futuro. Necesitamos pensar detenidamente en las ideas y movimientos en los que estamos metidos ahora y quiénes se están beneficiando realmente de ellos.

Autoras: Madi Day, profesora del Departamento de Estudios Indígenas, Universidad Macquarie; Bronwyn Carlson, profesora de Estudios Indígenas y Directora del Centro para Futuros Indígenas Globales, Universidad Macquarie.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

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