¿Cuál es el mejor país del mundo para ganar un concurso de televisión?

¿Cuál es el mejor país del mundo para ganar un concurso de televisión?
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David Leo García ha ganado la cantidad más alta en un concurso en la historia de Telecinco. Lo hizo en el programa "Pasapalabra", donde consiguió 1.866.000 euros tras completar el célebre "rosco" sin ningún error. El joven malagueño de 27 años llevaba 109 programas consecutivos en el concurso, pero como en otros casos similares ese premio tiene un lado negativo: los impuestos.

En premios de esta magnitud se aplica el tipo impositivo máximo, que es del 52%, así que Hacienda se queda con algo más de la mitad del premio. Todo un jarro de agua fría que nos hace preguntarnos si ocurre lo mismo en otros países.

Los impuestos son casi universales en los premios televisivos

En Estados Unidos los impuestos varían entre estado y estado, pero también en la cantidad de esos premios. Esa tasa puede llegar al 39,6%, al que hay que sumar (si los hay) los impuestos locales y estatales. Es fácil por tanto que la cantidad real para el concursante también quede por debajo de la mitad del premio final.

Jeopardy

Hay un buen ejemplo para los concursantes de "El Precio Justo" ('The Price is Right'). En este conocido concurso que también tuvo mucha repercusión en España (muchos recordamos a Joaquín Prat y su famoso "¡A jugaaar!") los concursantes ganaban viajes, electrodomésticos, e incluso coches, pero en Estados Unidos los ganadores no se van precisamente con las manos llenas.

De hecho, una vez ganan el premio y se apagan las cámaras les hacen firmar una serie de formularios en los que acceden a pagar los impuestos relacionados con esos premios. Los tienen que pagar antes incluso de poder usar todos esos objetos que han ganado, y el problema es que esos impuestos se basan en los precios sugeridos por el fabricante: en el mercado libre probablemente esos premios podrían comprarse por menos dinero y, por lo tanto, pagaríamos menos impuestos por ellos. Si no lo hacemos podríamos acabar en prisión, como le ocurrió al ex-superviviente Richard Hatch hace una década.

Le ocurrió por ejemplo a Sheree Heil, ganadora de un Audi R8 Spyder Quattro descapotable en dicho concurso a principios de 2014. El coche estaba valorado en 157.000 dólares, pero los impuestos provocaron una reducción significativa de ese valor. Sumando los impuestos del estado de California —donde se celebra el concurso— los de Washington -donde vive Heil- y los impuestos federales, resultó que Heil tuvo que pagar 61.000 dólares para poder conducir finalmente ese coche.

Afortunadamente hay países (casi) sin impuestos

Los premios de juegos como la lotería o los concursos televisivos en el Reino Unido no son considerados como ingresos, lo que permite que los ganadores de estos premios no tengan que pagar nada a los sistemas tributarios de este país. Nada.

El único problema es que todo ese dinero normalmente acaba en un banco, lo que hará que forme parte de tu patrimonio. En ese caso podría aplicarse el impuesto de sucesiones (Inheritance Tax, IHT), que es del 40% en ese país si la cantidad supera las 325.000 libras.

Tampoco te libras si donas ese dinero a organizaciones benéficas o a amigos y familiares —el tipo impositivo varía según el tiempo que tardas en morir después de hacer las donaciones—, a no ser que los receptores de las donaciones acepten pagar esos impuestos si mueres en los siete años posteriores.

En Canadá los premios de la lotería y de concursos televisivos tampoco tributan, así que cuando si por ejemplo algún concursante gana un millón de dólares en uno de estos concursos, se queda todo el dinero para él.

Lo mismo ocurre en Australia, donde incluso hay un apartado en la información sobre el sistema fiscal que hace mención a "premios y galardones" en la que se indica que una persona "debe declarar esas cantidades solo si aparece de forma regular en este tipo de programas".

En Alemania los premios de la lotería tampoco obligan a los ganadores a pagar impuestos por ellos, y de hecho hay casos dispares en cuanto a concursos televisivos: los ganadores de la edición alemana de "¿Quién quiere ser millonario?" no pagan impuestos por ejemplo, pero en cambio una corte judicial obligó a Sascha Sitrl, ganador de la edición alemana de 2005 de "Gran Hermano" a pagar impuestos por el millón de euros que ganó como premio. Para el juez ese programa "se parecía aun trabajo convencional lo suficiente": de nuevo esa presencia regular en el programa hacía asumir a sus concursantes el papel de "concursantes profesionales" a los ojos de la justicia alemana.

Los concursos con los mayores premios

También hay que tener en cuenta que aunque tengas que pagar impuestos hay concursos en que los premios son tan cuantiosos que la cosa se pone especialmente interesante. Aquí el mercado televisivo estadounidense suele dar muchas alegrías, y hay ya unos cuantos millonarios que han hecho fortuna gracias a sus frecuentes apariciones en estos concursos.

Es el caso de Brad Rutter, que gracias a Jeopardy! ha ganado 4.555.102 dólares en total a lo largo de varios años y de esas reediciones en las que los ganadores de pasados concursos compiten entre sí. Algo por debajo está Ken Jennings, otro "concursante profesional" que ha logrado 4.123.414 dólares de ingresos gracias a Jeopardy! y a otros programas como "Who wants to be a millionaire?"

No obstante los mayores premios de la televisión se han concedido en el viejo continente. Arno Woesthoff logró ganar casi 5 millones de euros en sus dos apariciones en 'Miljoenenjacht' ("La búsqueda de los millones", en España "¡Allá tú!", que se emitió en Cuatro y en Telecinco). En Alemania también ha habido premios millonarios en 'Schlag den Raab' ("Vence a Raab"), un curioso concurso en el que Nico Haase logró hacerse con un superbote de 3 millones de euros.

Puede que esos premios fueran impresionantes, pero nadie nos puede negar que uno de los grandes momentos de los concursos de televisión fue este protagonizado por Enrique Chicote, de Barcelona, en "¿Quién quiere ser millonario?" al utilizar aquel célebre comodín de la llamada. No lo necesitaba: simplemente informó a su mujer de que iba a ganar los "50 kilos" del premio (300.000 euros).

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